ENRIQUE CEBRIÁN: CUATRO POEMAS
Enrique Cebrián, poeta y narrador y profesor universitario en Zaragoza, me envía cuatro poemas con esta nota: “Te mando cuatro poemas antiguos, que tratan, de un modo u otro, del verano y de las vacaciones y que hablan de un hombre que ya no existe, pero al que conocí bien”. Todas las fotos son de Clifford Coffin.
LA FRUTA
Por aquel entonces jugábamos a creer
que no había límites en el fuego confuso
en el que ardíamos.
Éramos extranjeros en el país de lo correcto
y lo debido,
de lo que se esperaba de nosotros.
A veces,
en las tardes más lentas del verano,
huíamos muy lejos, y tú
me acariciabas y guardabas silencio.
Por aquel entonces reíamos
y leíamos el In illo tempore de de Cuenca
y probábamos –jugosa– la fruta agridulce
de la infidelidad.
CABO DE GATA
Irse de vacaciones cuando nadie lo hace
–nadie lo negará–
tiene muchas ventajas: la vida
es más barata, los viejos se excitan
y bailan en hoteles y el tiempo,
con suerte, puede serte
benigno.
Cuando nadie lo hace,
irse de vacaciones
es mirar como un niño.
Una semana, solo,
en el Cabo de Gata,
y el mundo se paraba atando
la cuerda a sus relojes.
Una semana los teléfonos lejos, lejos
Internet,
la radio, las noticias,
sin tele ni periódicos,
en el Cabo de Gata.
Las aguas del mar tan cristalinas.
El cielo, las nudistas.
Una semana.
No eché de menos nada.
Tan sólo los espejos. Una semana estuve
en un lugar sin ellos.
Dejé crecer mi barba, como un ciego
lavaba mi cara en la mañana.
Quién era yo no sé,
quién fui en aquellos días
–Narciso asesinado–
en que aprendí la sed y el egoísmo.
ESTACIÓN DE PASO
Como el otoño apunta
las hojas hacia el suelo,
así te quise yo.
Con convicción
y un algo de marchito.
Con la certeza implacable
dura
de las flores de un día,
un yogur caducado en la bolsa
de la compra
que todavía sabe a fresa
en la garganta.
Pese a todo
(o puede que por eso),
nos dio tiempo
de hacer algunas cosas memorables:
celebramos la juventud
de nuestro cuerpo en los billares,
fundamos un país que se llamó verano,
comimos cacahuetes.
Vivimos semanas como años
por las calles,
el puerto, las farmacias.
Sabíamos –como dicen
en el cine–
que lo nuestro habría terminado
antes de las primeras lluvias.
Los billares echaban la persiana
aquellos días.
No hubo aspavientos.
Lo bueno, si breve
–como dijo el maestro–,
sabe dos veces bueno,
dos veces sabor fresa aquellos días.
Como el otoño apunta
las hojas hacia el suelo,
así nos despedimos,
así te dije adiós
al cabo de los besos.
SÍNDROME POST-VACACIONAL
Deshacer las maletas,
deshacer los recuerdos,
desayunar, de nuevo, en el café de abajo,
conservar tus señas, por si acaso,
por si otra vez,
desenterrar jerseys,
ir al trabajo,
comprobar en la ducha
cómo se va marchando la marca del moreno.
1 comentario
Enrique -
Muchas gracias, Antón!