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Antón Castro

AUTE, EL CREADOR TOTAL DE LA BELLEZA

Aute, el creador total de la belleza

 

 

La cantautora María José Hernández le envió en una ocasión a Luis Eduardo Aute sus primeras canciones en una primitiva casete. Dos o tres años después, recibió una carta suya donde le pedía disculpas por la demora y le comentaba cada uno de los temas con generosidad e inmenso respeto. Un detalle así define a Aute, que acaba de irse a su Albanta (ese lugar de la imaginación y los sueños que inventó su hijo Pablo de niño). Era elegante, refinado, buen compañero y no dudaba en apadrinar con suavidad, sin suficiencia y con inmenso afecto, a quien se lo pedía. Ángel Petisme, con quien cantó en varias ocasiones, lo percibía como un maestro y un talentoso hermano mayor. Petisme escribía hoy en su Facebook: El mejor, el más grande, el más generoso, el más guapo, el más humilde de todos nosotros, se nos ha ido. ¡Padrino, qué dolor, otra vez el vacío, el hachazo de la vida que es la muerte, qué huérfanos nos dejas!”.

Aute, que ha muerto a los 76 años, ha sido uno de los artistas españoles más complejos y fascinantes de los últimos tiempos. Empezó en la pintura, debutó en 1960 en Barcelona, pero pronto demostró que podía llegar a otros registros. Pintaba y dibujaba muy bien, con su tormento a cuestas, como se ve en esa película de animación de 4.000 dibujos que es ‘Un perro llamado Dolor’ (2001), con ecos expresionistas de Goya y Buñuel y Bacon; pero no tardó en descubrir que tenía vena de cantautor y de poeta, y empezó a componer sus primeros temas. Vivió, entre idas y venidas a España, el mayo del 68 y allí se acostumbró a las melodías de Brel, Moustaki, Ferre y Brassens, de quien herederá cierta gravedad, y a la poesía de los simbolistas y de Paul Éluard, al que conoció; el autor de ‘Libertad, yo te nombró’ le dedicó afectuosos elogios que él usó en su álbum ‘Espuma’, donde también había elogios del futuro Nobel Vicente Aleixandre.

En su apuesta por la música, enlazó con los nuevos aires de Norteamérica, con Bob Dylan, Joan Baez, Joni Mitchell, e iría forjándose en solitario, con un estilo personal, acariciante y lento. Concebía canciones que cantaron otros: ahí están temas como ‘Rosas en el mar’ o ‘Al alba’, sus primeros éxitos. Aute escribió para Massiel, Mar Trini, Rosa León, Marisol y a principios de los 70 iniciaría su despegue –por ahí andan ‘Espuma’, ‘Albanta’, ‘Canciones de amor y muerte’, ‘Sarcófago’, ‘Alma’...–, donde se veía al gran letrista y a un cantautor enamoradizo y voluptuoso, existencialista (“qué terriblemente absurdo es estar vivo”, dirá) y creativo, melancólico y sombrío, volcado hacia el embrujo de la mujer y el arte de meditar sobre los enigmas de la vida. El álbum en directo, ‘Entre amigos’ (1983), en el que también cantaban Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Serrat, marcó un momento de plenitud. Sonó muchísimo en todas partes, y allí estaban muchos de sus mejores: ‘A por el mar’, ‘Queda la música’, ‘Libertad’, ‘La cuatro y diez’, ‘No te desnudes todavía’, ‘Pasaba por aquí’, y maravillas absolutas como ‘Siento que te estoy perdiendo’ o ‘De alguna manera’, dos himnos de amor. Entonces parecía nacer su afición a los recopilatorios, publicaría cuatro álbumes en directo y ocho antologías, tres de ellas se titulan ‘Autorretratos’, 1, 2 y 3.

Aute es un letrista inspirado en los vaivenes del amor, en los placeres cotidianos, en la mitomanía, y un defensor indomable de la hermosura y del erotismo. Encarna la sensualidad, un punto de ironía y descreimiento, y parece tener claro que la felicidad es la mejor venganza contra las adversidades de la vida. Compuso bandas sonoras y fue meritorio de dirección, hizo carteles y diseñó sintonias para programas de radio y televisión, y cultivó una obra literaria copiosa e interesante, con poemas, canciones, sus ‘poemigas’ o textos cortos. Hizo versos sobre todo (recopiló su poesía en Sial primero, el pasado año en Espasa), juegos de palabras, aforismos, homenajes (a Neruda, tituló uno de su s álbumes ‘20 canciones de amor y poema desesperado’, a Pessoa, a Carlos Oroza, aún inédito), que hay que tomar muy en serio. Conocía el oficio, tenía facilidad, y sabía mezclar la emoción, el viaje, el sueño y la profundidad. Ahí están títulos como ‘La matemática del espejo’, ‘Cuerpo del delito’, esa serie que tanto le gustaba como ‘AnimaLuno’ y ‘AnimaLdos’, y proyectos poéticos y un tanto filosóficos, imaginativos e híbridos, como ‘AnimaLtresD’, ‘AnimaLhada’ y ‘AnimaLhito’, que publicó Siruela. En ocasiones, hay en Aute una veta entre divertida y humorística que lo vincula con Lewis Carroll, Georges Perec o Julio Cortázar

Jaime Chávarri, con quien colaboró mucho, le dedicó en 1997 un documental: ‘Ad libidum’. Y el pasado año, Gaizka Urresti estrenaba en el Teatro Principal su espléndido documental ‘Auterretrato’, que es la crónica emocionada del creador total. Ese galanteador incesante que se atrevía a todo sin dejar de fumar. Por eso escribió y cantó: “Reivindico el espejismo / de intentar ser uno mismo, / ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza / de encontrar en tu mirada / la belleza”. La belleza, otra palabra que definió el tamaño de su emoción incontenible.

 

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