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Antón Castro

RETRATO DEL TORTUOSO EGON SCHIELE

Egon Schiele, el pintor de un erotismo tortuoso

 

El artista austriaco, procesado por escándalo público y muerto a los 28 años, protagoniza una novela gráfica de Xavier Coste

 

 

Antón CASTRO

Egon Schiele (1890-1918) es uno de esos pintores inquietantes, un tanto anómalos, cuya vida se mueve entre el tormento, la exaltación del desnudo y un erotismo de atmósfera torturada que él desarrolla con una mirada expresionista. Dijo: “¡Para mí pintar es como respirar! ¡Es mi vida!”. El artista francés Xavier Coste (Bayeux, Normandía, 1989) le ha dedicado una novela gráfica: ‘Egon Schiele. Vivir y morir’ (Norma editorial, 2014. Traducción de Amaiur Fernández) y explica que para él es “un personaje complejo, enigmático, pero al mismo tiempo frágil y apasionante. Y ante todo, lo que he intentado es transmitir mi pasión por este gran pintor”.

Coste elude en todo momento la hagiografía: es consciente de que Egon Schiele fue un pintor frenético y turbio, de hábitos sexuales y estéticos chocantes, no siempre fáciles de asimilar. Sintió una gran atracción por las prostitutas, fue promiscuo y mentiroso, tal vez desleal o cuando menos ambiguo en sus relaciones con otros artistas. Tenía un sentimiento trágico de la vida, un aura de misticismo, y tres de las palabras que definen su biografía son dolor, desesperación y soledad.

Egon Schiele era hijo del jefe de estación Adolf Schiele. Vivió en distintas casas de la estaciones en las que trabajaba su progenitor y el mundo de los trenes fue la fantasía de su infancia. Le encantaba dibujar y adoraba a su padre; cuando este falleció en 1905, se sintió desamparado. Gertrude, una de sus tres hermanas, era su consuelo: posaba desnuda para él. Años después, ella diría de él: “Egon no ha tenido nunca el alma de un gran romántico”.

A los 16 años, Egon convenció a su madre y a su tutor que le permitiesen ingresar en la Academia de Bellas Artes de Viena. No logró adaptarse; oía demasiadas veces de sus profesores: “como de costumbre el trazo es chapucero y el dibujo inestable”. Al año siguiente, quizá en uno de aquellos cafés donde se reunían los artistas, conoció a Gustav Klimt (1862-1918) y se convertiría en su discípulo, hasta el punto de que sus primeras obras eran “una pobre imitación de Klimt”, según escribió un crítico. El maestro, en cambio, admiraba su trabajo, le compró dibujos y le cambió una serie de piezas por otras suyas. Entre ambos se estableció una corriente de complicidad y quizá de rivalidad. Egon Schiele, un tanto desafiante, dijo a los 20 años: “Ya he recorrido el camino de Klimt”. El pintor de ‘El beso’, famoso y con influencias, lo recomendó a sus galeristas, le ayudó a hacer sus primeras exposiciones y le advirtió que tomaba un camino peligroso, mucho más erótico que el suyo. No solo pintaba cuerpos entrelazados, tensos y nerviosos, escenas lésbicas, mujeres obscenas que mostraban su sexo o que se masturbaban, sino que también quiso pintar a niños desnudos (era un tema, no una perversión) y para ello puso un anuncio en los periódicos. Klimt decía que sus elecciones eran “un poco dudosas (…) te aventuras peligrosamente” y le sugería: “intenta calmar tus ardores”.

En abril de 1912, la policía entró en su estudio y requisó sus obras; le había denunciado el padre de la joven de trece años Tatiana von Mosjig, peripecia que se cuenta la película ‘Exceso y castigo’ (1981), de Herbert Vesely, con Jane Birkin en uno de los papeles principales. Fue juzgado por corrupción de menores y por incitar a la pornografía. Al final solo lo condenaron por dejar sus obras al alcance de los niños. Estuvo 25 días en prisión, dibujó y escribió un pequeño diario de trece hojas.

Schiele le robó a Klimt una de sus modelos, Wally Neuzil, que fue su compañera más estable durante varios años, aunque la compartía con otras amantes, especialmente con las hermanas Adele y Edith Harms. Cuando se vio obligado a elegir se quedó con Edith. Poco más tarde fue llamado a filas, en la I Guerra Mundial, y estuvo en una zona cómoda, en Praga, donde vigilaba a los soldados rusos. Llevaba una libreta de dibujos en la que dio rienda suelta a su imaginación: mujeres, autorretratos (que fue el otro asunto esencial de su obra); alguien le confirmó la muerte de Wally hacia 1917 y le dedicó una de sus mejores obras.

Al regresar a casa, Edith le estaba esperando con dos malas noticias: la muerte de su madre, con quien nunca se llevó bien, y la grave enfermedad de Gustav Klimt, que moriría poco después. Fue el principio de una nueva cadena de desgracias que ni le dio tiempo a disfrutar su condición de heredero natural del maestro. Edith se quedó embarazada, pero falleció a consecuencia de la gripe española. “Nunca he dejado de amarte”, fueron sus últimas palabras. Egon Schiele murió a consecuencia de la misma epidemia en octubre de 1918. Para el coleccionista Heinrich Benesch, a pesar de su tumultuosa existencia, tenía “la seriedad apacible de un ser convencido de su misión espiritual”.

 

LA ANÉCDOTA

 

Egon Schiele fue contemporáneo de Oskar Kokoschka, Alfred Kubin o el ya citado Klimt, entre otros. Admiró con locura a Vincent Van Gogh, que murió el año de su nacimiento. Aunque centró su obra en los óleos, dibujos y acuarelas sobre el cuerpo y el autorretrato, también le interesaron muchos los paisajes. En sus últimas palabas, recogidas por su amigo Arthur Roessler, pareció entonar un mea culpa: “Es triste y es difícil morir, pero mi muerte no me parece más lamentable que mi vida, mi vida que ha ofendido a tanta gente”. En 2012, el Guggenheim de Bilbao le dedicó una gran exposición. Para muchos es uno de los grandes artistas de la modernidad.

-Autorretrato: 

http://www.artsunlight.com/artist-photo/Egon-Schiele/self-portrait-by-Egon-Schiele-0065.jpg

-Foto de Egon y Wally: 

http://www.textezukunst.com/uploads/images/malerei/schiele/Egon_Schiele_und_Wally_Neuzil.jpg

-Foto de Wally: la tomo de aquí

https://s-media-cache-ak0.pinimg.com/736x/96/7c/73/967c73aa469922759df1e7c957a0752a.jpg

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