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Antón Castro

'CUENTOS DE TEMPORADA': E. NAVARRO

'CUENTOS DE TEMPORADA': E. NAVARRO

Ernesto Navarro escribe y pinta sus ‘Cuentos de temporada’

 

El autor distribuye 22 cuentos a lo largo de los doce meses del año y hay de todo: amor, vampiros, viajes y veranos

 

En las guardas de respeto del libro ilustrado, de formato gigante, ‘Cuentos de temporada’, Ernesto Navarro, escritor e ilustrador, y editor de Pintacoda, ha colocado los doce meses del año y escribe en rojo un título que alude a uno de los 22 textos que forman este libro, divertido, fresco, lleno de guiños (del tipo, ‘Mies y Zaha decidieron irse a vivir juntos’, y así arranca ‘La Casa’), de bromas, de emociones y de risas.

El polivalente Ernesto Navarro ya había publicado ‘Laszlo’, la historia de un artista callejero que se movía en un mundo variado y marginal, y ‘Cuentos de Navidad para niños y padres’, ambos en el sello Pintacoda, en los que medía su capacidad de creación y su tendencia a los juegos literarios y a la referencias más o menos cultas, sin que eso aleje al lector.

Cuentos de temporada’ continúa su línea de sorpresa y paradoja. En el primer texto, ‘El día del libro’, dice en la frase incial: “Aquel veintitrés de abril, por primera vez, mi tío Aldo no trajo un libro”. Y a partir de ahí crea una narración donde rinde homenaje a Gutenberg y al mismo volumen que el lector empieza a leer. Luego se sumerge en otras historias: la del vampiro panadero, llamado Olegario, que debe enfrentarse a la noche de San Juan; el relato de la niña Gracia, que se zambulle en la piscina y se convierte en un pez.

Hay cuentos humorísticos, incluso crueles, pero también miradas casi costumbristas a lo que podría ser un día largo en un pueblo. O en la fiesta de la vendimia. Aborda un cumpleaños, se narra un embarazo con misterio, se cuenta el primer día de clase en la Escuela Robótica Infantil Y un viaje de Navidad por Manhattan. También anima, casi con microcuentos, el relato ‘La gran nevada’; el más corto dice: “Diana construyó un muñeco de nieve con paja, vino el lobo y lo sopló”.

Si Ernesto Navarro es imaginativo y juguetón en sus relatos, si piensa en sorprender y cautivar al niño, en la parte gráfica es, cuando menos, versátil. Se maneja en varios registros: es capaz de aproximarse al cartel, al retrato, a la ilustración pura y dura, a la viñeta, como en el citadoLa gran nevada’, y maneja por igual el retrato en solitario, como pasa en ‘Las golondrinas’ y con el moscardón Romeo en ‘San Valentín’, y las multitudes, como sucede en ‘Rompida de la hora’, donde plantea un ritual de tambores y bombos y túnicas violetas. Ernesto es un ilustrador claro y variado, puede ser clásico y moderno, transgresor y tradicional, y tiene sentido del color, de la composición y, por supuesto, de la ironía.

Parece que siempre esté dispuesto a dar otra vuelta de tuerca a todas las cosas. Hasta a su propio libro. Anota en un guiño de metaliteratura: “De esta manera, reuní 22 historias que encuaderné con la ayuda de mi madre. Cosimos las páginas en pliegos y añadimos unas bonitas cubiertas de cartón forradas en tela”.

 

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