LAUREN BACALL: HEROÍNA DE CINE NEGRO
[A PLENO SOL. Esta semana, tras el suicidio de Robin Williams, fallecía a los 89 años la intérprete de ‘Tener y no tener’ y ‘El sueño eterno’. Vivió doce años con Humphrey Bogart y ocho con Jason Robards. Encarnó la clase, la elegancia y el fulgor de Hollywood. Recibió el Oscar honorífico en 2009.]
Lauren Bacall
Una heroína de cine negro
Un retrato veraniega de una actriz que destacó en el cine de intriga, pero también en la comedia y el melodrama.
Antón CASTRO
Lauren Bacall (Nueva York, 1924-2014) era bella, diferente, distinguida, tenía unos ojos verdes y un rostro anguloso. Era fotogénica y todo un desafío para los fotógrafos. Sintió la llamada del cine y fue acomodadora de una pequeña sala y luego modelo. Estudió arte dramático y allí coincidió con un joven Kirk Douglas, de quien estuvo locamente enamorada, según ella; él, muy elegante, diría 60 años después: “intenté seducirla sin conseguirlo”. Diana Vreeland, la directora de arte de ‘Harper’s Bazaar’, vio algo especial en su rostro y en su cuerpo interminable, dibujado con leves curvas, airoso y plano de pecho. La eligió para la portada de la revista y allí iba a verla otra mujer audaz: Nancy ‘Slim’ Keith, la segunda esposa del director Howard Hawks; al parecer advirtió a su marido de que esa joven podía ser lo que andaba buscando. La llamó, la vio y la oyó: le disgustó su voz atiplada, nasal e imperfecta y se lo dijo.
Lauren, que había dejado de ver a su padre a los diez años, le pidió consejo a Hawks. Al cabo de dos semanas, tras muchos ensayos y una tenacidad que define su carácter y el tamaño de su ambición, acudió a verlo de nuevo. Parecía otra: usaba una voz ronca y sensual, penetrante, que no tardaría en convertirse en una de las más cautivadoras del cine negro. Hizo ‘Tener y no tener’ (1944) con Hawks, donde tendrá otro de los encuentros decisivos de su vida: su compañero de reparto era Humphrey Bogart, un cuarto de siglo más viejo que ella, infelizmente casado con su tercera esposa, Mayo Methot, víctima de la bebida, y uno de los mitos de Hollywood. Había química en el plató y fuera de él. Química, atracción irresistible, electricidad, fascinación recíproca. Y allí, tras una de esas miradas de abajo arriba que ya son leyenda, se hicieron amantes. Se casaron en mayo de 1945.
Durante doce años fueron una de las grandes parejas de Hollywood: realizaron otras tres películas inolvidables de atmósfera criminal: ‘El sueño eterno’ (1946), de Hawks, tan perturbadora y compleja que hasta los guionistas (entre ellos, el futuro Nobel William Faulkner) desconocían quién había matado a un personaje, ‘La senda tenebrosa’ (1947), de Dalmer Daves, y ‘Cayo Largo’ (1948), de John Huston. En ellas, la Flaca era un emblema femenino del cine negro: era distinguida, exhibía una perfecta caída de ojos y sabía caminar con un contoneo de caderas tan personal como sugerente. Solía encarnar personajes un tanto ambiguos, envueltos en pura intriga, desafiantes e independientes. Quizá pocas veces haya sido tan sofisticada una actriz con el cigarrillo en la mano o en la boca, y ella poseía un grandioso labio inferior.
Trabajó en otras películas: ‘Cómo casarse con un millonario’ (1953), una comedia de Jean Negulesco, ‘Mi desconfiada esposa’ (1957), de Vincent Minnelli, y ‘Escrito sobre el viento’ (1956), de Douglas Sirk, entre otros títulos. Ahí ensayó otros personajes en clave cómica o melodramática. Ensanchó su registro y afirmó su elegancia. Se ha dicho hasta la saciedad que renunció en parte a su carrera para vivir una gran pasión con Bogart, con quien tuvo dos hijos. Él enfermó de cáncer de pulmón y falleció en 1957. Luego tuvo una relación amorosa con Frank Sinatra, casado con Ava Gardner, que estuvo a punto de concluir en matrimonio. Al principio, la vivieron en secreto y con culpabilidad, pero luego el crooner y actor rechazó el compromiso secreto, cuando lo vio publicado en ‘The Examiner’. Pensó que la Flaca, a la que había invitado a firmar Betty Sinatra en un restaurante, se había ido de la lengua. Ella lo cuenta así en sus memorias: “Sinatra me salvó del completo desastre que habría sido nuestro matrimonio. Probablemente era más listo que yo: sabía que no funcionaría. Pero la verdad es que se comportó como un auténtico mierda. Era demasiado cobarde para contar la verdad: que había descubierto que era demasiado para él, que no podía manejarlo. Yo lo habría entendido (espero). (...) De todas formas, fue una especie de tragedia con final feliz. Después de un mal principio, ahora nos tratamos de forma amistosa. (...) siempre sentiré algo especial por él. Los buenos momentos que pasamos fueron tremendamente buenos”.
Lauren Bacall nunca volvió a ser la misma. Su carrera bajó algunos peldaños: siguió haciendo cine, se pasó al teatro a Broadway, donde triunfó plenamente, pero nunca se alejó de Hollywood. Se casó en 1961 con Jason Robards, que también sufría dependencia del alcohol, y alumbró a su tercer hijo. Se separaron al cabo de ocho años y poco a poco, sin volver a ocupar un puesto destacado, fue rehaciendo su vida y su trayectoria. En 1992 recibió el Premio Donostia, en 2009 el Oscar Honorífico, y colaboró con cineastas como Barbra Streisand, con ella hizo ‘La mujer de las dos caras’ (1996), por la que fue nominada al Oscar, con Robert Altman o el difícil Lars von Trier, en dos ocasiones.
“Ser viuda no es una profesión”, dijo una vez esta mujer con clase, gran sentido del humor y alguna que otra extravagancia: quiso llevarse un jamón entero para el Edificio Dakota con portes al Festival de Cine de San Sebastián y pidió, bien entrada la madrugada, una batidora para preparar sus medicamentos. Era demócrata, se posicionó frente a McCarthy y ‘la caza de brujas’ y era prima de Shimon Peres, presidente de Israel. Eso sí, encarnó el glamur, la sofisticación, la belleza asombrosa de una época, la delgadez más deseada. Era la penúltima diosa mortal de Hollywood.
EL ANECDOTARIO
Amor en Madrid. A Lauren Bacall le gustaba mucho España. Después de la muerte de Bogart y de la ruptura con Sinatra, tal como cuenta en su libro inédito aquí ‘Now’ (1994), vino a España con su amiga Nancy ‘Slim’ Keith. Se hospedaron en una suite del hotel Castellana Hilton, “con un dormitorio a cada lado”, y salieron a divertirse “a un gran local de flamenco de Madrid donde había algunos españoles desatados”. Uno de ellos –“joven y guapo, aunque no demasiado, muy agradable”, dice-, se encaprichó de ella e inició el acoso, que continuó en otro lugar. Cansada, Nancy se fue al hotel. Al cabo de un rato, el español “insistió en subir al ascensor conmigo, y en mi puerta insistió en entrar para tomar una copa más. Y entró. (...) Slim estaba sentada en la cama, leyendo, con la puerta entreabierta. Él me besó y tras un poco de roce amistoso pensé que era hora de que se fuera”. Pero no quiso irse. Lauren pidió ayuda a su amiga y le dijo: “¿Y ahora, qué hago?”. Su amiga contestó: “Hazlo”. Agrega Lauren: “Así que lo hice. (...) No creo que hubiera podido hacer algo así con nadie más”. No se sabe quién fue el afortunado.
-La 1 foto es de aquí:
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