JAVIER TOMEO: OPINIONES EN TORNO A 'PECADOS GRIEGOS'
“Las novelas realistas son las
que más falsean la realidad”
“Los críticos ven en mis libros cosas
que uno ni se había imaginado”
“Escribir es asomarse a una ventana
y enfrentarse a un paisaje”
“Nunca me ha gustado
la novela realista”
Javier Tomeo publica ‘Pecados griegos’, una narración alegórica y política sobre la monarquía, el sexo y la fuerza del destino. Entrevista
A Javier Tomeo (Quicena, 1931) le encanta la noche con luna. En esta ocasión, no ha elegido un descampado sino el jardín del palacio del rey Teseo para establecer un diálogo entre el adivino Godofredo, republicano, sarcástico y adivino del porvenir, y la reina Fedra, un tanto olvidada por su esposo, el promiscuo Teseo. Godofredo y Fedra conversan, mientras un mochuelo ensaya su canto, que suena kiu kiu kiu. Esta es, esencialmente, la anécdota de su última novela: ‘Pecados griegos’ (Bruguera), que presentaba el pasado viernes en Ámbito Cultural.
-Esta novela está dedicada a Elke. ¿A quién se refiere?
-A Elke Wehr, mi traductora al alemán, que falleció hace unos meses. Le tenía un gran cariño. La conocía desde hacía muchos años. También tradujo a otros escritores españoles como Javier Marías.
-¿Cuál es el origen del libro?
-No lo he dicho nunca. Hace más de diez años, una actriz catalana me pidió un texto y le escribí esta pieza sobre Fedra. No me gustó mucho, y creo que a ella tampoco la convenció, y se quedó en un cajón. Algunos años después la rescaté y la continué, y aquí está.
-Es una típica novela suya: una novela teatral, con acotaciones, dos personajes y mucho diálogo…
-Mis novelas carecen de argumento. Esta presenta el diálogo de dos personajes que están en las antípodas: el enano Godofredo, que es un personaje muy particular, una especie de monstruo lleno de defectos: es feo, soez, misógino, pero es sabio. Y la reina Fedra, que es una mujer insatisfecha, inclinada al placer, que quiere saber qué va a ocurrir con su futuro…
-Godofredo, “el mejor adivino de la ciudad”, lo sabe.
-Sí, claro. El hombre es un ser encadenado a su destino. Fedra es una pobre criatura que no puede escapar a su sino. Y de esto hablan los dos, en la noche: de la fuerza del destino. En medio de su charla asoman un montón de cosas: la vida sexual de los mochuelos, la mitología griega, que siempre me ha interesa porque resume un montón de historias, el amor, el temor al abandono, etc.
Parece que todos sus libros deben leerse en clave alegórica o simbólica. ¿Cuál es la interpretación que puede hacerse de ‘Pecados griegos’ desde el presente?
Yo más que una narración convencional, escribo situaciones dramáticas prolongadas con una serie de automatismos que tienen mucho que ver con la intuición y con una cierta deformación grotesca de la realidad. Con todo creo que aquí están mis temas: el amor, y el sexo especialmente, la incomunicación, el egoísmo, la soledad, el miedo a la muerte...
-¿Por qué rehuye siempre el realismo, por qué toma tanta distancia de la realidad?
-Nunca me ha gustado la novela realista. Cuando empezaba a escribir, en tiempos de censura, un amigo leyó mis cosas y me dijo: “Eso ya lo han escrito Concha Espina y José María de Pereda, y lo hacían mejor tú. Debes encontrar tu propia voz”. Y creo que la encontré en un tipo de narraciones que estaban emparentadas con autores que leía, como Albert Camus. Yo siempre digo que leer, y escribir, es asomarse a una ventana y enfrentarse a un paisaje. Y especialmente con ‘Pecados griegos’, cuyo título no tiene nada que ver con la homosexualidad, que en Grecia era una auténtica institución, algo permitido, sino más bien con el incesto y con otros pecados: Fedra se enamorará de Hipólito, hijo de Teseo. A mí me parece que las novelas realistas son las que más falsean más la realidad; tienen algo de crónicas manipuladas.
-En la presentación de su libro, Félix Romeo dijo que este era su libro más antimonárquico: recordó que usted habla de un monarca lascivo, de su reina griega…
-Los críticos ven cosas que uno a veces no había imaginado. Eso me encanta, y también aquí. Pero sinceramente no sé lo que quiero decir en esta novela. Soy antimonárquico…, pero eso ya lo he escrito muchas veces.
-Hace diez años, el Ayuntamiento de Zaragoza lo apoyó como candidato al Premio Nobel. ¿Cómo lo recuerda?
-Maravillosamente. Fue un acto de amistad por parte de un montón de amigos.
*La fotografía de Javier Tomeo está realizada, en el hotel Palafox, por Aloma Rodríguez.
0 comentarios