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Antón Castro

JORGE SANZ BARAJAS: DIÁLOGO

JORGE SANZ BARAJAS: DIÁLOGO

LITERATURA. JORGE SANZ BARAJAS. El escritor y profesor publica ‘Las hadas muertas’, una novela detectivesca, criminal y literaria que presentará hoy en Cálamo acompañado por Chesús Yuste

 

 

 

“La novela policial debe dejar

más preguntas que respuestas”

 

Jorge Sanz Barajas (Zaragoza, 1967), profesor de literatura y experto en la figura de José Bergamín, publica una insólita novela: ‘Las hadas muertas’ (Sibirana). Él mismo resume así el argumento: “En el barrio de Las Fuentes, una serie de crímenes que simulan cuentos de hadas o relatos pone en jaque a la policía, incapaz de dar con el móvil. Merencio es un investigador –muy a su pesar- que cree que todo ha sido escrito ya en algún libro y basta con encontrar los párrafos adecuados para dar con el criminal. Vive solo aunque visita a diario a su padre, un viejo linotipista jubilado y enfermo de Alzheimer, y a su perro Eugenio. Un día se le aloja en casa Roque, un antiguo amigo rebotado de cartujo un poco salido y…” Una mujer aparece muerta. Y luego otra, y después otra, en lo que parece un ritual de crímenes en serie.

Dice: ‘Las hadas existen’. O lo dice el protagonista. ¿Cómo son, por dónde andan? 

Estoy convencido de que existen. Son como el azar de Cortázar: enredan, lían, lo desordenan todo. Sartre tiene una obra de teatro, ‘Barioná , el hijo del trueno’ en la que dice que los ángeles son personas cuyas manos llegan a donde no llegan los demás o a donde Dios mismo no llega. Labordeta, por ejemplo, para mí era eso. Tenía “duende”, esa capacidad de crear felicidad en los demás; hay gente que tiene un hada debajo del sombrero. Cuando de niño leía los cuentos de Perrault o Andersen, en aquellas ediciones de Bruguera o Juventud, no podía imaginar un mundo sin hadas. Hoy, vista la cantidad de brujas que pululan por ahí, hadas tiene que haber, digo yo. Merencio, el protagonista, cree en las hadas porque tiene la cabeza llena de duendes. Algunos lo llaman “intuición”.

¿Cómo nació la idea del libro? ¿Tenía en la cabeza a Lawrence Blok o a Chesterton? 

En mi cabeza está Chesterton, sin duda: la ‘Ortodoxia’  es uno de mis libros de cabecera,  la forma de razonar del Padre Brown, los ensayos sobre cómo escribir relatos policíacos. Sus paradojas y su afilado sentido del humor me dan mucho alimento narrativo. La idea del libro surgió hace tiempo precisamente tras la lectura de un libro de Chesterton (no diré cuál para no dar pistas). A Merencio como investigador ‘sui generis’ lo llevaba “a cuestas” desde hacía tiempo por otras historias.

¿Cuál es su idea de la novela policial?

Creo que la novela policial debe dejar más preguntas que respuestas. Últimamente estamos viendo novelas que inquietan poco y resuelven demasiado. Todo es química o biológicamente lógico, parecen ensayos científicos más que novelas. Por otra parte, la novela policial, como la negra, deben servir para denunciar las corruptelas del sistema.

¿Podríamos decir que es una novela intelectual sobre asesinos de mujeres en serie?

No, es más bien la historia de un investigador, Merencio, hijo del barrio de Las Fuentes, un ‘tión’ urbano, al que siempre le caen líos así. En la mente de quien comete los crímenes apenas entramos pero de la de Merencio apenas salimos.

¿Qué clima le interesaba investigar o analizar?

El de un barrio mítico, en el que hace años, cualquier domingo por la tarde, la gente aparcaba el coche y desembarcaba cajas de hortalizas que acababa de coger en el pueblo, jugábamos en las graveras y bebíamos a escondidas en bares cutres. Un barrio donde tipos como Merencio, perdedores pero dignos, hospitalarios, cultísimos, eran habituales. En este barrio aún encuentras una librería al lado de un burdel.

Centrémonos en Fernando Merencio, traductor de Wallace Stevens,  divorciado, raro...

Un cráneo privilegiado: es traductor y tiene un ‘background’ idiomático inmenso, las citas le bullen a borbotones, está enfermo de literatura como Vila- Matas, y siempre encuentra la cita que explica algo. Cree que todo está ya escrito por ahí y siente un inmenso aprecio por la buena tradición literaria, que lee y traduce.

¿Ha conocido algún colaborador así con la policía?

Imposible, lo habría despedido el ministro del ramo.

¿Qué le debe esta novela a su condición de profesor?

Bueno: soy mejor lector que nada. Y un buen profe debe leer porque si no, no enamora. La clase de Lengua es el arte de enamorarlos por los libros, y no se me da mal del todo (a veces…) Pero la novela se puede leer prescindiendo de las referencias. Se queda más en novela criminal y menos en clave lírica, que la tiene.

 ¿Cuál es la importancia del humor, de la ironía?

Es fundamental. Yo me tomo a mí mismo muy poco en serio. Si mi ego se revuelve, en casa o los amigos me lo ponen al día sin problema. Tengo muchos motivos para reírme de mí, así que me queda poco tiempo para reírme de los demás.

La novela sucede en Las Fuentes. ¿Es un barrio de novela negra?

Sí. Un paseo de noche por la calle Rusiñol o Batalla de Lepanto sobrecoge a cualquiera… Han pasado cosas delirantes en nuestro barrio, desde el secuestro de Quini hasta mil cosas más. Se dice que Las Fuentes tiene más bares que toda Noruega. Y más talento. ¡Cómo si no han salido genios como Félix Romeo, Las Novias, y tanta gente más que no dice que es de Las Fuentes por pudor…!

LA FICHA

Las hadas muertas. Jorge Sanz Barajas. Sibirana: colección Las ínsulas extrañas. Zaragoza, 2014. 245 páginas.

 

 

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