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Antón Castro

DIÁLOGO CON THOMAS B. REVERDY

El escritor Thomas B. Reverdy ha estado hace unos días en Zaragoza, en el Instituto Francés, que dirige Laure Vazquez. Ella fue su anfitriona y la traductora de este diálogo en torno a su novela, ‘El invierno del descontento’, que publica ADN y que finalista del Goncourt. Cuenta la historia de una joven actriz, Candice, y del ascenso de Margaret Thachter, en un tiempo en que el mundo bailaba al son del estrépito del punk.

¿Es usted un escritor político?

Ja, ja. Esta es de todas mis novelas la más frontalmente política. Con seguridad.

Parece que sus libros tienen una documentación muy intensa, muy preparada… ¿Cómo la aligera?

Aquí hay más que la documentación del entramado histórico, hasta las canciones forman parte de la novela. De todo ello me quedo con citas, que voy dejando por aquí y por allá y que van comunicándose entre ellas, y de ello sale un subtexto.

-¿Por qué quiso hacer este viaje al año 78/79 y al ascenso de Margaret Thahtcher? ¿Y en qué medida está haciendo una reflexión sobre ahora mismo?

-Yo jamás tuve la sensación de estar escribiendo una novela histórica, sino que tenía la sensación de que la estaba escribiendo desde hoy, desde ahora mismo. Eso era importante para mí. Hasta la idea de ir a buscar en esa época de Margaret Thatcher… Parece que estamos, de nuevo, en el mundo thatcheriano.

-¿Eso piensa?

-Vivimos en una época bastante caótica, con sobresaltos por todas partes, y parece el final de un ciclo. Y ese ciclo de de globalización y de capitalismo se abrió con ella. Y todo eso hoy no funciona. Estamos en una época como de dibujos animados corriendo ante el precipicio. Sigue habiendo algunos ultraliberales que dicen: “Sigue corriendo más rápido”, pero la gente que tiene un poco de sensatez o de clarividencia grita: “Socorro”.

-Da la sensación de que en su novela hay un eco del cine de Ken Loach. ¿Podría ser?

-Sí, sí, más bien de sus primeras películas. Cuando él era un poco optimista y había como un feliz desorden. Cuando la música era capital, se vivía de cualquier modo con grandes ilusiones.

¿Por qué sucede la acción en Londres y no París?

-Yo creo que en París no se dieron cuenta de que el mundo estaba cambiando con Margaret Tchatcher. En 1981 se eligió un presidente socialista, iba a contracorriente de lo que estaba sucediendo en Inglaterra, y este presidente, Miterrand, nacionalizó muchas cosas, protegió en sus inicios a Francia de la llegada de la globalización.

-¿Por qué eligió a Candice, una mujer que además quiere ser una actriz?

Lo de actriz es muy sencillo: es una joven que está buscando su sitio, y eso es un poco como buscar tu papel. Es una correspondencia. Eso me permitía, además, establecer un vínculo con Shakespeare y con el trasfondo social cambiante ¿Por qué una mujer? Eso es más misterioso: no sé por qué elegí a una mujer…

-Una mujer que es casi la única, en medio de muchos actores, y que va a hacer un papel de hombre, Ricardo III…

-Esta historia señala muy bien porque la novela es política. Y eso me sobrepasa en mi voluntad de escritura. En cuanto tiene a su heroína hace teatro y va a hacer su papel en Ricardo III. Y a partir va a haber un tema feminista, esos papeles y esos juegos de poder los va a encarnar una mujer.

-Me ha parecido que la novela tiene dos preocupaciones muy claras: cómo una mujer se hace a sí misma y la identidad.

-Hay cosas que proceden de mi novela anterior, inmersa en el mundo empresarial. Ahora reflexiono sobre el inicio de la caída del capitalismo con personajes que permiten también abordar el poder y el empoderamiento. Pero también se habla de amistad, de luchas y abusos de poder que llevan a la ruina.  

-¿Aborda también la construcción de la juventud?

-Sí, la cultura permite eso: buscar quiénes somos, liberarse, tener ídolos en distintos campos, la música punk nos sitúa inmediatamente, fue un período corto… Es una música revolucionaria, hecha por gente joven que no son músicos como los Sex Pistols… El eslogan de los Sex Pistoles era ‘no future’. La reacción era decir: “Muy bien, entonces hago exactamente lo que me da la gana”.

-Funcionan muy bien los capítulos cortos y rápidos...

-En ‘El invierno del descontento’ hay varias líneas de narrativa a la vez: el poder, el ascenso de Tachter, una joven actriz en Londres buscando su sitio. Escribir consiste en frenar los caballos y que vayan todos en sintonía, hasta que todas líneas del relato, intenso y breve, queden armoniosas. Me interesa también el trabajo y la colaboración del lector. Deseo que él sea capaz de conectar las distintas líneas, historias y conceptos que hay en el libro. Y que ocurra algo al leer.

¿Qué opina de los Chalecos Amarillos de Francia?

-No es una oleada de la extrema derecha, una cosa es que la extrema derecha o izquierda quieran asimilar y adueñarse de ese movimiento, pero los Chalecos Amarillos son gente que se está sintiendo que vive en un mundo caótico e injusto. Está claro que no podemos retroceder en la globalización, sería absurdo, pero tampoco debemos  contentarnos con correr cada vez más rápido hacia el vacío. Eso también es absurdo… Los Chalecos Amarillos son un grito contra la una precariedad, la miseria o la injusticia; son la expresión de un caos social. Y nadie sabe lo que va a salir de ahí. Y en Francia podría haber perfectamente una catástrofe en 2022.

¿Está preocupado?

Claro. Vivimos una de las épocas más increíbles de desamparo. La globalización ha creado paro en Europa, miseria en Asia y mi vaquero sigue siendo tan caro como siempre. Así que algo no funciona. Alguien ha cogido el dinero en alguna parte y en algún momento, y no se sabe dónde está. Nosotros damos dinero a los bancos para que ellos no vayan a la bancarrota. Es incomprensible.

 

 

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