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Antón Castro

ENRIQUE CEBRIÁN: CUATRO POEMAS

Enrique Cebrián, poeta y narrador y profesor universitario en Zaragoza, me envía cuatro poemas con esta nota: “Te mando cuatro poemas antiguos, que tratan, de un modo u otro, del verano y de las vacaciones y que hablan de un hombre que ya no existe, pero al que conocí bien”. Todas las fotos son de Clifford Coffin.

 

  LA FRUTA

 

 

Por aquel entonces jugábamos a creer

que no había límites en el fuego confuso

en el que ardíamos.

Éramos extranjeros en el país de lo correcto

y lo debido,

de lo que se esperaba de nosotros.

 

 

A veces,

en las tardes más lentas del verano,

huíamos muy lejos, y tú

me acariciabas y guardabas silencio.

 

 

Por aquel entonces reíamos

y leíamos el In illo tempore de de Cuenca

y probábamos –jugosa– la fruta agridulce

de la infidelidad.

 

CABO DE GATA

 

Irse de vacaciones cuando nadie lo hace  

–nadie lo negará–

tiene muchas ventajas: la vida

es más barata, los viejos se excitan

y bailan en hoteles y el tiempo,

con suerte, puede serte

benigno.

 

Cuando nadie lo hace,

irse de vacaciones

es mirar como un niño.

 

Una semana, solo,

en el Cabo de Gata,

y el mundo se paraba atando

la cuerda a sus relojes.

 

Una semana los teléfonos lejos, lejos

Internet,

la radio, las noticias,

sin tele ni periódicos,

en el Cabo de Gata.

Las aguas del mar tan cristalinas.

El cielo, las nudistas.

Una semana.

 

No eché de menos nada.

Tan sólo los espejos. Una semana estuve

en un lugar sin ellos.

Dejé crecer mi barba, como un ciego

lavaba mi cara en la mañana.

Quién era yo no sé,

quién fui en aquellos días

–Narciso asesinado–

en que aprendí la sed y el egoísmo.

 

 

ESTACIÓN DE PASO

 

Como el otoño apunta 

las hojas hacia el suelo,

así te quise yo.

Con convicción

y un algo de marchito.

Con la certeza implacable

dura

de las flores de un día,

un yogur caducado en la bolsa

de la compra

que todavía sabe a fresa

en la garganta.

 

Pese a todo

(o puede que por eso),

nos dio tiempo

de hacer algunas cosas memorables:

celebramos la juventud

de nuestro cuerpo en los billares,

fundamos un país que se llamó verano,

comimos cacahuetes.

Vivimos semanas como años

por las calles,

el puerto, las farmacias.

 

Sabíamos –como dicen

en el cine–

que lo nuestro habría terminado

antes de las primeras lluvias.

Los billares echaban la persiana

aquellos días.

No hubo aspavientos.

Lo bueno, si breve

–como dijo el maestro–,

sabe dos veces bueno,

dos veces sabor fresa aquellos días.

 

Como el otoño apunta

las hojas hacia el suelo,

así nos despedimos,

así te dije adiós

al cabo de los besos.

 

 

SÍNDROME POST-VACACIONAL

 

Deshacer las maletas, 

deshacer los recuerdos,

desayunar, de nuevo, en el café de abajo,

conservar tus señas, por si acaso,

por si otra vez,

desenterrar jerseys,

ir al trabajo,

comprobar en la ducha

cómo se va marchando la marca del moreno.

 

 

1 comentario

Enrique -

Preciosas las fotos!
Muchas gracias, Antón!