EN HECHO, CON EMILIO Y MARI CARMEN
CUENTOS DE DOMINGO* / Antón Castro
En Hecho, sin miedo
Si para un barcelonés, las Rambas son la calle más alegre del mundo, tal como escribió Federico García Lorca, para los aragoneses el Pirineo es un pulmón de felicidad. Un lugar al que siempre hay que ir. El Pirineo es la montaña, el cielo diáfano o casi cárdeno, la majestuosidad inefable, la arquitectura, ese arsenal un tanto indescriptible de vida, tradición y memoria que se percibe de inmediato: en las casas, en las flores que asoman al balcón de madera, en las calles empinadas, en las queserías o en las panaderías. Hecho está encajonado entre montañas y ha hecho diversas apuestas a por el turismo, por el arte, por el ocio en calma, por la aventura. En Hecho, ese hombre de paz que se llama Emilio Gastón, primer Justicia de Aragón de la democracia, tiene una casa solariega de 200 años. La comparte con su mujer, Mari Carmen Gascón, poeta y profesora. En esa casa, objeto a objeto, piedra a piedra, hablan el Pirineo y los secretos de una familia aragonesa que ha tenido catedráticos, sociólogos, músicos, abogados, escritores o poetas y escultores como Emilio. Allí la vida, avasalladora, se multiplica en todos los detalles. Desde las orlas universitarias, los lienzos, las figuras de metal y los esquilones, hasta las fotos, los carteles, las imponentes cadieras, que han oído conversar y reír a Lázaro Carreter, Francisco Ynduráin, los Blecua, padre e hijo, Domingo Miral, Veremundo Méndez y tantos y tantos que se han sentido llamados por Jaca, Ansó, la Selva de Oza, Hecho o Siresa. Uno de los lugares embrujados es la bodega: hay cubas de vino, hay atmósfera, esencia húmeda de los años, olor a fantasmas. La casa tiene dos bibliotecas, con materiales increíbles, desde el siglo XVIII hasta nuestros días. Carmen está muy orgullosa de la revista ‘La Esfera’, una maravilla de fotograbado e ilustración, y cada verano lee artículos de hace un siglo, 1915, 1916 o 1917. El gran tesoro está arriba, en la falsa: allí se agolpa el silencio denso de la memoria en un escenario de cine turbador. Además, unos kilómetros más arriba, Emilio y Carmen poseen una borda. De enamorados, de poetas o de observadores de las bellezas del Alto Aragón. Duermen a menudo allí. Y estos días, han contado las estrellas y han recordado que Barcelona es una gran herida en la piel del mundo. Allí, en la soledad existencial de la noche, ellos tampoco tienen miedo.
- Columna de Heraldo de Aragón. La foto de la bodega de Emilio Gastón y Mari Carmen Gascón es el ilustrador y editor Javier Hernández, que vive en Siétamo, con su compañera Raquel Sobrino, violinista, y con su hija Noa, que toca la viola.
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