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Antón Castro

DOS POEMAS DE EDUARDO CHICHARRO

DOS POEMAS DE EDUARDO CHICHARRO

[Ese editor tan personal que es Raúl Herrero de Libros del Innombrable ha publicado ‘Radical libre’ la lírica del poeta postista Eduardo Chicharro, ese grupo que integraron Silvano Sernesi, Carlos Edmundo de Ory y él, pero también, en otros momentos, Gloria Fuertes y Ángel Crespo, entre otros. Raúl me envía dos textos. El libro se presentará el día 6 de octubre en el Museo Pablo Serrano, que está viviendo una intensa transformación. Hace lo que tiene que hacer: actividades. Atraer públicos, crear un nuevo imaginario cultural y social. Para eso está ahí.]

 

[La complejidad de la obra literaria de Eduardo Chicharro Briones 
(Madrid, 1905-1964), con una trayectoria que abarca poesía, novela y 
cuento, teatro o ensayo literario, solo es comparable al ostentoso 
silencio que la acompañó y la sigue acompañando. Pero Chicharro fue, 
en este sentido, insensible al desaliento. Ajeno a la pompa de la 
corte literaria, desde ese mismo silencio fue capaz de construir, 
siempre desde los márgenes del canon literario de su tiempo, una obra 
extraordinariamente iconoclasta, radical y libre.]
Jaume Pont. Prólogo a _Radical libre_ de Eduardo Chicharro.

 

Carta de noche a Carlos

 

Carlos yo te escribo trece trenes

trinos trece te estremece

y te envío mecedoras

a tu casa.

Que tu casa es una cosa

que no pasa.

En el filo sutilísimo te escribo

del estribo.

Puesto el pie en el mismo digo

como sigo por el hilo de tu higo

en el higo sutilísimo que sigo.

De mi casa a la tu casa sigo sigo

enviando mecedoras rutilantes.

Por la noche duermo, sueño, como, orino,

sueño papa manos pone tuyos hombros

cara tiene nívea cera transparente

gesto ambiguo de sus labios mucho temo

pasan cabras por sus ojos, dame leche

y en un coche pon la estrecha remolacha

por los siglos de los siglos que me orino.

Pasan ciervos por mis ojos

luchan truchas en mi lecho

por debajo pasa el grajo, por la orilla la abubilla.

Que mis huesos son de corcho sueño a veces

y las heces que vomito son como oro.

Un gigante se aparece cada noche

y me dice cada cosa cada cosa,

cada cosa que no entiendo va y me dice.

No me llama por mi nombre el gigante ese

ni me tira de la oreja.

Te pregunto Carlos ahora por qué escribo

y te envío mecedoras.

Si te cuento lo que sueño no entristezco

a ningún amigo bueno que me escucha

por lo menos así pienso entumecido

ya a las puertas de esta noche.

¿Qué me espera? ¿Quién se agita en la penumbra

que los párpados me cierra suavemente?

He aquí pues que vuelvo al sueño como un guante

del conejo que hay delante de mi fuente.

Guardo un trozo de casulla del gigante

pongo botas quito mantas cuelgo abrigos

traigo trapos y amontono las almohadas.

En un hoyo me cobijo, me hago el muerto

y en espera de que el sueño llegue aúllo.

Vuelve el viento, la casulla, la osamenta,

el gigante, el calcetín y la abubilla.

Mientras tanto, Carlos, rápido te envío mecedoras.

¿Las entiendes? ¿Tú las ves que te las mando?

Si entre tanto te lo cuento estáte atento

al bicho ese que se sube por las barbas

es un tanto alocadillo y come mucho.

Al abrigo de la noria está la liebre

el molino escupe hileras de cipreses

el anciano da patadas al pesebre

el obispo zurce el culo de la avispa

y en el mango de la escoba vive el piojo.

¿No ves Carlos por la noche tú también,

un portero con al hombro una escopeta?

¿Tiene una hija ese portero tú también?,

con la mano me hace señas y me enseña

una cosa mucilaginosa. ¿A ti no?

¿He de decir que me canso, que de cansar estoy vivo?

¿O he de decir que me vivo, que de vivir estoy canso?

Let me I write you, my dear.

Digo que me digas que digo

a estas cuatro paredes mi pena

mi congoja de hombre destartalado.

¿Soy yo cura, ámbito habito

o es el hábito del obispo

que hace al monje o no lo hace?

Sigo enviándote mecedoras,

cuídalas, límpialas, pómpalas,

góndolas, lámparas, ordéñalas,

albérgalas en tu pecho

que el sultán viejo lo dice:

si el refrán mata a la rata

pon tu casa enjalbegada

que a decir viene lo mismo.

 

Elementos fantasmagóricos del paisaje

 

Mira el buey redondo y alto

lo más romo de la encina

y el labriego sentencioso

corta el pan con sus dos manos.

 

Cosas vagan necesario

vive el astro en la campiña

sobre el suelo y el escombro

y el tritón invertebrado.

 

En el aire está exhalando

muerta serpiente de espina

aire muerto. Rinde el lobo

doble culto al fiel rebaño.

 

Ve el pastor quieto a su lado

un gran ángel de rodillas,

con el brazo forma un codo

al enseñarle los prados.

 

Pisa el buey con su pie plano

la seriedad de ceniza

del ángel, mientras el lobo

se ha convertido en milano.

 

1944

 

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