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Antón Castro

TRECE AL SOL: GABRIEL SOPEÑA, 12

TRECE AL SOL: GABRIEL SOPEÑA, 12

Gabriel Sopeña (Zaragoza, 1962) es profesor, escritor, compositor e intérprete. Ha producido numerosos discos. Acaba de ser elegido vicedecano de Cultura de la Universidad de Zaragoza.

 

“Soy un animal solar. El verano es mi elemento”

“Esta enésima crisis no acabará con el invencible verano”

“La Naturaleza la tolero en dosis muy pequeñas: me supera”

 “Verano es un estado de ánimo, una actitud mental”

 

-1. ¿Qué hace un compositor en verano?

-En lo que a mí respecta, recuperar fuerzas y capacidad de observación, cambiar el paso. Divertirme, en una palabra.

 

-2. ¿Dónde suele veranear?

-Soy muy fiel. Suelo alternar la costa catalana con pequeñas estancias en Biel, a pie de montaña. Y, cuando resulta posible, hago escapadas fugaces aquí o allá. Siempre en familia, por supuesto.

 

-3. ¿Es de playa, ciudad, montaña o pueblo?...

-No me importa el lugar al que vaya, pero debo estar en contacto con obras realizadas por el hombre. La Naturaleza (con mayúsculas) la tolero en dosis muy pequeñas: me supera. Necesito la proximidad de la ciudad, el efecto del ser humano sobre el medio: me enseña, me enriquece y me relaja muchísimo. Prefiero el mar a la playa cruda y el somontano a la alta montaña.

 

-4. ¿Qué hace diferente al resto del año? ¿Cuáles serían sus pequeñas manías veraniegas?

-Me encanta que el ‘tempo’ cotidiano del año lectivo sufra un exilio: lo condeno. Al diablo la rutina, me entusiasma ilusionarme: ordeno todo para desordenarlo luego, libero carpetas reales y virtuales, acopio ideas, acojo proyectos, recupero anhelos, trato de volver a ser niño con mis hijas y mis sobrinos: jugar, reposar, hacer travesuras. Soy un animal solar. El verano es mi elemento.

 

-5. ¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida? ¿Y la ciudad?

-Me resulta difícil contestar. Conforme crezco, todos los veranos terminan por componer un magma heterogéneo y maravilloso; y las ciudades tienden a ser un ideal más que un nombre. No obstante, recuerdo entrañablemente con doce años mi primer viaje sin mis padres. Fui al País Vasco y jamás olvidaré el exquisito viaje que se hacía en el tren del Urola, entre Zumárraga y Zumaya: ¡era colosal, una aventura fantástica que repetía casi todos los días!

 

6. El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Cómo eran los suyos? ¿Fue también la época del descubrimiento de la música?

-Mi infancia y adolescencia tienen un rostro de verano indiscutible. Los amigos sin horario, las bicis, el río Huerva, el poder ir a la cama algo más tarde… También la música, al lado de mi tío Javier y su divina colección de singles de pop español, en un tiempo en que tener un tocadiscos era muy complicado: Los Bravos, Lone Star, Los Sírex, Los Relámpagos, Bruno Lomas… No me cansaba de escucharlos. Siempre me acuerdo de un verano en Burriana. Teníamos unos vecinos franceses que no paraban de poner música que a mí me parecía fantástica. Allí, con ocho años, escuché por primera vez ‘La javanese’. Es la única pieza que me ha quedado en la memoria de aquel verano.

 

-7. ¿Cuál es su mejor recuerdo, el que más lo persigue?

-La casa que construyó mi padre, aquí mismo, en las afueras de Zaragoza, y donde yo mismo nací. Una pequeña estancia, tranquila y amable. Todavía ahora paso buena parte del verano allí con los míos. Esa finca es sinónimo de muchas cosas hermosas, del verano también.

 

-8. ¿Qué lecturas realiza en estos días? ¿Cuál sería el menú perfecto de un día ideal?

-Para mí, en verano, el menú perfecto es una indisciplina controlada: y, de postre, es indispensable una velada nocturna muy relajada. Imagino que me pasa como a todo el mundo: tengo una pila enorme de libros y discos por escuchar y de citas por cumplir… A cambio, suelo forzarme con cosas que, de natural, ni atendería; y siempre espero redimirme con este ejercicio, aunque confieso que nunca lo he conseguido. Este verano, tampoco. Acabo regresando a mis dos devociones, que son el ensayo y la poesía. ‘Poniente’ de Miguel Veyrat y ‘Geometrías del deseo’ de René Girard han sido de momento los grandes placeres de este año.

 

-9. ¿Un fetiche, un instante, un álbum, una canción, un concierto de un verano inolvidable?

-Mi fetiche es mi propio cumpleaños, en agosto: se asocia a emociones muy queridas y al hecho de que nunca pude regalar en clase caramelos a mis compañeros (lo que me fastidiaba bastante, la verdad). Le daré dos instantes imborrables: el primero, ver juntos a Pelé y a Nino Arrúa en La Romareda, en 1974, el día que Ovejero derribó una portería y Perico Fernández hizo el saque de honor; y el otro -muchísimos estíos después- fue compartir escenario y conversación con el maestro Richard Thompson: gigantes como él convierten un día en una estación completa. Un álbum que tengo en el corazón: ‘Desire’, de Bob Dylan, que me regalaron al cumplir 14 años. Me siento incapaz de elegir una sola canción, aunque ‘Piazza Grande’ de Lucio Dalla está amarrada a un tórrido verano de pasiones y conciencia. Y me pone usted todavía en un aprieto mayor con lo del concierto: le diría que conservo como un tesoro la tremenda carga de profundidad emocional que supuso estar en el Camp Nou, en 1988, dando apoyo a Amnistía Internacional en la gira ‘Human Rights Now’. Aún se me hace un nudo en la garganta al recordarlo.

 

-10. ¿Cuál ha sido el gran personaje, real o de ficción, de sus vacaciones?

-Siempre, sin una sola excepción, mi familia.

 

11. ¿En qué han cambiado los veranos con Internet y con la crisis?

-Yo creo que Internet tiene la capacidad de la vela y del ancla: una herramienta que multiplica el viaje, pero también un amarre en caso necesario. Veo el cambio más estimulante en la posibilidad de informarse de todo y comunicarse inmediatamente. En cuanto a esta enésima crisis, no acabará con el invencible verano porque los valores esenciales que elevan la condición moral del ser humano encuentran siempre su expresión, son incontenibles. Y el verano es una oportunidad magnífica para ejercer la nobleza del espíritu, sin necesidad de ningún alarde material: la reflexión tranquila, la vida en familia, el cultivo de la amistad, el máximo disfrute de las cosas pequeñas.

 

-12. Si tuviera que resumir el espíritu del verano en un ‘tuit’, ¿qué diría?

-Verano es un estado de ánimo, una actitud mental que cortocicuita todos los ingredientes que se incluyan en él y los convierte en un ser mágico.

 

13. ¿Cuál es la mejor, la más extraña o sorprendente anécdota veraniega vinculada a su profesión?

-Terminar el durísimo tramo final de unas oposiciones teniendo a toda mi familia de vacaciones en la costa. Mientras me contaban por teléfono mil cosas divertidas, entrañables y pintorescas, yo debía de inventarme los sucesos más simples para poder relatar algo: estaba enclaustrado, simplemente, y fuera del mundo las 24 horas del día. Fue el verano más surrealista que recuerdo.

 

 

1 comentario

Miguel Veyrat -

Mil gracias al profesor Sopeña por su lectura de mi libro "Poniente". A todo poeta conmueve ese encuentro, cita a ciegas, con un inesperado lector. Tanto más si es de la calidad del entrevistado por Antón Castro. Gracias. Ojalá que la música que late en los poemas inspire también al compositor.