Blogia
Antón Castro

EN EL ADIÓS A VÍCTOR MORA

EN EL ADIÓS A VÍCTOR MORA

Víctor Mora, aventura, intriga

medieval y héroes positivos

 

El guionista, traductor y novelista creó grandes personajes como el Capitán Trueno, el Jabato, el sheriff King o el corsario de hierro

 

Antón CASTRO

Víctor Mora (Barcelona, 1931-2016) parecía un señor lacónico, de respuestas breves y secas, sin paja, pero la verdad es que era todo lo contrario: se daba la importancia justa y manejaba un manantial inagotable de anécdotas que contaba con mucha gracia. Fu un luchador que creyó en un puñado de ideales: la libertad, la República, la aventura, la imaginación mezclada con fantasía, el sueño de los héroes, casi siempre con compañía, y también los derechos de autor del guionista. Los tebeos marcaron su vida, casi tanto como su condición de exiliado de España a los cinco años debido a la militancia de su padre. Fue generoso con los otros, admiró a los grandes –Milton Caniff, Harold Foster, Alex Raymond, Frank Robbins, Freixas, Jesús Blanco o Paco Roca; se sabía un personaje de ‘El invierno del dibujante’- y trabajó a gusto con muchos dibujantes (y no solo Ambrós o Ángel Pardo, ilustradores de ‘El Capitán Trueno’). Su poética, o su modo de estar en el mundo y en la creación, podría resumirse así, tal como dijo en un chat: “Trabajar, trabajar y trabajar y, sobre todo, leer muchos libros de todo tipo y no solo de cómic. Ser muy curioso y fijarse y aprender de lo que también hacen los demás”.

Nació en Barcelona, donde vivió hasta los cinco años. Luego su familia se instaló en Francia y él creció rodeado de cómics. Le atrajeron de inmediato los héroes americanos y cuando regresó a Barcelona, tras la muerte de su padre en Limoges, a los once años, estaba envenenado de tebeos, de trazos, de personajes, de tintas. Tuvo que ayudar a su madre y realizó diversas faenas, pero la vocación era más grande y debutó, casi de puntillas, en 1948, a los 17 años cuando empezó a colaborar en ‘Doctor Niebla’, que dibujaba Francisco Hidalgo, e incluso hizo sus pinitos como ilustrador de ‘Capitán Kerr’ para la revista ‘Historieta’, pero la experiencia no le satisfizo. En cambio, se sintió más cómo con un nuevo proyecto con Hidalgo, ‘Al Dany’ (1953) en un tiempo en que el cómic suponía una vía de escape y a una adicción constante. Por aquellos años, Iranzo triunfaba en Bruguera con ‘El Cachorro’ y en la editorial le buscaron un contrapunto y un acompañamiento. Apasionado de la aventura, del universo medieval y del ciclo artúrico en particular –el Rey Arturo, Ginebra, Merlín y sus caballeros: Lanzarote del Lago, Galván, Tristán de Leonís, etc.-, el joven Víctor Mora concibió ‘El Capitán Trueno’, al que llevó a las Cruzadas, lo situó cerca de Ricardo Corazón de León, y le inventó tres compañeros: el joven Crispín, el gigante Goliath y la bella y escurridiza Sidgrid, aquella enamorada rubia y carnal que esperaba regresar su reino algún día. Víctor Mora firmó sus guiones, de partida, con el seudónimo de Víctor Alcázar y contó con un colaborador de lujo: Miguel Ambrosio Zaragoza, Ambrós, que hacía unos dibujos muy eficaces. Ambos cuidaban la planificación, los detalles, la puesta en escena, y eran partidarios de la aventura por la aventura. Dentro de un tono ligero de comedia, había suspense, viaje, peripecias, fantasía. De aquellos cuadernos apaisados semanales se llegaron a vender más de 300.000. ‘El Capitán Trueno’ alimentaba de fábulas y de sueños las infancias y adolescencias españolas. Aquel héroe encarnaba un ideal de justicia. era el bueno por excelencia y siempre estaba dispuesto a reparar males y fechorías y a escarmentar a los villanos.

Para Víctor Mora, pese al éxito, no todo eran días de vino y rosas. Cercano al PSUC, en proceso de reorganización en la clandestinidad, colaboraba con el partido. Lo detuvieron con su compañera Armonía Rodríguez por comunista y masón y los mandaron un tiempo a la cárcel Modelo de Barcelona. Al salir, decidieron exiliarse un tiempo en Francia, hacia 1963. Víctor Mora no había parado de trabajar y de imaginar argumentos: ‘El Capitán Trueno’ duraría entre 1956 y 1968. En el país vecino siguió creando historias y colaboró en diversas publicaciones como ‘Pif’, ‘Vaillant’ y ‘Pilote’. Más tarde extendería sus tentáculos hacia Bélgica y, ante todo, fortaleció su condición de escritor en catalán con novelas como ‘El plátens de París’ y ‘El café del homs tristos’, ambas de 1966. Volvió a España y no paró de crear personajes y de colaborar en diversos frentes: en la traducción, en los artículos de prensa, en la ficción narrativa y en los guiones de historieta. Ahí están personajes suyos como ‘El cosaco verde’, ‘El corsario de hierro’, ‘El sheriff King’ o ‘Las crónicas del Sin Nombre’, que ilustró Luis García. Al especialista Ramón Pérez Rodríguez le dijo: “Todo relato de aventuras contiene acción, suspense, intriga y humor”. Y le contó que la censura era incorregible: a sus héroes medievales les quitaron las armas y los dejaron con el puño en alto. Paradojas del sistema. En 2006 presentó ‘El gran libro del Capitán Trueno’ en su 50 aniversario, escrito en colaboración con su compañera Armonía Rodríguez. Y dijo a modo de resumen definitivo: “La calidad no envejece y el Capitan Trueno tampoco”. Fallecía en Barcelona el pasado miércoles: antes de partir, enfermo de cáncer, seguro que se encomendó a su héroe más romántico y positivo.

 

*La foto de Víctor Mora se publicó en varios periódicos y es de Efe. El artículo apareció en la sección LETRAS ESTIVALES de Heraldo.

0 comentarios