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Antón Castro

PATRICIO PRON: UNA ENTREVISTA

PATRICIO PRON: UNA ENTREVISTA

 

-¿Cómo nace un libro como No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, qué querías probar?

 Un libro nace siempre de impulsos distintos y habitualmente contradictorios. No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles [Literatura Random House] nació como una especie de broma privada entre mi esposa y yo cuando, estando en una ocasión en la residencia de Pablo Neruda en Valparaíso (Chile), y viendo el énfasis que se hacía en ella a la participación del chileno en el Congreso de Escritores Antifascistas de Valencia de 1937, empezamos a pensar en la posibilidad incongruente de un congreso de signo contrario y más o menos contemporáneo. Un tiempo después, cuando volví a pensar en esa visita y en nuestra broma privada al tiempo que intentaba testeaba sus posibilidades narrativas, me di cuenta de que un Congreso de Escritores Fascistas Europeos en 1945 permitía, por una parte, hablar de la situación actual de la literatura sin pagar los peajes inevitables cuando se habla del presente; y, por otra parte, esbozar la trayectoria de unas ideas artísticas y unos autores que, a lo largo del siglo XX, fue del arte a la política y de la política al crimen. En algún sentido, cuando quise mirar atrás, la novela ya existía, y yo sólo tenía que escribirla en la medida de mis posibilidades.

 

-¿Por qué te interesan los escritores fascistas, en qué medida hay un error de apreciación sobre su vida y su obra, o un prejuicio?

 Mi interés inicial fue por los escritores futuristas, que conformaron la primera vanguardia y la que más lejos llegó en sus intentos de integrar arte y vida (además de la más deliberadamente disparatada de las vanguardias históricas); fue el hecho de que los futuristas se volviesen fascistas lo que hizo que me interesase por esa conversión que a mí al principio me parecía singular y ahora no tanto. Escribir acerca de ellos y hacerlos personajes de una novela también era una forma de invitar al lector a revisar sus juicios acerca de unos autores (no sólo los futuristas, una buena parte de los escritores fascistas) cuyas ideas políticas (erradas, qué duda cabe) los condenaron a habitar la línea de sombra de la literatura, como si sus libros no pudiesen ser leídos al margen de las vidas de sus autores, que es lo mínimo que podríamos hacer por los escritores.

 

-¿El libro es una novela, un ensayo o un continuo juego de apócrifos?

 A mis ojos es una especie de objeto poliédrico, cada una de cuyas caras es un espejo que mira hacia adentro, reflejando las otras caras del objeto, pero también hacia afuera, para reflejar el rostro del lector. Y es una novela, en virtud de la ley no escrita según la cual novela es todo aquello que se publica bajo ese nombre.

 

-La historia comienza en 1978 pero remite a un cadáver de Luca Borrello en 1945. ¿Quién era en realidad y que habría significado para la literatura?

Luca Borrello es quien, convencido de que la literatura futurista será condenada por su vinculación con el fascismo y la derrota militar y cultural de éste, se propone salvar algo y debe decidir si salvará los textos o a sus autores. Por lo general, creo que decide salvar los textos (que son, en mi opinión, lo único que importa de un escritor), pero la verdad es que (como se pone de manifiesto en la pesquisa que en 1977/1978 inicia Pietro o Peter Linden) también salva a algunas personas. No se salva a sí mismo, por supuesto; pero un escritor raras veces puede hacerlo.

 

-Poco a poco veremos, en este inventario de nombres, de hechos, de libros, lo importante que es el narrador. ¿Qué podemos decir de él sin despejar incógnitas? ¿Cómo es su punto, en qué medida no es un especulador?

 Ningún narrador es un observador inocente u objetivo y lo sorprendente no es que el de No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles no lo sea, sino el hecho de que, en su mayoría, la literatura contemporánea en español no parezca haberse dado cuenta de ello hace años.

 

-El libro planea todo el tiempo en la relación entre fascismo y vanguardia. ¿Qué vínculos existen, por qué gentes tan reaccionarias se sintieron cautivadas por la modernidad?

 Vanguardia y fascismo se vincularon inicialmente por un rechazo a lo viejo que a mí, personalmente, me parece la forma más inteligente (aunque la más peligrosa) de relacionarnos con el pasado: el tránsito de ambas fuerzas desde la extrema izquierda a la extrema derecha constituye, además, una especie de advertencia, pero es inevitable que esa advertencia sea desoída una y otra vez.

 

-Siempre que se habla de fascistas y conversadores, se piensa en Ezra Pound, presente en el libro. ¿Qué ha significado para las letras y para la reacción este autor?

Una perplejidad, creo. ¿Estaba loco o no lo estaba? ¿Hasta qué punto hacía el payaso y en qué medida era serio? ¿Qué esperaba? ¿Cómo un humanista como él pudo adherir a una de las ideas más deshumanizadoras del siglo XX? Justo Navarro respondió estas preguntas en una novela espléndida y relativamente reciente titulada “El espía”, pero la perplejidad permanece, y no me parece mal que así sea.

 

-Entre los asistentes a ese congreso, que no se celebró, llevas a varios españoles, entre ellos a un zaragozano. ¿Por qué te has fijado en Masoliver?

 Muy posiblemente por la historia de los tres fusilamientos a los que sobrevivió, que es una historia que debería hacernos reflexionar a autores que a menudo no nos creemos capaces de sobrevivir a una reseña.

 

-Santa Marina ha sido objeto de una tesis del poeta aragonés Juan Marqués. ¿Lo sabías? 

No lo sabía. Al igual que sobre Masoliver, yo no sabía demasiado sobre Santa Marina cuando comencé a documentarme para la novela. Pero fue durante ese proceso de documentación que se puso de manifiesto que la literatura fascista europea tenía autores como Masoliver y Santa Marina que merecían lo que podríamos llamar una “segunda oportunidad”. Al menos una parte de su obra me parece relevante, y creo que la literatura española se empobrecerá, al igual que nuestra experiencia como lectores, si no los incorporamos de algún modo.

 

-El gran momento de la novela, el gran secreto, es la convivencia entre un fascista y un partisano y el eco de los libros. ¿Era eso lo que más te interesaba en el fondo?

Me interesaba la pregunta de qué variables determinaron en un período muy trágico de la historia europea de qué lado se estaba y cómo esas variables, al igual que las ideologías que las determinaban, fueron puestas a prueba durante ese período. Me interesaba tratar de averiguar si la ficción podía contribuir a una discusión acerca de qué sucede cuando nuestras ideas políticas y nuestras prácticas se enfrentan y qué debemos hacer cuando esas ideas ya no resultan útiles para actuar de forma ética, que creo que es una pregunta muy contemporánea.

 

-¿Qué le debes a Borges, a Bolaño y a Enrique Vila-Matas? ¿Serían tus referencias?

Los tres fueron/son escritores magníficos, y me alegra que mi trabajo sea asociado con el suyo porque les debo mucho. También le debo mucho a quienes, además de Borges, fueron nuestros maestros: Georges Perec, Flann O’Brien, Italo Calvino, Marguerite Duras, Arno Schmidt, Maurice Blanchot, Heimito von Doderer. Nosotros somos hijos de ellos (y también de Borges, claro).

 

¿Cómo entiendes la novela, cómo la vives?

La entiendo y la imagino como un mundo dentro del mundo, como una especie de vida imaginaria que, para quienes pensamos principalmente en nosotros mismos como lectores, es también vida mejorada, la parte que más nos interesa de este siempre demasiado breve tránsito por el que consuetudinariamente es denominado un “valle de lágrimas”.

 

¿Qué buscas con los títulos?

Advertir al lector de que se encuentra frente a un juego, y que ese juego tiene reglas distintas a las de otros juegos que ha jugado. Si el lector decide jugar, lo hace por un amor por lo poco habitual, por lo que pretende no ser la repetición de lo ya visto y hecho, que es admirable y que yo soy el primero en celebrar: pero que no diga que no está advertido desde el título de mis novelas de que hay aquí un nuevo juego, que exige un nuevo autor y un lector también nuevo.

 

*La foto de Patricio Pron la tomo de aquí: 

http://www.duendemad.com/leer/patricio-pron-leer-y-escribir

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