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Antón Castro

CON JEMMA MARKHAM EN TORRE DEL VISCO

El silencio romántico de La Torre del Visco*

 

 

Jemma Markham (Inglaterra, 1950) vino a España en 1973 y en Madrid se cruzó con su paisano Piers Dutton (1943-2013), que trabajaba para varias editoriales inglesas. Pronto se convirtieron en pareja. “Recuerdo que cuando nos casamos por lo civil en 1981 el juez estaba un poco perplejo: vivíamos los dos en la misma casa y aquello aún le chocaba un poco”.

Jemma había sido durante algunos años la chica de la maleta: recorría el país en coche para vender libros. “Era una estampa infrecuente. Me sentía un poco como George Borrow, el autor de ‘La Biblia en España’. Al cabo de unos años abrimos una librería en la calle Génova, con un socio y amigo: Manuel Arroyo, que creó el sello Turner. Nos fue muy bien. La librería era un lugar donde venían muchos amigos, entre ellos José Bergamín”. Al lado, en el número 5, abrieron una tienda de música. Era muy bonita, sofisticada, y “espantaba a los tímidos. Ese negocio teníamos que haberlo integrado en la librería y haber creado un paso interior entre los dos locales, pero de esto te das cuenta luego”.

Piers era un cocinitas. “Lo era, desde muy joven. Había heredado la pasión por la gastronomía de su madre y de su tía. Me sedujo por la comida. Compramos una finca en Segovia, de cuatro hectáreas, y allí recibíamos a los amigos los fines de semana. Era un lugar precioso, un auténtico paraíso. Piers cocinaba para todos y mostraba cómo lo hacía. Sus secretos. Sus habilidades. Hasta que la cocina empezó a llenarse de gente y un día, exasperado, dijo: “Aquí no hay quien trabaje. ¡Fuera todos!”. A partir de entonces, iban pasando de uno en uno. Y él disfrutaba mucho. Le gustaba el concepto de cocina abierta, algo que íbamos a mantener en nuestra próxima aventura en La Torre del Visco”, recuerda Jemma.

Hubo un momento que percibieron los dos que Madrid se había vuelto un lugar hostil. Hacia 1991 pensaron que era el momento de cambiar de vida. “No teníamos hijos. Nos dijimos: “O lo hacemos ahora o ya no lo hacemos nunca”. Recorrí más de 100.000 kilómetros buscando un refugio. Visité los pueblos de Castilla, algunos lugares de La Mancha, Talavera de la Reina, me fascinaba aquella luz tan especial, tan blanca y poderosa; también buscamos en Gerona, sin demasiada suerte”. Un día un amigo le habló de “los pueblos preciosos del Matarraña” y un agente forestal le recomendó un lugar al que se llegaba por una pista forestal de cinco kilómetros, en Fuentespalda, que estaba en venta. Vio La Torre del Visco, y llamó a Piers y le dijo: “Lo he encontrado”. La finca tenía casi 90 hectáreas de terreno y había agua.

Firmaron el contrato de compra el 5 de febrero de 1993. Y empezaron la obra en marzo. “Pecamos un poco de ingenuos. Constituimos una constructora y quisimos contratar gente de aquí. No fue fácil, la gente tenía sus ocupaciones. Aprendimos sobre la marcha. A veces pienso que fue una temeridad. Inauguramos a finales de 1994, pero, en realidad, La Torre del Visco empezó a funcionar en 1995. En 2020 celebraremos nuestro primer cuarto de siglo”. Recuerda que el banquero que tenía que prestarles un crédito le dijo a Piers: “Cómprense un Mercedes; con ese coche tan viejo, la gente pensará que no pueden pagarles”. ¿Qué que tiene el Matarraña? Es un lugar especial, con un clima y una vegetación de Mediterráneo interior: olivos, almendros y viñedos. Tiene atmósfera, una luz muy bonita, historia. No sé que tiene pero carece de malas vibraciones. La gente es muy generosa y nos acogió con cariño”.

Todo salió muy bien, desde el principio, gracias a la promoción que hicieron especialistas como Elena Butragueño y Fernando Gallardo, que lo situaron pronto entre los lugares con encanto. Abrieron con 9 habitaciones y ahora se han incrementado. El espacio, con sus jardines, su invernadero, su huerto y sus vistas, desde los veladores, impresiona. Pertenece a la Asociación Relaus & Chateaus, que acaba de galardonar a Jemma. Allí se hospedaron los actores de ‘Libertarias’, entre muchos otros.

La Torre del Visco posee una bodega impresionante, suites, su famosa torre cuadrada, un ambiente de sosiego y silencio, etc. “La Torre del Visco, como el Matarraña, es un mundo. El huerto produce todo el año prácticamente y es muy importante para nosotros”. Piers y Jemma se integraron de inmediato en la vida de la comarca, “que tiene agricultura y ganadería intensivas. Nosotros mismos también tenemos nuestros animales. Y aquí han surgido muchos proyectos como Senda o El Convent, colaboramos con el librero Octavio Serret y con artistas como la difunta Gema Nogueras y Dominique Goffard, que dieron vida a la Antigua Fábrica Nogueras. Siempre hemos abierto este espacio al arte, a la música, a la literatura y a la contemplación de las estrellas”.

La Torre del Visco ofrece un pack romántico. “Quienes más lo piden son las parejas maduras”. Si la botillería es completísima, la biblioteca es una maravilla. “Al final es el lugar favorito  de la gente. No tenemos televisión en las habitaciones. La gente y ojea una cosa, que le lleva a otra y a otra, y al final se sientan a leer. Los huéspedes nos dicen que es la habitación mágica”.

Piers murió de cáncer en 2013. Pero Jemma sigue ahí, ilusionada, con un equipo entusiasta e implicado. A veces, cuando baja por la prensa a Valderrobres o recoge rosas, tiene la sensación de que él aún está a su lado y le musita: “Qué inconscientes éramos, Piers”.

 

*Este texto ha aparecido en el suplemento 'Con mucho gusto', que coordina José Luis Solanilla en 'Heraldo de Aragón'.

 

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