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Antón Castro

LA 'BOTÁNICA' DE JOSÉ A. CONDE

José Antonio Conde acaba de publicar un nuevo poemario: ‘Botánica del sueño’, en el sello Libros del Innombrable, que dirige Raúl Herrero. Consta de 74 páginas. Así define la el prologuista Francisco Álvarez Delgado este volumen: “Botánica, pero botánica del sueño. Botánica es la ciencia que trata de los vegetales, en este caso medio centenar. Dice el poeta en la nota final que muchos de sus textos han surgido de la observación y el estudio realizado en El Jardín Botánico Atlántico de la ciudad de Gijón. ¿Y el sueño? El sueño, lo soñado, no podría reducirse a una cifra tan exigua. El poeta en su deambular por los senderos de ese jardín se reencontró con lo que llevaba soñando toda su existencia; en suma, dialéctica de la realidad de las sombras perceptibles por los cinco sentidos corporales y la realidad Real y, por lo tanto, poética, de lo soñado”. José Antonio y Raúl me envían una selección de poemas en prosa.

 Abrojos / Tribulus terrestris

 

 

Una limosna para la cruz de malta, para un templo de arena que dispone la muerte del caucho. Ella guarda en la capilla el esfuerzo fluvial, la revuelta del cálculo y una súplica en el riñón.

Revienta sus ojivas en el cuerpo, desea el charco, la glorieta del tuétano hasta inundar la hebilla.

 

Cada sacudida es una epifanía, un vaciado de minerales en el morcal.

 

 

Aciano / C. Cyanus

 

 

Protegido tan solo por el sauce, caída tras caída, bajo el placer no hay sustento y el pene sin sortija no es rentable. Después del ruido, ella reclama un acuerdo, una espina con cenefas que sirva en la penuria, que tenga holgura en el redondeo. La servidumbre rastrea, se hincha de apellidos; la enagua está servida.

En la oscuridad del topo, dolor en las coronarias, bisutería senil y mucha ficción.

 

Contra las oftalmías, la flor del aciano entre dos vendas.

 

 

Altea / Hibiscus syriacus

 

 

Del bronce al púrpura, de la turba al muro de invitados para que el orgullo sea doble. Presume de fibra, de seda corporal y parece tímida en el recodo. Pero a media luz caen sus pertenencias, todo rastro de pamelas, entonces desvía su género a las barcazas, a la misma somnolencia del abismo.

Allí, abandonada en la espuma, aún recuerda el otoño, ese peinado de nubes que se detuvo en el labio buscando todos sus aromas.

La belleza es perpendicular a la deriva.

 

 

Alstroemeria / Alstroemeria aurantiaca

 

 Bajo el cielo se obstina el guerrero en la humillación y el rito. Una mano para el canje, la otra para el adiós. Entonces, el buen augurio resiste media luna, pero su brillo es temporal.

Excluida de la tierra y de la honra, lo más valioso fallece lejos del guano, de la bruma encanecida de los Andes.

 

No despertéis el pánico en los criollos.

 

La sombra del lirio tiene un final inesperado.

 

 

Áster / Asteraceae

 

 

Tendida de amarillos a ras del firmamento, se endurecen tus botones. Invertido el equipaje, no acepto la noche para crecer como la inmensa mayoría de equívocos. Que nada importa en la suma, lo sé, que una palabra tuya es rapto de luz y llovizna sin florecer, también lo sé.

En cada caricia, el exceso es mucho, después la órbita germina en círculos para durar sobre el ramo.

 

Es costumbre colocar sus espigas entre los versos de Safo para conservar el deseo.

 

 

Balsamina / Salvia verbenaca

 

 

Basta con abrir y cerrar el latido para salvar el roce, el rumbo de otros cuerpos donde nadie puso las manos. La asfixia en el ámbar más limpio, la abundancia de perros en la morada de la salvia, hace sombra en el ramaje indeciso del pubis.

 

Próxima a la caída, al fracaso de los ineptos, es hora de ungir con mucílago la irritación de los célibes.

Quitando la piel de sus hojas, puede ponerse sobre el pecho de las niñas para calmar el ardor.

 

Bardana / Arctium lappa

 

Si no llega la luz,

el instinto alcanza.

Fernando Burbano

 

A su alcance la cabezuela, el triunfo del brillo en el subsuelo que decide como humillar al padre sin cerrar la mano. Sobrevive al invierno, a la suspensión de luz que todo lo anega.

Después, el aire justifica cualquier roce y el mamífero es alcanzado por el velcro, por el aliento vegetal para ser aforismo en el polen.

 

Lo natural en la caricia es el léxico de la simiente.

 

Begonia de la desdicha

 

 

Aumenta su tonalidad con el roce, ha perdido la decencia y saborea el murmullo de antiguos crecimientos. Repleta de huéspedes, a veces llega a ser hermosa. Pide la ascensión, la sutileza de la mano en la gravedad, cuando el abrazo no ofrece la menor resistencia. Esta planta es una especie de la familia de las begoniáceas, se reproduce por acodo, se alimenta del vuelo corto de la mariquita y de la abstinencia de las viudas. Muy apreciada por su abundante floración, conviene protegerla contra el oidio, un hongo que puede provocar la deformación y caída de sus hojas.

De manera preventiva, aplicar en toda la planta levadura femenina y azúcar disuelto en rocío.

 

Podemos encontrar algunos ejemplares de esta flor deambulando por las alcobas. 

 

Budleia

 

La corte del emperador Kangxi desoye el mármol de los estanques, no asume la débil fuga de los espejos y la potestad de la budleia inclina su labio en el estío. Todo un desvelo va creciendo y a la sombra de esta planta la esposa del emperador dibuja en sus manos el exceso de sus lilas, la gloria de sus celos, pero no advierte la naturaleza de los ciclos y así en el otoño, fatigada de hojas, se desprenden sus flores, se marchitan sus manos y vencido el grito, vuelan los ocelos.

Hoy en día, nunca faltan mariposas en su tumba.

 

Buglosa / Anchusa azurea

 

 

Cualquier erial coincide con el hambre, con la dureza del cubilar en la noche y justo donde la esquila no acepta alianzas, fuimos vendidos a la broza, al oprobio de la madrastra. Sin alcanzar la cuchara, sin la nevada en los calderos, fuimos en mitad del extravío, un temblor de gluten, un dolor reseco. Al abrigo del fauno, nadie cubre el sustento, no hay papada en el sur.

 

Replegar la luna, con media hogaza de tubérculos y un palmo de buglosa.  

 

Cambronera / Lycium europeaum

 

 

Una gran maraña en la orilla del aliento muestra el tributo recién curvado, la amplitud del ramoneo en el polvo y el sollozo de una madre desfallecida. En este centro de sangre, en este misterio inevitable, la advertencia para los fariseos que atraviesan el domingo con el murmullo vacío de plumas.

 

¿Quién tiene el honor de romper la metáfora en las sienes?

¿Quién puede mirar tanto sufrimiento?

 

 

Botánica del sueño. José Antonio Conde. Libros del innombrable. Colección Golpe de Dados. Zaragoza, 2011. 74 páginas. [Las fotos son del maestro Ansel Adams]

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