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Antón Castro

REQUIEM POR BERLINGTONIA. POR SANTIAGO SANCHO VALLESTÍN

[Mi buen amigo Santiago Sancho Vallestín recordaba hace unos días a Pilarín Castillón, la enamorada de Miguel Labordeta, a la que le dedicó cartas durante diez años. Me dice en un correo: "El mes pasado, al enterarme de la muerte de Berlingtonia -la musa de Miguel Labordeta- escribí en mi Diario el texto que te adjunto. Creo que nadie se acordó de ella. Algún día lo podrán leer mis hijos".]

 

REQUIEM POR BERLINGTONIA

Por Santiago Sancho Vallestín

 

El Nº 810 de la revista Ínsula, publicada el pasado mes de junio, estaba dedicado de forma exclusiva al poeta aragonés Miguel Labordeta Subías. Numerosos especialistas del mundo literario analizan su obra desde todos puntos de vista dándonos una visión completa -a veces polémica- de su poesía. Uno de ellos, el catedrático de literatura Jesús Rubio Jiménez, titula su trabajo "Silueta de Berlingtonia", analizando la relación del poeta con el mundo femenino y de forma especial con el gran amor de Miguel al que en sus poemas llama Berlingtonia.

Berlingtonia falleció el pasado mes de septiembre a la edad de 81 años. Trece años menos que Miguel, estudiaba séptimo de bachillerato cuando el poeta comenzó su relación epistolar secreta con ella. El gran amigo de Miguel, Pedro Dicenta, nieto del dramaturgo Joaquín Dicenta, contaba en una entrevista que le realizó Vicente Cazcarra en el Dominical del periódico El Día en el año 1984, y que reproduje en mi libro Grabado en la mente, lo siguiente: "Miguel estaba enamorado de una compañera del curso de tu hermana mayor, que estudiaba también en el Colegio Santo Tomás a la que poéticamente llamaba Berlingtonia. Empezamos a salir juntos. Yo con E.G. y Miguel con P.C. También venía con nosotros M.H. porque era inseparable de P. C. Pero como Zaragoza era un sellito de correos y los dos éramos muy conocidos, salir con dos alumnas era muy complicado; no podíamos entrar en un bar o dar un paseo. Teníamos que entrar en el cine por separado. Para citarnos con ellas, yo dejaba una nota en el bolsillo del abrigo de E.O. en el perchero del colegio. Todo aquello era muy encantador y romántico. Yo creo que Miguel se marchó de esta vida sin amar a otra mujer".

Cuando yo llegué al colegio el año 1949 a estudiar primero de bachillerato, aquellas alumnas que veíamos pasar hacia el aula Nº 6, exclusiva para los de séptimo curso, nos parecían nuestras madres ideales: altas, guapas y elegantemente vestidas. Miguel Labordeta Subías era muy rocero con los alumnos internos que veníamos de los pueblos; le gustaba dialogar con nosotros porque nos veía algo perdidos en aquel laberinto escolar, aunque a veces, su fina ironía nos dejaba algo confundidos. Al leer en Ínsula las notas que el profesor Jesús Rubio nos muestra de P.C. que firma como Pilarín, -notas que se encontraban entre los libros y documentos que la familia Labordeta entregó para su estudio- me sorprende que ese profesor, ya algo obeso y bastante calvo, se enamorara de la joven estudiante. Qué interesante sería el conocer las notas que el poeta le enviara a P.C.

Con el paso del tiempo -yo permanecí en el colegio diez años- pude observar que Miguel Labordeta, entonces tan incomprendido por la cultura zaragozana, cuando nos daba clase -recibí de él las primeras de un inglés algo macarrónico- su mirada de hombre solitario siempre iba dirigida a las alumnas que sobresalían por su aspecto físico. Hubo una en mi curso -C.G.- con quien siempre que la ocasión era propicia dialogaba sin inmutarse de que los demás nos diéramos cuenta: creo que Miguel también se enamoró de esa joven a quien más tarde colocó de maestra en el colegio femenino que los Labordeta tenían en la calle Espoz y Mina. Este enamoramiento del profesor con una alumna, ya sucedió unos años antes en el mismo colegio cuando otro gran poeta, mi paisano Ildefonso M. Gil, se casó con Pilar Carasol a quien le daba clase de literatura; aquel amor fructificó en matrimonio feliz pese a la oposición familiar de ella.

La esquela del fallecimiento de P.C. -publicada en Heraldo de Aragón el 27 de septiembre pasado- decía que era viuda de un médico zaragozano; tenía cuatro hijos y tres nietos. Tal vez ahora, en esas galaxias misteriosas que tanto adornaban los poemas de Miguel, pueda ver a su Berlingtonia conviviendo definitivamente con las estrellas.

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* P.C. son la iniciales de Pilar Castillón, de segundo apellido Lacorte. Su hermano José era un curso superior al mío, compañero de Donato Labordeta. Todavía vive.

*C. G. es Carlota Gómez. Era de mi curso aunque de edad mayor. Le escribí para que participara en emi libro Grabado en la mente contando sus recuerdos del Colegio pero no me contestó. Una fotografía de ella, vestida para la zarzuela "Agua azucarillos y aguardiente" la publiqué en el libro; en dicha foto aparece también la que sería mi esposa. Pilar Cebollero.

 

1 comentario

Salvador Solan Burillo -

Muy buenas Don Santiago:
Me llamo Salvador y fui alumno suyo en el colegio San Valero de Zaragoza, en la calle Juan XXIII. La razón de este escrito...es porque durante el curso, una tarde me preguntó "el presente del verbo AMAR". Apenas me hizo aquella pregunta y antes de que tuviera ocasión de contestar, le avisaron tristemente del fallecimiento de su madre. Es por esto que no logro recordar aquella fecha. Me quedó esa "espina clavada", y después de tantos años..., quiero decírselo en este comentario:-Yo AMO, tú AMAS, él AMA, nosotros AMAMOS, vosotros AMÁIS, ellos AMAN. Lo escribo con lágrimas en los ojos, y deseo de corazón que este escrito llegue hasta usted y pueda leerlo. Un abrazo Don Santiago.