SERGIO ABRAÍN, HACIA LA LONJA: "LA PINTURA ME CONECTA CON LA VIDA"
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"Soy una persona conectada a la vida y su sentido a través de la pintura. He sido, soy y seré pintor, y me reconozco esencialmente en la pintura, aunque vivamos en una época de tecnologías, que uso y asumo. El arte ha sido todo un viaje para mí, un viaje de conocimiento, de curiosidad, de aprendizaje”,dice Sergio Abraín (Zaragoza, 1952), que ultima la muestra que inaugurará el próximo 5 de octubre en la Lonja y que constará de 90 piezas de distintas técnicas y soportes.
Añade: “Es curioso. Soy un pintor muy zaragozano que ha mirado al mundo y los diversos movimientos de mi época. He vivido aquí, he trabajado aquí, me la jugado aquí, y seguramente soy más maño de lo que yo mismo había pensado. ‘Rompiendo el tiempo (1974-2018)’ es, en ese sentido, un homenaje a Zaragoza, un encuentro con mi ciudad, y un homenaje a varios amigos que ya se han ido y que quiero que estén presentes: artistas como Eduardo Salavera y Emilio Abanto, o diseñadores como Carlos Zaro, que me enseñó mucho y fue un maestro para mí”. A esos homenajes explícitos, Sergio Abraín suma los de aquellos -poetas, narradores, periodistas, filósofos, historiadores del arte, etc.- que han escrito de su obra a lo largo del tiempo.
Sergio Abraín el púlpito. Siempre ha cultivado el humor, la ironía y la transgresión. Archivo Abraín.
Dice Abraín que aquella exposición en el Palacio de Sástago de las salas Patagallo y Caligrama -de las que fue “catalizador o agitador cultural. Era un encargo de Alfredo Romero”- fue casi un ensayo para esta exposición en la Lonja bastantes años después. “Decidí hacer una retrospectiva que abarca 44 años. Desde mis orígenes hasta ahora mismo veo que hay una coherencia y un conjunto de obsesiones que se repiten -añade Sergio Abraín-. Me ha interesado el surrealismo siempre, y está en mi obra a lo largo del tiempo, y me han interesado asuntos y series como la vertiente social, el paisaje, el cuerpo humano, las máquinas y el maquinismo, los espejos y el agua. A todos ellos les he dedicado serie específicas, períodos de entre 10 y 12 años. Al preparar esta muestra me he dado cuenta que esas obsesiones aparecen, desaparecen y reaparecen con insistencia”.
Sergio Abraín declara, “a diferencia de lo que a veces pasa con otros artistas”, que él sí se reconoce en sus primeras obras, impregnadas de figuración y de denuncia social, y que ha querido mostrar la obra de un artista de su tiempo que se ha enriquecido con un sinfín de referencias: la obra literaria y plástica de los surrealistas franceses; la obra pictórica de Fernand Leger, Max Ernst, los expresionistas norteamericanos, con Willem de Kooning a la cabeza, pero también los futuristas italianos y la transvanguardia. Cita a ensayistas como Jacques Lacan, Gilles Deleuze, Roland Barthes, “que fue clave en mi inclinación hacia los signos”, y Gaston Bachelard. Y, por supuesto, Miguel Labordeta, que “fue revulsivo para mí. A él le debo el término ‘metalírico’ con el que ha bautizado algunos de mis cuadros. He sido un gran lector de su poesía, que no es nada fácil, pero yo me siento identificado con ella. He hecho dibujos y caricaturas basados en su poesía y en él mismo, pero al final no ha salido ese proyecto; sigue por ahí aparcado. Fue clave en mi conocimiento del poeta la colaboración con uno de sus grandes estudiosos como Antonio Pérez Lasheras”, explica el pintor.
Así captó Arturo Burgos a Sergio Abraín. Arturo Burgos.
‘Rompiendo el tiempo (1974-2018)’ es el álbum de creación de un pintor que no ha dejado de experimentar, que siempre ha estado en el camino, que ha participado en grupos como el Colectivo Plástico, que colaboró con el movimiento vecinal y diversas asociaciones y que sigue trabajando en Arte y Terapia con diversos colectivos de enfermos mentales. “Sí, pero esta es una exposición más personal. He intentado proponer un recorrido pictórico entretenido y didáctico en ocasiones. Quiero que se vean los recursos técnicos, las técnicas y el juego”, señala.
Ese paseo en el tiempo que es la muestra se ha dividido en siete partes o períodos: la obra de intervención y denuncia y su evolución, la presencia del color, que pasa por épocas de acidez y de exaltación, la pintura de acción, con chorreo y gestualidad, el paso hacia un arte más total, más expresionista y de signos , el homenaje al cantante José Afonso, la aparición de las estructuras y la geometría, la presencia de los objetos, los desnudos, “casi siempre femeninos”, los tubulares y, finalmente, los dioramas, “algo que ya procedía de épocas anteriores mías. Me gustan mucho las cajas, esos escaparates, donde establezco vínculos con la arquitectura. En esta parte final también hay una obra curiosa: la visión a mi manera del éxtasis del caballero San Jorge ante la princesa”, concluye.
Sergio Abraín, en los año 70, cuando empezaba su carrera. Arturo Burgos, fotógrafo de HERALDO.
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