LABORDETA: OTRA NOCHE INOLVIDABLE
[Aquí puede leerse una crónica del concierto de anoche dedicado a José Antonio Labordeta (1935-2010) que suponía la puesta en marcha de la Fundación que lleva su nombre y que preside Juana de Grandes, su esposa, la madre de sus tres hijas: Ana, Ángela y Paula.]
http://www.heraldo.es/noticias/ocio_cultura/cultura/2014/09/30/labordeta_canto_con_todos_como_nunca_313088_308.html
Labordeta cantó con todos como nunca
Antón CASTRO
“Aragón sigue, Labordeta vive”. Con este lema echaba a andar anoche, en la Sala Multiusos, ante 4.000 personas, la Fundación José Antonio Labordeta, que tiene su sede en la calle Mariano Barbasán y que abrirá sus puertas muy pronto con la biblioteca del cantautor, con sus libros, con sus objetos personales y con una meditada programación. El DJ Mr. Pendejo mezcló el folk y la música pop y rock a modo de preámbulo. Juana de Grandes, profesora de latín y griego, fue presentada por Miguel Mena, espléndido conductor del acto, y ella recordó que era un día muy especial: se cumplían exactamente 50 años de “mi boda con Labordeta, 50 años de nuestra boda”. Y, como recordaba el pedagogo y escritor Víctor Juan Borroy estos días, hace medio siglo exactamente también que José Antonio tomaba posesión de su plaza de profesor de historia, tarea que inició en Teruel.
Al recital no le faltó casi nada (hubo tensión y protesta por la instalación de sillas y una valla que separaba al público), ni siquiera el vínculo familiar particular, Santiago del Campo, ex cantante de Los Especialistas y yerno de José Antonio, acompañó a la voz del Abuelo en uno de sus magníficos temas: ‘El poeta’, donde rendía homenaje a su hermano Miguel (1921-1969). A partir de ahí, la emoción no cesó ni un instante: La Joven Pachanga y Biella Nuei trajeron un ritmo evocador y festivo a la vez con un tema pirenaico, de amor y melancolía de la amada, en aragonés: ‘Aqueras montañas’. Carmen París, con su impresionante voz de jotera que salta los montes de esparto y alcanza todos los abismos, entonó a capella ‘La Albada’ y se acompañó de un cajón. Fue un instante especial: estuvo inmensa, poderosa, inspirada e inspiradora. Dejó temblando a la multitud.
Pablo Guerrero, en compañía de la guitarra de Luis Mendo, abordó la fuerza y la necesidad de los sueños, y lo hizo como un hombre que regresa de una devastación íntima, con estremecimiento y fragilidad. Beatriz Bernad trajo un canto de jota y de recolección de oliva, y se regodeó con fuerza, entrega y belleza, mientras Alberto Gambino disfrutaba de un instrumento, la guitarra, que cantaba y plañía a la vez. Nacho del Río, con Gambino y Sergio Aso, entonó el ‘Por qué no nos ven hablar...' (Canción deamor) con esa voz suya tan personal y honda. Actuaron, con oficio y sensibilidad, Rodrigo García ‘Mabuse’, que estuvo a punto de ser alumno de Labordeta, la voz de Eva Lago y las percusiones de Constancio Blanco. Kepa Junquera, con su acordeón, y Eliseo Parra rindieron homenaje a Labordeta con unas coplas alusivas: un retrato, un recuerdo del ‘A la mierda’ del Congreso o de sus días de televisión. El público disfrutó mucho: disfrutó y sonrió con la ironía, la sátira y el cariño.
María José Hernández, que acaba de grabar ‘Las uvas dulces’, un trabajo sensible y cuidadísimo, apareció con Sergio Marqueta al piano y cantó dos temas: ‘Guárdate’, el Labordeta más íntimo y sutil, de imágenes más hermosas, y ‘La vieja’; a muchos, su versión les conmovió particularmente. Les pareció extraordinaria: hermosa, sutil, una mirada distinta; en ella están los temas esenciales del compositor y poeta, su vocabulario tan característico y sus nostalgias. María José recordó que su hermano trajo un casete de Labordeta a casa cuando era niña y oía a todas horas esas historias que tenía mucho que ver las soledades de las mujeres en el mundo rural. Rubén Jiménez y Arturo Giménez (de la Orquesta Popular de la Magdalena), abordaron bajo la inspiración flamenca, en forma de taranta, los ‘Cantes de la tierra adentro’. Joaquín Carbonell y Eduardo Paz entonaron otro de las composiciones de Labordeta, ‘Quien me cerrará los ojos’, e invitaron a cantar al público. Uno de los momentos más especiales fue la aparición de Silvia Pérez Cruz y Raúl Fernández ‘Refree’: ella cantó ‘Gallo negro, gallo rojo’ de Chicho Sánchez Ferlosio con un virtuosismo vocal extenso y deslumbrante; con plasticidad, variedad de registros, colorido, emoción palpitante y una increíble compenetración con ‘Refree’.
Paco Ibáñez fue invitado a recordar su amistad y sus encuentros con Labordeta, y cantó ‘La mala reputación’ “del mejor cantautor que en el mundo ha parido madre”: Georges Brassens, maestro de Labordeta, como recordó la voz en off del autor de ‘Cantar y Callar’ y ‘Con la voz a cuestas’. La gente entonó con él: su hilillo de voz, penetrante y legendario, no desafina. Paco Ibáñez es carne de leyenda. Como lo es Joan Manuel Serrat. Miguel Mena le recordó al público que ambos, el Abuelo y Serrat, procedían de las tierras de Belchite. Serrat explicó que Labordeta le suscitaba respeto y admiración y que era “un ciudadano consistente”, de esos que se alejan de las laminerías del poder. Que era un hombre con criterio. Y con una voz suave, con su estilo particular, entonó la canción ‘Aragón’. Fue todo un detalle: no era la primera vez que lo hacía; el gesto prueba de nuevo su complicidad y su afecto sinceros hacia José Antonio Labordeta. Serrat abandonó el escenario con un escalofrío que abría el camino hacia las lágrimas.
Con Carbonell y Paz a la dirección vocal y a la guitarra, los casi 40 músicos despidieron la velada, entregado el público por entero, con dos temas: ‘Somos’ y ‘Canto a la libertad’. La gente gritó “este sí es el himno de Aragón. Este sí es el himno de Aragón”. En realidad, la obra de José Antonio –el cantante y actor y presentador de televisión, el compositor, profesor de historia, periodista, escritor, el hombre llano que comunicaba como nadie, el puente entre generaciones, el político que dudaba y se buscaba en la incertidumbre, el viajero...- es un retrato de una forma de ser y de estar desde Aragón hacia el mundo. Quizá por ello, Miguel Mena, sobrio, exacto y elegante, tuvo una hermosa intuición final: pidió que el tranvía que para en la plaza Emperador Carlos V anuncie que, se detiene, en realidad en el Parque José Antonio Labordeta, que está a la misma distancia y Labordeta es un poco más nuestro que Carlos V. Andaba por allí, el concejal Jerónimo Blasco y quizá piense que sería una hermosa y oportuna mudanza.
En el díptico que se entregó a la entrada, el periodista y crítico musical Javier Losilla escribía: “... desde el día que entonó el último suspiro he echado en falta la celebración del Labordeta global, del que reunió en un puñado de letras y músicas su mirada más profunda y popular; de quien escribió y cantó, en definitiva, las denuncias más poderosas, las rebeliones más sólidas y los himnos más emocionantes. Creo que ese momento ha llegado, y lo celebro”. La frase final tiene algo de vaticinio y de consumación a la luz del concierto de anoche. Labordeta resurgió y vivió como nunca: en las fotos que se proyectaron en la pantalla, en su voz, en sus temas, en el corazón del público. Por cierto, había una instantánea inolvidable: Labordeta, en un rodaje de Antonio Artero, avanza por los Monegros con un cigarrillo en los dedos como quien reconoce su territorio y su memoria... e intuye, tal vez, versos como “somos / como esos viejos árboles / batidos por el viento / que azota desde el mar”.
*La foto es de Heraldo.es.
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