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Antón Castro

IRENE VALLEJO: UNA ENTREVISTA SOBRE 'EL SILBIDO DEL ARQUERO'

IRENE VALLEJO: UNA ENTREVISTA SOBRE 'EL SILBIDO DEL ARQUERO'

ENTREVISTA. Irene Vallejo. Publica la novela histórica ‘El silbido del arquero’ en el cuidado sello Contraseña, de Zaragoza.

 

 

“Los griegos y los romanos entendían

el deseo como una fuerza cósmica”

 

“Busco una mezcla peculiar de humor y poesía”

 

 

Antón CASTRO

Irene Vallejo Moreu (Zaragoza, 1979) es licenciada en Filología Clásica y doctora por las Universidades de Florencia y Zaragoza. Especialista en Marical, publica ‘El silbido del arquero’ (Contraseña), que tiene algo de glosa, homenaje y reescritua de ‘La Eneida’ de Virgilio.

Había escrito una novela, ‘La luz sepultada’ sobre la Guerra Civil española. ¿Qué le ha llevado esta vez a Grecia y a los orígenes de Roma? 

Entiendo la escritura como un viaje con escalas en distintas épocas que despiertan mi curiosidad. Un libro puede cumplir el sueño imposible de la máquina del tiempo. ’El silbido del arquero’ nació del deseo de explorar el mundo antiguo, que es mi especialidad académica, con las herramientas de la ficción.

¿Qué supone para usted el escritor Virgilio? ¿Cuál su importancia, cómo ve su escritura? 

Virgilio es una de mis grandes pasiones desde que empecé a traducirlo en clase de latín. Admiro la música de sus palabras y su extraordinaria sensibilidad poética. Sin Virgilio, los caminos de la literatura habrían sido diferentes. Para muchos de sus lectores, es sencillamente inolvidable. Borges escribió: “Mis noches están llenas de Virgilio”. Y Antonio Colinas: “Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio”. Me atraía la idea de convertirlo en un personaje de la novela, adentrándome en su memoria y sus dudas creativas.

¿En qué medida ha querido reescribir, en corto al menos, ‘La Eneida? 

Me atraía la idea de dar libre juego a la fantasía sobre la base de un breve episodio de la ’Eneida’.. He inventado personajes, situaciones, diálogos, tramas y he transformado la estructura. Es algo que en la literatura antigua se practicaba a menudo. Los autores hacían revivir una y otra vez los mismos mitos, sin agotarse nunca de la sutileza de las variaciones, intentando encontrar su libertad en un juego con los arquetipos legendarios.

¿Qué tipo de héroe sería Eneas? ¿Es un fugitivo, un hombre sin patria o alguien que intenta encontrar su identidad? 

Tanto Ulises en ‘La Odisea’ como Eneas en ‘La Eneida’ son, creo, los dos héroes más modernos que nos han legado las leyendas antiguas, los dos ven resquebrajarse los fundamentos de su mundo y están buscando la forma de reconstruirse. El Eneas de Virgilio es un guerrero que pierde su guerra, un superviviente cansado, alguien que duda de sus propias fuerzas. Creo que su experiencia del exilio, de la orfandad y de la búsqueda permanente lo convierten en un personaje muy cercano a nuestra sensibilidad.

¿Cuál es el eco de las guerras, qué queda después de un episodio tan terrible como el de la guerra de Troya? 

Las tragedias antiguas, sobre todo ‘Las troyanas’, cuentan el terrible trauma que dejó la guerra de Troya. Además de una larga estela de muertos en combate, impresiona la suerte de los derrotados. Los hombres eran pasados a cuchillo y las mujeres se convertían en esclavas de los vencedores. A veces idealizamos el mundo antiguo, pero no debemos olvidar sus aspectos oscuros. La guerra de Troya es un símbolo de la crueldad. Ninguno de los supervivientes volvió a ser el de antes. Creo que también esta es una experiencia universal.

Ha dicho que la guerra de Troya no nació de un secuestro de amor sino de un conflicto económico. ¿Podría precisarlo? 

Los arqueólogos que han estudiado los restos de la ciudad de Troya, en la actual Turquía, reconstruyen el conflicto que hay detrás de la leyenda como una guerra debida a intereses comerciales. Troya estaba situada en un lugar estratégico, el estrecho que comunica el Mediterráneo con el mar Negro, y cobraba peaje a los barcos que recorrían esa importante ruta marítima. Los griegos de la época, en plena expansión comercial, se unieron para destruir y saquear esa rica ciudad y controlar el paso del estrecho. Riqueza, por tanto, y no amor. Pero ya sabemos que las causas declaradas de las guerras no siempre son las auténticas.

Elisa es el otro nombre de la reina Dido de Cartago. ¿Cómo era esa mujer, tan enigmática? 

Elisa es un gran personaje femenino, una reina que, según la leyenda, debe su poder a la inteligencia y al valor. A pesar de su talento, dentro y fuera de la ciudad cuestionan su capacidad para dirigir Cartago y ella se ve obligada a comportarse como un hombre. La llegada de Eneas a sus costas desencadena un cambio muy profundo en su interior y la coloca en un delicado equilibrio entre el amor y la ambición, entre el deseo y el temor.

¿Cómo define su historia de amor? ¿Es una pasión imposible, es un lapso de felicidad? 

Nunca dos personas viven su historia de amor con los mismos ritmos, de la misma manera o con la misma intensidad. Yo he imaginado a Elisa como una mujer madura que se enamora de un hombre más joven y siente una repentina mezcla de euforia e inseguridad. Eneas, cansado de sus viajes, tiene sus propias dudas: se pregunta si permanecer en Cartago con Elisa o continuar su búsqueda. Los dos guardan secretos y están marcados por su pasado. Su historia podría suceder hoy.

¿Cómo entendían los griegos y los romanos el cuerpo, cómo vivían la juventud, el deseo? 

Es difícil resumir la cuestión en pocas palabras, pero en mi opinión predomina una sensualidad mediterránea y un sentido de la belleza que aún hoy nos deslumbra. Aunque también tenían sus tabúes, sentían su propio cuerpo con más naturalidad. Entendían el deseo como una fuerza cósmica, que hacía fecunda la naturaleza y se apoderaba del ser humano. Los poetas griegos y romanos hablaron sobre la pasión, la obsesión, los celos o la añoranza de la juventud con palabras tan vivas que todavía nos rozan la piel.

¿Qué sería ’El silbido del arquero’: una novela de amor, una novela de viaje y aventuras o una novela política? 

Es una novela de amor y aventuras recorrida por intrigas políticas. He buscado el entretenimiento del lector, con la esperanza de dejar también un poso de reflexión sobre cuestiones como el poder y la libertad individual o la razón por la que contamos historias. Me parecía interesante indagar en la trascendencia histórica que llegan a adquirir las leyendas y cómo configuran nuestra manera de pensar el mundo.

¿Por qué ha estructurado su novela a base de voces: la de Elisa o Dido, la de Eneas, la de Eros, la de Ana, hermana de Elisa, la del propio Virgilio? ¿Por qué ha empleado esos monólogos? 

La sucesión de voces acerca el texto a nuestra sensibilidad actual, a la variedad de puntos de vista necesarios para abarcar la complejidad de la historia. De esta forma, solo el lector conoce todos los hechos, mientras que los personajes se confunden o malinterpretan a los demás. Esta técnica es muy sugerente y abre muchas posibilidades literarias.

La escritura es delicada, poética, de reminiscencias latinas. ¿Qué buscaba? ¿Cómo se plantea el estilo?

La novela tiene dos registros, el lenguaje poético de la leyenda y el tono casi picaresco con el que se describe Roma en el siglo I. He trabajado el contraste entre los dos estilos. El lector se verá trasladado al escenario de batallas épicas y, de pronto, estará en las letrinas de Roma. En mi escritura, he buscado una mezcla peculiar de humor y poesía.

¿Qué semejanzas establece entre la situación de aquel momento y la de ahora, en qué medida se puede hacer una lectura contemporánea de la época?

Eneas ha visto derrumbarse el mundo que había conocido. Se pregunta si debe intentar reconstruir en otro lugar la misma forma de vida o arriesgarse a levantar algo nuevo y cambiar las reglas. Creo que hay un claro paralelismo con el momento histórico que vivimos y nuestro dilema entre mantener el sistema que nos arrastró a la crisis o enfrentarnos a las incertidumbres del cambio. Como los héroes antiguos, hay que atreverse a tomar las naves y emprender de nuevo el viaje.

 

LA FICHA

El silbido del arquero. Irene Vallejo Moreu. Contraseña. Zaragoza, 2015. La fotografía es de Oliver Duch, de Heraldo de Aragón.

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