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Antón Castro

DOBLE EXPOSICIÓN DE DIEGO IBARRA

 

“Considero que las fronteras entre arte y fotoperiodismo son muy difusas”, dice Diego Ibarra, fotorreportero y artista zaragozano que presenta dos exposiciones bien distintas en estos momentos: ‘Alive and Well’ en la galería Rafaella de Chirico, en Italia, y Iron Kids: militarización de la educación en Ucrania”, en la Bienal de Córdoba.

Explica que ‘Alice and Well’ es una canción de la banda de punk rock, Rise Against, de Chicago, que le acompaña desde hace años. “Me evoca muchos recuerdos, carreteras, buenos amigos, errores, aprendizaje, actitud y rasmia. Me recuerda lo que fui, soy y debo hacer para poder ser. Nosotros somos los que hacemos nuestro camino. Raffaela, la galerista italiana, quería titular la expo con una canción”, revela.

Para definir su oficio, Diego Ibarra acuerda a una frase que ha interiorizado el fotógrafo y teórico Joan Fontcuberta: Imago ergo sum. “Soy un pintor de luz durante y después de la violencia: busco que mis imágenes vayan más allá del dolor y se transformen en un realismo mágico que cuente el mundo contemporáneo, que sean álbumes de sombras y sueños contra el espanto”. Piensa que la fotografía debe ser como una íntima y personal ventana que muestra la crudeza del mundo y que ayude a fomentar la curiosidad y el pensamiento crítico. Y hay que hacerlo sin narcisismo, “defendiendo el papel de mensajeros sangrantes. La fotografía para mí es aire, motor, utopía, cambio, don y maldición…”
En Italia, donde permanecerá hasta el 27 de abril, ha abrazado una fotografía distinta a la habitual: “Sí. Podría definirla como la de la poesía y la textura, la piel y su reflejo, el color, la sombra y la luz que baña y da forma a la materia para crear preguntas y mostrar realidades”.

‘Iron Kids’ se presenta hasta el 19 de mayo en la Bienal de Córdoba y está comisariada por Pilar Irala, fotógrafa y profesora y coordinadora del Archivo Jalón Ángel. Ahí se exhiben fotos sobre la guerra, la injusticia social y la infancia interrumpida por la violencia. “Hay máscaras antigás, trincheras, granadas, repetición de himnos patrióticos y rifles de madera. Cientos de niños se adiestran en disciplinas militares, patriotismo, valores nacionalistas y prácticas de tiro”. Son imágenes del conflicto armado en Ucrania entre las fuerzas de Kiev y los separatistas de Donbass, apoyados por Rusia. El enfrentamiento ha entrado en su quinto año.

Explica Diego Ibarra: “La guerra se anquilosa. La necesidad de reforzar la creencia y la fe ciega a la patria se inyecta en las venas de las nuevas generaciones, desde muy pequeños. El tiempo para jugar ha terminado. El adoctrinamiento está secuestrando una infancia marcada por una guerra muy real. Mientras esto sucede, Europa no parece ver estas tinieblas”.
Todas las fotografías están tomadas en 2018 en Ucrania, en la República Popular de Donbass. ‘Iron Kids’ es la continuación de su proyecto fotográfico ‘Hijacked Education’ (‘Educación secuestrada’), que se inició en el año 2010 en Paquistán y que muestra las consecuencias de la violencia ejercida sobre la educación en zonas de conflicto.
“La guerra no termina con el sonido final de una bala, un casquillo vacío en el suelo, una bandera que se alza. El iceberg de la batalla retumba y se extiende desdibujando el horizonte. Las heridas abiertas de la guerra escriben con sangre el futuro de millones de niños. La violencia se filtra en los países limítrofes que absorben caóticamente una generación destinada a crecer en el exilio y sin posibilidades de formación, de educación y, por tanto, sin un futuro de progreso”, dice el fotógrafo, y recuerda que los países que forman parte de este trabajo, y que ya han sido fotografiados, son: Pakistán, Siria, Irak, Líbano, Colombia, Ucrania, Afganistán y Nigeria.

“Vivir de la fotografía cada día es más difícil. Las tarifas cada vez son más precarias. Los equipos más costosos. Cada vez hay menos ‘feedback’ con los editores, más intrusismo, menos respeto, menos valoración y eso desgasta en todos los niveles”, señala. Vive muy lejos de casa, publica en periódicos de medio mundo y el porvenir es tan incierto y doloroso como el presente. “Llevo más de una década en esto. Sigo mirando hacia delante. No me arrepiento. Es duro pero seguimos en el camino, cayendo, aprendiendo y viviendo. Millones de personas no pueden elegir qué hacer con sus vidas. Imago ergo sum”, concluye el fotógrafo aragonés.

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