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Antón Castro

CONGET: UN DIÁLOGO, 2015

 

José María Conget (Zaragoza, 1948) publica su novela ’La bella cubana’ (Pre-Textos). Aquí conversamos de ella y de otras visiones literarias del autor.

Este ha sido un libro muy especial para ti. Se ha alargado mucho en el tiempo y parecía como una obsesión. ¿Por qué?

Las primeras imágenes de la novela me acudieron cuando todavía vivía en Nueva York; luego vino la historia de los chicos jóvenes que han ganado un permiso de residencia en el concurso que Estados Unidos organiza cada año en varios países y la idea de mostrar a través de personajes de dos generaciones el contraste entre experiencia e ingenuidad. En fin, comencé La bella cubana hace doce años, escribí las primeras páginas y me atasqué; no me había pasado nunca y como no quería dejarme ganar por la frustración me dediqué a un género que apenas había tocado: el cuento, y descubrí que me encantaban las posibilidades del relato corto. Pero sabía que tenía una cuenta pendiente conmigo mismo, no es correcto llamarla obsesión pero sí constancia de un deber no cumplido. Y de repente di por terminado otro libro de cuentos que en algún momento publicará Pre-Textos y decidí que iba a seguir con la Cubana. Escuché muchas veces la composición que da título al libro, le cogí la onda y casi de un tirón la terminé. 

El título, esencialmente, alude a una melodía de Lecuona. ¿Qué te sugiere o qué sugiere a los personajes?

En realidad no es una melodía de Lecuona sino de José White, un músico cubano del XIX; Lecuona hizo un arreglo magnífico que fue el que yo escuché la primera vez. Ahora tengo docenas de versiones, una es la de Valdés con la que empieza y termina la película Chico y Rita de Trueba con guión de nuestro amigo Pisón. A mí me sugería una vida sensual, indolente y libre de culpas y obligaciones, me producía lo que enfáticamente (o de manera cursi) llamo la nostalgia del paraíso. Y traspasé esa sensación al protagonista de la novela. En la portada que compuso mi hijo Miguel, y de la que estoy más orgulloso que de la novela misma, se señala algo de lo que la música insinúa.

¿Qué quería contar: la historia de dos enamorados españoles en Nueva York, un relato de la memoria, las traiciones del amor?

 No estoy seguro. Quise hacer una novela breve pero ambiciosa, con variantes de muchos de los temas sobre los que escribo siempre: la familia, la fragilidad del amor, la imposibilidad de cambiar el pasado o las consecuencias del pasado.

Estás y no estás en el libro. O, mejor aún, estarías por partido doble: como personaje, como ese Conget, escritor, que anda por ahí y como ese otro personaje vinculado al Cervantes... ¿Por qué has querido desdoblarte?

 No, no me he desdoblado. O no pretendía desdoblarme. Hay pequeños detalles míos en Rubén y en el chaval, Gustavo; pero el carácter de los dos (que sí se parecen entre sí) y sus circunstancias poco tiene que ver conmigo

¿Cabría decir que esta es una novela con una porción importante de autobiografía tuya del período de Nueva York?

No. Está construida sobre mi memoria de la ciudad; y algunos de los personajes del Cervantes que se nombran o del programa de la tele que aparece en un capítulo, son reales. Y lugares, como el hotel Evans, que existió, y por cuya puerta yo pasaba cada vez que iba desde mi trabajo a la carnicería Expósito, una maravilla que está en la Novena; el hotel era de una cochambre repugnante y su aspecto me inspiró los episodios sórdidos que ocurren allí. Pero la historia, o las historias centrales de la novela no son autobiográficas en absoluto.

 

Hay un descreimiento absoluta de la sociedad literaria. ¿Es real, lo sientes así, o es un recurso de ficción?

La literatura es uno de los regalos de la vida. La sociedad literaria va por otro lado. Uno se emociona con los poemas de Góngora y Quevedo pero los ciudadanos Góngora y Quevedo que se cruzaban infamias pertenecen a la cultura del chisme, la soberbia y la envidia, a Telecinco. Tengo amigos escritores por los que siento afecto y una lealtad total, tú lo sabes. También ellos son “sociedad literaria” pero creo que yo habría buscado su amistad aunque no fueran escritores.

 

¿Qué te han hecho los poetas? Fuiste muy lector de poesía, y sin embargo pareces recelar de ellos.

Sigo leyendo poesía, menos que de joven, pero también leo menos novelas que de joven, en general leo menos. Lo que ocurre es que he observado que entre los poetas se da más a menudo la formación de pequeñas tribus, de familias en el sentido siciliano del término, y las miradas de reojo, las vanidades heridas, el zancadilleo no son fenómenos ajenos a su mundillo. Tampoco aguanto la sacralización de la poesía, el género literario más intenso y difícil, pero que puede pasarse sin que los que lo practican se adjudiquen cierto aire sacerdotal. Dicho esto, no hay que atribuir al autor todas las fobias del personaje. Y tengo algún buen amigo poeta, que conste.

 

Reflexionas, o cuentas más bien con ironía, acerca de la pesadez de la estructura de las novelas. Aunque parezca chiste, esta es una novela compleja de trama, de estructura y de voces. ¿Cómo has estructurado la novela?

Cuento con ironía la pesadez de un novelista que no tiene otro tema de conversación que su propia obra y que sale de su mudez cuando su acompañante le pregunta por las estructuras de sus novelas, algo que posee un interés profesional, por así decir, pero a quién que no sea un profe le interesa. Por eso no te voy a dar el coñazo explicando cómo he estructurado La bella cubana, además tú ya lo sabes.

 

¿Qué importancia tiene para ti en un libro la ambición, la complejidad, proponerle al lector un descubrimiento?

 Hay obras que son profundas por su tratamiento de temas y personajes pero formalmente son sencillas, lineales, sin alardes estilísticos (muchas de las grandes novelas de XIX, por ejemplo). No soy dogmatico en ese terreno. Digamos que yo me formé como narrador a través de lecturas que fomentaban entramados estructurales complejos y eso ha quedado ahí. A mí me preocupa mucho el punto de vista, el tiempo, a quién se dirigen las voces de los personajes… ¿Es eso ambición? Creo que es lo normal.

¿Cómo quieres que sea tu lenguaje?

 Mis personajes hablan entre ellos mucho y supongo que, como son tipos ilustrados, hablan bien. Un lenguaje coloquial culto es mi aspiración.

No quiero ahondar mucho en los personajes, ni desvelar la trama, pero me gustaría que nos presentases a tu modo a Rubén, el siniestro, a Lara, a Gustavo Sánchez, a Nilda...

 Lara es la inocencia y lo que Goethe llamaba el eterno femenino, por eso todos los hombres tiene la impresión de que les recuerda a alguien. Rubén y Gustavo podrían ser la misma persona con muchos años de diferencia; Rubén es un escritor maduro y desencantado que ya no escribe y Gustavo un chico pedante, muy verde todavía y con ínfulas de futuro gran novelista. Mujeres como Nilda he conocido algunas, latinoamericanas con un pasado político traumático.

Aunque quizá hay un personaje al que no vemos, y anda siempre por ahí, desde el fondo del tiempo: Nadia...

 Nadia es, en cierto modo, Lara de mayor y para el protagonista una memoria herida.

Dices que a veces duele más una separación que una muerte. ¿Nos liberamos alguna vez de la ruptura, se liberan tus personajes?

 A veces la muerte tampoco nos libera si han quedado cuentas pendientes, palabras no dichas, con la persona fallecida. Pero la separación deja libre a la persona de la que te separas, libre y dueña de la vida secreta que compartiste con ella, y si se trata de una separación de pareja pueden intervenir los celos y un conjunto de emociones morbosas y muy negativas.

El libro también tiene una atmósfera de cine negro, especialmente hacia el final. ¿Fue siempre así o se te impuso de algún modo?

 No era mi intención. Parece que la mitad de los narradores españoles han descubierto que lo suyo, después de todo, era la novela policiaca. No es mi caso. Si mi Cubana sugiere una atmósfera de novela negra es que me he equivocado.

También es una novela de metaficción. Tu mujer Maribel Cruzado, destinataria de tus novelas, tiene un importante cameo. Más que un cameo, todo un capítulo con su propia voz. ¿Quién lo ha escrito de veras, ella o tú?

Ya te he dicho que en la novela hay personajes reales pero dudo que eso la convierta en metaficción.

 

Publicas en la colección más importante de Pre-Textos. Y eres citado, muy a menudo, por muchos escritores como una referencia: Fernando Aramburu, Martínez de Pisón, Juan Bonilla, Javier Sebastián. ¿Ha cambiado algo en tu carrera de escritor, te sientes más querido y leído?

No es cuestión de “sentirse más leído”, se trata de datos objetivos, los datos objetivos son las ventas y mis libros se venden muy poco. Antes solía decir en broma que yo era un worst-seller. Luego me di cuenta de que cometía una petulancia: en España casi todos somos worst-sellers y me temo que vamos a peor. No veas en esto un lamento; como diría Guillermo Brown, solo hago constar un hecho. Nadie me pide que escriba y escribo porque me da placer, no tengo derecho, ni yo ni nadie, a exigir que además me compren los libros por millares.

 

*Esta foto pertenece al archivo de Heraldo de Aragón; está tomada en Los Portadores de Sueños.

 

 

*Esta foto pertenece al archivo de Heraldo de Aragón; está tomada en Los Portadores de Sueños.

 

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