ADIÓS A PILAR VICENTE DE GELLA
ADIÓS A LA POETA Y EX BAILARINA
PILAR DE VICENTE-GELLA
Pilar de Vicente-Gella acaba de fallecer en Madrid, sentada en un sofá de su casa, de un infarto al corazón. Poeta y narradora, había publicado una larga docena de libros, diez poemarios y tres volúmenes en prosa, el primero de ellos, de narraciones, apareció en Heraldo de Aragón: ‘El trasplante y otras narraciones para casi adultos’ (1981). Esta mujer de mundo, viajera y sensible, que adoraba la música, la poesía y las bellas artes en general, había nacido en Zaragoza en 1942, un día de San Jorge. Pronto despuntó como bailarina de ballet clásico. Estudió en su ciudad, en París, en Cannes y Montecarlo, y en la temporada 1967-1968 integró la compañía del Ballet de la Ópera de Montecarlo. Se casó con el diplomático Fausto Navarro y eso la llevó a vivir en distintos lugares del mundo: París, Liverpool, la India, etc., hasta que se instaló en Madrid.
Si el ballet fue la pasión de su juventud, la literatura iba a ser su auténtica vocación, y en particular la poesía, llena de emoción, de tersura, centrada en los grandes temas: el amor (“Amar es el verbo. El resto, incidencias del paisaje”), el paisaje, la palabra (“La palabra es un arma casi silenciosa”), el recuerdo de la infancia, los sueños, el universo familiar, la pulsión de la belleza, la serenidad de los recuerdos, etc., el paso del tiempo. Por ejemplo, en su libro ‘A contratiempo’, de poesía y aforismos, escribió: “No matéis nunca el tiempo. Ya se toma él la molestia de matarnos”. Algunos de sus colecciones líricas son: ‘La eterna prometida’ (Andrómeda, 1987), ‘Cuarto creciente’ (Andrómeda, 1990), que es su particular homenaje a la poesía árabe y que se presentó en la Biblioteca Nacional, ‘En el frágil costado de la infancia’ (Diputación de Zaragoza, 2000), ‘Réquiem de julio’ (Torremozas, 2006), un libro dedicado casi por completo a su amigo el poeta de los 50 Claudio Rodríguez, que moría demasiado pronto en un hospital de Madrid. “Hoy, catorce de julio. / Y Claudio se nos muere, poco a poco, / entre sábanas tersas”.
No podemos olvidarnos de su novela ‘Por amor a Wolfgang Amadeus’ (Grupo Libro 88, 1998), centrada en Mozart. En el pasado 2015 publicó dos nuevos libros: ‘Tornaviaje’ y ‘A contratiempo’, este dedicado a sus nietos, ambos en Torremozas. Pilar de Vicente-Gella había participado en numerosas revistas, en diarios como HERALDO (recuerda su gran amigo Alfredo Castellón que mandaba crónicas y reportajes cuando vivía en la India), fue seleccionada por Ángel Guinda para su antología de poetas aragonesas, ‘Yin’, en Olifante y había sido traducida al francés, al portugués y al inglés, entre otras lenguas. Ha sido incinerada y fue despedida en una capilla de San Antonio de la Florida, territorio de su amado Goya. Sirvan sus propios versos de adiós: “No conozco el color de las plegarias. / Pero ruego a los cielos, si aún existen, / que no olvides por siempre / aquel único gramo de locura”.
DOS POEMAS DE PILAR VICENTE GELLA
DOS POEMAS DE PILAR VICENTE GELLA
-De ‘La casa abandonada’ (Torremozas, 1995).
6
Tú casa, cauterio de otras horas, hoy caudal
de vacío y de llanto
¿donde irás este dia?
¿Dónde tus blancos muros se asentarán indemines,
ajenos a nosotros?
¿Qué manos, qué quejidos te rozarán la piel?
Eras como el castillo que me conto en mi infância
el verbo de mi madre,
en las anochecidas tan privadas de luna,
cuando el piano en la sala,
rezaba con Beethoven
y una algarabía de pan y chocolate
me manchaba las manos.
Eras urna que, dócil, intentaba el refugio.
Eras almud que, suave, aceptaba mi siembra.
Y hoy han muerto casi todos tus habitantes.
Sólo yo permanezco
si es salvarse de muerte este vivir cegado.
Resta mi voz tan solo.
Esa voz que atenaza
la blancura tan gris
de tus cuatro paredes.
Y te ruega, te grita, te impone: no olvides.
Casa, recuerda siempre a quienes te habitamos.
En ti seremos sombras
que abriguen tus pasillos.
De nuevo otorga voz
a aquello que em ti mueren.
Y yo que vivo aún
— si vivir se pudiera con tanta muerte atrás
atándome los pulsos —
habré de bendecir
para siempre la puerta que fue mía.
10
iQué lejanas horas
en que pudiera amar a padre y madre!
Habiada de sombra está la casa.
En cada leve quicio
un crisantemo llora su letargo.
¿Y por qué tan altivos corredores
aún protegen mi melancolía?
Tal vez perdura el milagro del verbo
arropado por las blancas paredes.
Tal vez, en mi renuncia,
creo oir el bramido de la casa
protegiendo mis manos de tantas flores muertas.
-De ‘Réquiem de julio’ (Torremozas, 2006)
Hoy, catorce de julio. Clínica del Rosario.
Y Claudio se nos muere, poco a poco,
entre sábanas tersas.
Tan blancas, tan lavadas,
más blancas que sus sienes
teñidas de azabache.
Su rostro ya ha adquirido ese gris macilento
que nos aguarda a todos, pues la muerte es cercana.
Me ha reconocido.
Ha dicho algo.
Tal vez fuera importan, o así creo.
Tal vez su despedida.
Mas no logro raptar todo su verbo.
Me quedo sin el último mensaje.
Cojo el cincuenta y uno. Príncipe de Vergara.
Llego a Alcalá. Gran Vía.
Y ni siquiera llueve en esta hora.
Espero mi transporte.
Enciendo mi suicidio en un cigarro.
Y ahora me doy cuenta de que tanta tristeza
humedece mis ojos
como un río pequeño que no tuviera orillas.
DESPEDIDA DE CRISTINA VIZCAÍNO:
Pilar de Vicente-Gella, Piluca para los amigos, fue una mujer extraordinaria, de un gran corazón inteligente. Valiente para ser siempre ella misma respetando y amando a los demás. Fue rebelde y amable, independiente y generosa. Sabía dar y recibir. Amaba el arte y lo creaba. Nos ha dejado mucho y por eso siempre estará con todos nosotros. Dejó escrito: "Moriré realmente el dia en el que, aquellos que me aman borren mi palabra".
*La foto es de un magnífico fotógrafo búlgaro Nikola Borissov.
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Agustín -
asda -
Cristina Vizcaino -