LA TRAYECTORIA DE GABRIEL LATORRE
[Mañana, en el VII Gala del Teatro, Gabriel Latorre recibirá el premio a su trayectoria. Hace poco años le hice esta entrevista de fondo. La recupero ahora.]
Se puede saber mucho más de él aquí: http://www.gabriellatorre.net/
Hace algunos años, cuando era periodista de radio, Gabriel Latorre fue a entrevistar a Xavier Cugat. Al cabo de un instante, le dijo el músico: “Tiene usted un rostro muy peculiar. ¿Me permite que le haga una caricatura?”. Esa anécdota fue todo un vaticinio: con esa cara, Gabriel Latorre ha sido muchos hombre en la ficción: monje budista, policía, rey moro, soldado, escritor, soldado, bandido o incluso el Papa Luna.
-¿Quién le metió a usted en esto de la interpretación?
-Me ha gustado desde siempre. Desde los Estudios 1 y desde la Novela de Televisión Española, que eran estupendas adaptaciones de grandes libros. Aquello me parecía fascinante. Buscaba libros y montábamos con algunos amigos esas obras de manera muy artesanal. Un día, en HERALDO, Pilar Delgado publicó un anuncio que decía que se buscaban actores jóvenes para una montar una escuela pequeña, privada. Su idea era formar una pequeña compañía, y me apunté con un amigo, Agustín Miguel. Hizo una selección y nos cogió a los dos.
-Siempre ha dicho que le debe mucho a Pilar Delgado.
-Desde luego. Ella me inoculó el veneno por esta profesión. Después creó La Taguara, pero recuerdo que uno de los primeros montajes fue “El delantero centro murió al amanecer” de Agustín Cuzzani. Era la historia de un futbolista que acababa suicidándose. Yo encarnaba a un vagabundo que empezaba la función, y eso me aterraba. De repente, se levanta el telón y yo me dije: “Y de aquí, por dónde se sale?”. Era un monólogo breve, pero hubo un momento que ya no sabía si estaba repitiendo constantemente lo mismo... Estuve en La Taguara mucho tiempo.
-Sí, pero en medio hizo radio...
-Es cierto, primero en la COPE. Era locutor los domingos por la tarde con Enrique Belver. Él me abrió una de mis primeras puertas. Luego hice un programa los sábados con Julia Almenar, en el que hacía de payaso. Recuerdo que los niños querían venir al estudio. Vinieron, y ¡cuál no fue su decepción al ver que no había ningún payaso! Yo era algo así como “Tripón, el payaso más alegre y borrachón”. Desde entonces, aunque no lo exigía el guión, yo me vestía de payaso, me maquillaba y me pintaba. Aún hay gente, niños de entonces, que me lo recuerden. Y me hace muchísima ilusión.
-¿No estuvo luego en Antena 3 de radio?
-Sí, allí hice de todo: programas, información, unidad móvil. Recuerdo a Jesús Hermida diciéndome: “Adelante, Gabriel Latorre”. Les gustaba mi voz...
-Bueno, su voz es una de sus armas...
-Le estoy muy agradecido. Gracias a ella he trabajado mucho. Mi padre me decía que tenía voz de canónigo. He hecho doblaje, ¿sabe que yo he doblado a Boris Karloff?, documentales, publicidad. Mi voz se la suelen poner a personas maduras y ancianos. También puse la voz a “las 100 promesas del PSOE”. Recuerdo que yo daba la voz a Sainz de Varanda o a Santiago Marraco. Recuerdo llegar de hacer bolos por ahí y a las tres de la mañana me estaban esperando con el estudio abierto para hacer voces.
-Pero todo eso cambió en 1986.
-Luis Alegre me había presentado a Fernando Trueba en el cine Goya en el estreno de “Sé infiel y no mires con quien”. Al cabo de un tiempo, de repente recibo una llamada de su productora para hacer el papel de un requeté que iba a hacer Miguel Rellán...
-Por cierto, que son ustedes dos actores muy similares.
-Es verdad. Nos han confundido alguna vez y nos hemos disputado algún trabajo. Iba a hacer un papel un poco más largo, pero Fernando se dilató un poco en el rodaje en Madrid, tuvo que marcharse con urgencia a Lisboa a proseguir el rodaje, y luego comprobaron que mi papel ya estaba suficientemente explicado.
-Nos hemos dejado en el tintero sus intervenciones en “La vaquilla” de Berlanga y en “Réquiem por un campesino español” de Betriu...
-Sí, pero ahí en realidad participé, con otros actores aragoneses, más en figuración que en otras cosas. Creo que en Aragón debíamos aprender de otras comunidades, donde –al ceder espacios o infraestructura- exigen que haya intervención de los actores de allí.
-Ha hecho usted multitud de papeles con multitud de directores. ¿De cuál se siente más satisfecho?
-De “La estanquera de Sevilla” para “La huella del crimen”, dirigido por Ricardo Franco. Rodamos en Madrid y Sevilla: yo hacía de chivato que denunciaba a dos que sabía que eran inocentes y los mataron a garrote vil. Fue un trabajo muy bonito con un director inolvidable. Yo soy un actor camaleónico que me transformo con facilidad. Puedo hacer cualquier tipo. Cuando tengo que encarnar algún papel, lo estudio, lo pienso y me miro al espejo y ya me sale. No siempre te salen las cosas: recuerdo que en “La fuente de la edad” de Julio Sánchez Valdés tenía que hacer de tonto del pueblo. No acababa de encontrar el punto del personaje. Le daba vueltas y más vueltas, ensayaba y ensayaba, y no me veía. Finalmente, recordé “La hija de Ryan” una preciosa película de David Lean y recordé el papel que hacía John Mills.
-Supongo que cada actor tiene un método, pero a usted, aunque breves, parece que no hay papeles que se le resistan...
-Intervengo en más cortos que nunca. Ahora estoy haciendo el papel de mafioso en “La chica de la cárcel” de Fernando Usón, tengo otros compromisos con Jesús Marco y Roberto Aznar. Sin embargo, hay algo que siempre me asusta: los papeles clásicos.
-¿Qué diferencia, desde el punto de vista de la interpretación, existe entre un papel principal y uno secundario?
-Yo creo que a diferencia de otras cinematografías, no tratamos bien los personajes secundarios a nivel técnico. No se les da la importancia que tienen. No es lo mismo tener un plano corto o medio, sostenido durante mucho raro, que en una aparición fugaz, donde controlas más el gesto y la mirada.
-Ha participado en la película “Soldados de Salamina”.
-Ha sido una experiencia preciosa. David Trueba es una de las personas más fantásticas que he conocido en el mundo del cine. Es inteligente, contagia su pasión por el trabajo y resulta amable hasta con la figuración. Es un director que crea adicción: hubiéramos hecho en su película cualquier cosa. Posee un grado de humanidad increíble y es abierto: te invita a ver lo que se ha ido rodando, te invita a participar de la fiesta cinematográfica que es una película.
-Permítame ser tópico. Usted ha hecho de todo: ¿dónde se encuentra más cómodo?
-En el cine, como dice Fernando Fernán Gómez, “te pagan por esperar”. Pero luego es tan reconfortante: te cuentan una historia, te morirás, la película sigue ahí y tú en ella, la ponen en festivales, en las Filmotecas, en ciclos específicos; es una manera de pasar a la inmortalidad. La tele te permite sobrevivir, y menos mal que existe. Y el teatro es la fuente donde el actor tiene que ir a beber, a tomar aire, a aprender la fuerza del silencio. Es más duro, tiene una magia especial, aunque a veces, tras tantas representaciones, llega a ser asfixiante. Y, en el fondo, estoy de acuerdo con María Luisa Ponte que decía que ella sobre un escenario hacía exactamente lo mismo que ante una cámara. A mí me gusta la naturalidad.
-¿Cómo ve el Centro Dramático de Aragón? ¿Qué espera de él?
-Que se consolide y que sea la sede de verdad de los actores aragoneses, que puedan ir pasando por él, cíclicamente, los actores aragoneses. Aunque no sé si debo decirlo, he sido elegido entre una veintena de intérpretes para la versión del Quijote que prepara Fernando Fernán Gómez. Creo que es una buena oportunidad para todos nosotros: vamos a estar dos meses en el Teatro María Guerrero y debemos demostrar que somos buenos profesionales. Le digo una cosa...
-Es su oportunidad.
-Yo trabajo donde puedo, allí donde me llamo. Pero en cuanto hago mi trabajo, me vuelvo a casa, con mis amigos aragoneses, a Zaragoza. En Madrid todos saben que soy de Zaragoza, que es mi casa, mi tierra, mi pasión, el lugar por donde me gusta pasear todos los días.
-Y desde hace algún tiempo, también hace fotografías.
-Me encanta. Aprovecho los rodajes, mi encuentro con actores. Lo que me gusta es hacer fotografía creativa: ver paisajes, crear mundos con los actores o con lo que se me pone por delante. Ahora ya tengo colgadas muchas de mis fotos en el portal www.multimagen.com.
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Angel Guinda -