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Antón Castro

ENRIQUE VILA-MATAS

ENRIQUE VILA-MATAS

Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) vuelve de la enfermedad con una novela, ‘Montevideo’ (Seix Barral), que en el fondo parece un viaje circular con todas sus obsesiones. La novela se presentaba el martes en el museo Pablo Serrano.

¿Tiene un diccionario de citas, lo elabora día a día?

No, no. He sacado muchas en mis libros, pero creo que jamás habían salido tan naturales. ¿Por qué? Porque forman parte de una conexión con la realidad. Si yo había estado en esta plaza de San Pedro Nolasco, y me acuerdo. Es una asociación de ideas de lo que he leído con lo que pienso en aquel momento. Y luego creo que es también eso que digo últimamente: la voz de mis novelas es la voz de un ensayista. De hecho, y en ‘Montevideo’ sucede, el autor de mis libros quiere ser ensayista y vuelve a narrar otra vez.

A provechando una pregunta que se hace en su libro, se la devuelvo. ¿Qué tienta a escribir a un narrador contemporáneo como usted? Un narrador que, por una parte, quiere contarlo todo y a la vez prefiere contenerse.

Viendo ‘El mal de Montano’ o ‘Doctor Pasavento’, dos de mis novelas, incluso lo que hice antes en ‘Bartleby y compañía’, se narra desde el punto de vista de quien piensa en directo. Uno pensamiento y ficción. Quien me conoce sabe que en París no fui delincuente. En la primera página digo esto para marcar la diferencia que hay entre los dos narradores.

Viendo sus libros, ¿podríamos decir que su escritura es como un palimpsesto, escribe usted porque han escrito antes que usted?

Alguien ha definido esta novela como un palimpsesto y estoy totalmente de acuerdo. No había caído en la cuenta. Es evidente que escribo sobre uno, sobre la escritura de los demás, sobre lo que he leído y asimilado, y encima en este libro voy más allá: paso a la habitación de al lado, que en este caso es Cortázar.

El libro empieza en París y acaba en París. En cierta manera, como dice en una de sus novelas, ‘París no se acaba nunca’ para Vila-Matas.

-No ha sido deliberado pero a medida que avanzaba me daba cuenta de que estaba siempre en París, que no es una ‘boutade’, sino que el mundo cultural de París, el mundo del aprendizaje humano (estuve allí dos años viviendo), fue una experiencia importante y me doy cuenta ahora más que nunca. Por eso está escrito desde París y la formación cultural es esta. Me muevo en el humor, en la ambigüedad y en la paradoja. Salvo un personaje, al que solo quiero darle luz, todos los demás personajes tienen luz y sombra.

¿Para usted, vivir la literatura, no es como hacer viajes que otros han hecho antes?

Sí. Con Tabucchi, del que fui muy amigo, me pasó algo precioso: daba conferencias a los balleneros de Porto Pim y les decía que él era un personaje del escritor Enrique Vila-Matas, que era yo. Los balleneros, imagínese, cómo lo miraban. Yo le copié la descripción literal del bar y un día Tabucchi me dijo: “¿Por qué me persigues?”.

Lo cuenta en el libro.

Soy un enamorado de sus libros ‘Dama de Porto Pim’ y de ‘Pequeños equívocos sin importancia’; a veces en las pequeñas piezas logras grandes cosas, profundidad y variedad. Estaba emocionado con la adaptación de ‘Sostiene Pereira’, y fue Marcello Mastroianni, el protagonista, a verlo a su pueblo. Y no tenían vino. Mastroianni fue a buscarlo a la fonda del pueblo, lo vieron entrar y se quedaron todos perplejos. Era un gran escritor.

Siendo la suya una voz de ensayista, da la sensación de que para usted la novela es un género de libertad total.

Sí, la realidad, en plan confesional, es que me encanta narrar. Ja ja ja. Todo el final del libro era una gran fiesta para mí. Cada vez tenía más cosas para contar. Lo que pasa es que el pensamiento me importa mucho, pero no soy tan experto como otros. Me doy cuenta de que la narración me gusta cada vez más.

Me ha encantado ese verso de Jorge Luis Borges: “Montevideo, ciudad que se oye como un verso”.

¿No lo he puesto en el libro, verdad?

Sí, sí, lo ha puesto.

Es cierto. Lo puse ya cuando estaba metido en el libro. Es fantástico.

Otra cuestión. ¿Cuál es la importancia del azar? Tengo la sensación de que usted es como un especulador del lenguaje, de los hechos, de personajes, de ambientes y atmósferas, pero no sabe muy bien a donde va. Y la realidad le va dando regalos...

¿Eso cree? Es posible, sí. Lo que ocurre es que no hay una sucesión lineal en la historia, y de repente pasa una serie de cosas seguidas que tienen relación entre ellas, pero en el tiempo. Una conversación que tenías con alguien continúa de repente sin darte cuenta, y el tiempo se puede quebrar. Esto viene de la sensación de que la memoria nos permite enlazar muchas cosas. Si tuviéramos un 10% más de memoria aún nos iría mejor.

Ha dicho que en este libro hay un cambio a partir del cuento ‘La puerta condenada’ de Cortázar, que intenta revivir en Montevideo.

Me voy algo más allá y incorporo lo fantástico a mis libros.

Pero no solo ahí: se imagina que Miles Davis viaja en el tiempo, o lo que sea, y se cita con el poeta Stéphane Mallarmé.

Es una de las escenas que más me gustan de ‘Montevideo’. Es el diálogo imposible del hombre ordenado frente al otro que trae el jazz y la capacidad de la improvisación.

La novela nos da para muchas más cosas. Hablaríamos de los escritores uruguayos que ama: Idea Vilariño, Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti...

Onetti, que no se movía de la cama ya instalado en Madrid, un poco harto de los que querían grabarle, les dijo: “Por simpatía, me resigno”. Es una frase maravillosa. Me gustaría mucho que esta frase sustituyese a la Melville y su ‘Bartleby, el escribiente’: “Preferiría no hacerlo”.

 

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