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Antón Castro

MURNAU, EL POETA DEL CINE MUDO

MURNAU, EL POETA DEL CINE MUDO

F. W. Murnau, el poeta del cine mudo

 

La tumba del director de ‘Nosferatu’ y ‘Amanecer’ fue profanada y, como a Goya, le han robado su cráneo

 

Friedrich Wilhelm Plumpe, hijo de un fabricante textil, ha pasado a la historia como “el poeta del cine” o “el poeta del silencio”. Es autor, al menos, de dos obras maestras: ‘Nosferatu’ (1922), una interpretación libre de ‘Drácula’, y ‘Amanecer’ (1927), un complejo ejercicio de exquisita sensibilidad, la primera película que hizo en América. Murnau había nacido en Bielefeld (Alemania) en 1888; desde muy joven, destacaría por su curiosidad y su talento. Estudió arte, filosofía y música en la Universidad de Heidelberg y participó como piloto en la I Guerra Mundial; fue herido en Suiza y regresó a casa. Al principio, influenciado por el romanticismo, más o menos tenebroso o fatalista, por el nuevo expresionismo y por el productor y dramaturgo Max Reinhardt, con quien colaboraría, se inclinó por el teatro como actor, aunque no tardaría en debutar en el cine. En 1909 se cambió el apellido: sustituyó Plumpe por Murnau, un pueblo de la alta Baviera que había visitado con uno de sus amigos en bicicleta.

En 1919 filmó ‘El muchacho en azul’ y realizó varias películas antes de ‘Nosferatu’, algunas tan interesantes como ‘El castillo Vogeloed’ y ‘Fantomas’, basada en una novela del Nobel Gerhard Hauptmann, con guion de Thea von Harbou. En 1922, un año muy intenso, se estrenó la historia del vampiro ‘Nosferatu. La sinfonía del horror’, que se rodó en exteriores. Como la productora no logró conseguir los derechos de la novela ‘Drácula’ de Bram Stoker, hizo su propia adaptación y cambió al Conde Drácula por el Conde Orlok. La viuda del escritor lo denunció y fue condenado a destruir la película. Alguna gente tenía copias y, felizmente, la película se conserva. Más tarde filmó ‘El último’ (1924), ‘Tartufo’ (1926) o ‘Fausto’ (1926), con su actor fetiche Emil Jannings. ‘Fausto’ tenía algo de superproducción y era un intento de contar la historia de Goethe del anciano sabio que vende su alma al diablo para conquistar a la bella Margarita. El cine de Murnau poseía una factura técnica indiscutible: pura plasticidad y belleza. Trabajaba como nadie la puesta en escena –admiraba al romántico Friedrich, pero también a Rembrandt y a Goya-, poseía un especial sentido del ritmo y los movimientos de cámara eran innovadores.

Lo reclamaron de Hollywood y allí estrenó ‘Amanecer’ (1927), para muchos uno de los más bellos poemas visuales del cine mudo, de casi tres horas, expresionista, que abordaba la historia de un hombre que tiene el corazón dividido entre dos mujeres. Recibió tres Oscars. Con todo, a W. F. Murnau no le acompañó el éxito en su periplo norteamericano, quizá por ello intentó regresar a su país. Rodó ‘Tabú’ en Tahití, su último y tumultuoso proyecto.

Un 11 de marzo de 1931 perdió la vida en Santa Bárbara, California, en un accidente de coche que conducía un joven filipino de catorce años, al que, según cuenta Kenneth Anger en su ‘Hollywood Babilonia’ (Tusquets), le practicaba sexo oral. Murnau ha vuelto a ser recordado estos días porque alguien profanó su tumba, en el mausoleo número 22 de Stahnsdorf, rompió el ataúd metálico y robó su calavera. Este hecho le vincula con su querido Goya: en 1888, tras la exhumación de sus restos, el cónsul Pereira remitió una nota desde Burdeos donde decía: “Esqueleto de Goya no tiene cráneo”. Aún hoy no se sabe qué fue de él. Quizá sea más fácil saber qué pasó con el cráneo de Murnau.

 

LA ANÉCDOTA

Murnau murió en marzo de 1931 y su cadáver tardó casi un año en volver a su país. Antes fue cuidadosamente embalsamado. El rodaje de su última película fue un tormento. Le escribió a su madre y le dijo: “En ningún sitio me hallo en casa; en ningún país y en ningún lugar, ni cerca de ninguna persona”. La víspera de su adiós, un astrólogo le anticipó que perdería la vida en un accidente.

 

*La foto es de 1920.

 

 

 

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