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Antón Castro

PISÓN, PREMIO CÁLAMO: UN DIÁLOGO

PISÓN, PREMIO CÁLAMO: UN DIÁLOGO

LITERATURA. IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN. El autor de ‘La buena reputación’ (Seix Barral) recibíA el viernes por la noche el premio Cálamo en el Teatro Principal, junto a Ferrer Lerín y Belén Gopegui.

 

“Los premios que

más valoro son

los de Zaragoza”

 

“Ya no puedo

pedirle más a

esta ciudad”

 

Antón CASTRO

“Después de haber publicado ‘La buena reputación’ (Seix Barral, 2014), en alguna ocasión he pensado que me había pasado de páginas. Redactar más de 500 páginas es un acto de arrogancia y quizá una exigencia excesiva para el lector al que le obligas, más o menos, a que pase muchas horas con tus personajes. Quizá a partir de ahora no vuelva a escribir libros que pasen de las 400 páginas: tengo que ser yo quien ponga antes el fin”, dice Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960), recién llegado a Zaragoza para recibir el Premio Cálamo a la mejor novela del pasado año.

¿Por qué cree que escribió tanto?

Porque me interesaban los personajes, sabía mucho de ellos y de su intimidad. Quería contar muchas cosas. Es curioso, porque con ‘Dientes de leche’, una novela donde se cuenta la vida en Zaragoza de tres generaciones de italianos, fui capaz de contenerme.

¿En qué ha cambiado su escritura con respecto a sus libros anteriores?

En algunas cosas. ‘La buena reputación’ es mi libro más decimonónico: quise hacer una novela del siglo XIX de manera consciente, como una propuesta específica. Hasta ahora puede decirse que todos mis libros se movían en dos anclajes: el siglo XIX y muchos autores del siglo XX. Aquí no: rindo homenaje a la narrativa del siglo XIX y reflexiono sobre la tercera personaje, ese narrador omnisciente que le interesa tanto a Tolstói. Como a él, me atraen muchos las historias familiares.

¿Qué le ha sucedido con este libro?

Yo suelo documentarme mucho y también lo he hecho aquí, pero me he permitido fabular bastante. Me he encontrado en mis viajes a Melilla con personajes reales de la novela, con descendientes y con hechos que sucedieron en realidad como si perteneciesen a la ficción que yo había inventado. La fabulación se había hecho real: descubrí que había por ahí criaturas del libro de los que yo estaba hablando, gentes que participaron en operaciones del Mosad (la agencia de inteligencia israelí) o que escalaron jardines y paredes para huir al nuevo estado de Israel.

¿Qué importancia tiene en su libro el incendio del Corona de Aragón del verano de 1979?

Se narra, desde luego. ¡Cómo no vas a darle importancia a grandes acontecimientos que has vivido de cerca! Y ese lo viví: fue una gran tragedia. Mi hermano estaba ahí enfrente y la conmoción también pasó, físicamente, muy cerca de mí. Es algo que todos tenemos en la cabeza. Me ha servido para contar una peripecia de amor inesperado en el hotel.

¿Qué ha supuesto para usted este premio?

Era el que me faltaba de Zaragoza. Me siento muy feliz: los premios que más valoro son los que recibo de mis paisanos y de la ciudad que más amo: Zaragoza. Ya no puedo pedirle más a esta ciudad. Me siento querido y reconocido.

Son muchos los que quieren saber en qué está trabajando...

Soy metódico, ordenado y siempre tengo nuevos proyectos. Acabo de empezar una novela sobre un doble de Demis Roussos...

¿El cantante griego?

Sí, claro. La historia sucede en los años 80, en diversos escenarios, y narra la historia de un hombre, grueso y calvo, que imita a Demis Roussos. En 1985 estaba olvidado, pero de repente fue secuestrado por los terroristas de Hezbollah, en un vuelo de la TWA, y ese pico de gloria también le viene bien a mi personaje. Por ahora no le puedo decir su nombre. El título provisional de la novela es ‘Derecho natural’.

¿Cómo? ¿Por qué ‘Derecho natural’?

Porque la historia la cuento su hijo, que estudia Derecho. Yo hice un curso de Derecho, luego me pasé a Filología Hispánica y, como no quería ser profesor, no me veía dando clases, me fui a Barcelona e hice Filología italiana.

Ha hecho lo contrario que Ferrer Lerín, premiado por ‘Mansa chatarra’ (Jekill&Jill): usted se fue a Barcelona, donde lleva más de treinta años, y él es un barcelonés afincado en Jaca desde hace más de treinta años.

Estoy leyendo su novela ‘Familias como la mía’ (Tusquets) y es realmente divertida. ¡Qué vida ha tenido!

 

*La foto es de Heraldo.es

 

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