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Antón Castro

MUSEO DEL ROMANTICISMO

MUSEO DEL ROMANTICISMO

Museo del Romanticismo

 

Fue el finado Enrique Asín, el hombre que creó aquí un Museo Taurino y escribió de los tristes destinos del diestro Florentino Ballesteros, quien me habló por primera vez de las joyas del Museo del Romanticismo. Decía que él, durante una estancia juvenil en Madrid, iba a menudo. Le encantaban el palacio y su universo: la escalera, los salones y cámaras, el oratorio, las alcobas; le gustaban la espléndida pinoteca, la exaltación de una historia cultural y el aroma de nostalgia. Le debía una visita: ahora se expone allí en PhotoEspaña la obra de un fotógrafo pictorialista de Sabadell, Joan Vilatobà (1878-1954), vinculado con Aragón: maestro del paisaje, del retrato y de la composición, en 1908 recibió la Medalla de Oro en la Exposición Hispano-Francesa. Por fetichismo, me conmovió ver en una copia trabajada por el artista de una de sus fotos más conocidas y estremecedoras, ‘En qué lugar del cielo te encontraré’ (1903-1904), que expresa el dolor del anciano artista que pierde a su joven musa o enamorada. La obra de Vilatobà explora las regiones del sueño, de la sensualidad y del erotismo. Cuando entras en el palacio, que concibió el arquitecto restaurador Vega-Inclán y que se inauguró en 1924, es como si se realizase una inmersión en otro tiempo a través del mobiliario, la pintura, las estampas, las miniaturas, la fotografía, las artes decorativas y un sinfín de elementos de escribanía, juguetes, armas, etc. Es muy aleccionador hallarse con el famoso retrato de Mariano José de Larra, realizado por José Gutiérrez de la Vega en 1835; a su lado, como en un acto de justicia poética que burla a la muerte, está el retrato de su amada Dolores Armijo. Hay varios cuadros de Valeriano Domínguez Bécquer, que se sintió un habitante más del Moncayo, un busto de Ponciano Ponzano, piezas del coleccionista, viajero y pintor oscense Valentín Carderera y algo inesperado: el retrato que Federico de Madrazo le hizo en 1873 a Pablo Gonzalvo, pintor aragonés de perspectivas y de paisaje urbano. En la sala XX, la del soberbio autorretrato de Antonio Esquivel, el amigo de José Martí, desde lo alto, parece un perfecto héroe romántico. 

*El cuadro de Pablo Gonzalvo de Federico de Madrazo.

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