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Antón Castro

EL GRAN DÍA DE MARCELO REYES

EL GRAN DÍA DE MARCELO REYES, PRESENTE Y AUSENTE, EN VERUELA

 


[Si alguien tuviera paciencia para llegar al final, incluyo la elegía de Mohsen Emadi dedicada a Marcelo.]

Fernando Aínsa cuelga en su muro una selección de fotos de la jornada dedicada ayer a la poesía mística y a Marcelo Reyes (1960-2015), que recibió un homenaje impresionante en la iglesia de Santa María de Veruela por la tarde.

Se leyeron muchos poemas, Miguel Mena contó la hermosa historia del futbolín que tenía en casa con el Boca Juniors y el Real Zaragoza, María José Moreno leyó la bellísima elegía de Mohsen Emadi, fue un instante absolutamente mágico y estremecedor, una de las hermanas de Marcelo leyó tres mensajes remitidos por LA familia, Jesús Rubio leyó dos sonetos inéditos de Julio Cortázar, sus alumnos leyeron una carta dirigida al profesor inolvidable, Kike Reyes y otro compañero ejecutaron el 'Canon' de Pachelbel. Luigi Máraez y Alime Hüma cantaron una canción dedicada a él, una canción-retrato (lo hicieron dos veces, con lágrimas en los ojos: por la mañana y por la tarde).

Fue un homenaje entrañable, de veras, sentido, sincero, para el codirector durante trece ediciones del Festival de Poesía de Moncayo... Se mandaron poemas para la ocasión... Se compusieron letras de tango, una de Pepe Alfaro. Chaime Marcuello y compañeros de la Universidad glosaron al compañero. Manuel Forega, fundamental en esta edición de nuevo, le compuso una pieza.

Al final el Silbo Vulnerado -con Carmen Orte y Luis Felipe Alegre en la música y en la poesía- completaron la sesión con Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León y San Juan de la Cruz, y se mezclaron entre el público acompañados de Carlos Herrero y Sole Giménez y un grupo de actrices-monja. No faltó de casi nada. Marcelo Reyes, el enamorado de la música, el profesor de Economía, el gastrónomo, el aventurero del aire, el corredor de maratón, el amigo de los animales, se hizo presente en fotos, en la memoria colectiva y en el afecto unánime. Fue un día inolvidable para Trinidad Ruiz-Marcellán y su gran familia de poetas, escritores, músicos, editores, amigos y gentes del Moncayo.

Cuelgo aquí, de nuevo, la impresionante elegía dedicada por Mohsen Emadi, publicado por Olifante, que leyó ayer la actriz y rapsoda María José Moreno.
Ya lo he dicho: fue un momento increíble, perfecto: la belleza y el temblor de la poesía se mezcló con una hermosa y serena dicción. La voz perfecta.

 

 

MARCELO. UNA ELEGÍA

[Para Marcelo Reyes, 1960-2015]

1

¿Cómo se puede escribir sin fingir
como un actor que se reúne con su acto, 
como un cuerpo que se reúne con su muerte?

¿Cómo se puede regresar a la misma bodega
en el sótano de tu casa,
entre las botellas de vino y los instrumentos rotos
y hombro a hombro, con otros fantasmas,
sentarnos en el sillón 
y fijar la blanca cortina 
de tus sueños?

¿Cómo se puede escuchar la música de tu rechazo, 
tu rechazo a Buenos Aires, 
cuando, al respirar,
bailas tango con la muerte?

¿Sobre ese hilo de viento
cuando hablas con la ausencia de tu madre
en el otro lado del océano, 
cómo se puede, hombro a hombro, 
con tu miedo 
aliviar mi miedo?

2

Pero las lágrimas han de secarse, 
las flores de la tumba se marchitarán; 
tu bodega se encontrará abandonada 
y tu cortina vacía.

Los perros de la casa 
reconocen siempre tu olor,
pero ya no te esperan
detrás de la puerta.

En este lado del océano está lloviendo 
y Buenos Aires no te recuerda, 
pero yo no puedo 
salir del recuerdo de tus brazos. 
La lluvia aún me moja
pero a ti ya no te mojará.

Te quedas ardiendo 
y tu calor 
es toda la intensidad del exilio 
-el doble tartamudeo de la existencia- 
que tú vives sin cuerpo y sin lenguaje. 
Y aún sin cuerpo y sin lenguaje 
abrázame.

3

El corazón de tu destierro 
late en mi cuerpo.
Tu rechazo es mi rechazo. 
Nadie muere dos veces 
y en todas las fotografías 
un solo pronombre nos mira
-hombro a hombro,
borrachos y riendo.-
Un solo pronombre que recuerda 
el calor de nuestras madres,
un pronombre que canta la nana 
y nosotros, perdidos en la música, 
intercambiamos nuestros corazones. 
Tú eras mi lenguaje, Marcelo,
en las noches largas de alcohol y de recuerdos
cuando la palabra no circulaba en mi boca. 
Traducías los sonetos de las distancias 
con la amargura del mate, hasta la mirada y la sonrisa. 
Mi corazón ya no palpita en tu cuerpo 
y tu corazón me hace volar 
por las alturas del abismo.

4

La roca que quebró tus huesos 
era tu infancia. 
Remontabas cada vez más alto 
para caer más duro. 
En la calles de San Juan
el viento sopla como siempre. 
En los campos de Borja 
ningún vino cambia su sabor. 
El tiempo, en cada uno, 
añade algo a la densidad de la ausencia
y la tierra entonces ya no pesa.

Desde la lejanía del lenguaje 
miro tu bodega. 
Los perros vienen y van, 
tu olor está en todo el espacio, 
en la nariz de la poesía 
que mueve su cola, ladra, 
se levanta a dos pies 
y no te encuentra.

5

Toma tu guitarra en la uña del alcohol,
el alcohol en la copa de la pérdida, 
la pérdida en los pasos de la infancia
y los pasos en la antigüedad del lenguaje. 
Toma tu guitarra, 
con cada melodía tu corazón 
bombea sangre a mis órganos.

Remonto el viento 
para caer con más fuerza 
en tus brazos.

(Traducción de Mohsen Emadi y Arturo Loera. Revisión de Ángel Guinda)

 

*La foto de Marcelo Reyes, de 1990, la tomo de aquí: 

http://2.bp.blogspot.com/-g4xOFqUMx0I/VbfQu-6lbfI/AAAAAAAAE2A/Pp6xe0zAlSU/s1600/Marcelo%2BReyes%252C%2B1990.jpg

 

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