LA EDAD DE ORO
He vuelto a comprar La edad de oro, un libro de entrevistas de Vicente Molina Foix. Por tercera vez. Es uno de esos libros que narran oblicuamente una historia de la vida y la cultura españolas a través de un puñado de personajes: Julio Alejandro de Castro, que lo abre, y Pepín Bello, entre ellos. Pero también Pilar López, Ricardo Muñoz Suay, Jorge Oteiza, Imperio Argentina o Emilio Sanz de Soto, entre otros. Me encantan los libros de entrevistas. Le debo a uno de ellos mi pasión por el periodismo: Inventario de otoño, una colección de retratos y entrevistas que hizo para El país Manuel Vicent. Recuerdo cuánto me impresionaron las existencias de Maruja Mallo aquella mujer que ganaba los concursos de tacos en los cafés de Madrid, y que se llevó al río del amor a Rafael Alberti, del cual fue novia, parece que también a Pablo Neruda, y a Miguel Hernández-, Juan Gil Albert, el irrepetible y cachondo Luis Calvo, Pedro Sáinz Rodríguez, Gabriel Celaya, Juana Mordó o Cristino Mallo, entre otros. En el fondo, recuerdo ahora, la entrevista que más me gustó fue la de Laxeiro, que fue barbero antes de pintor. Ese Inventario de otoño me ha acompañado siempre y fue mi primer catón de periodismo, el libro que yo siempre quise escribir. Y luego, en El Periódico de Aragón, intenté imitarlo en una serie- libro que quizá algún día vea la luz: Memorias de Otoño, cuatro páginas, dos con la entrevista y otras dos con el álbum de la vida. Empecé con Luis Gómez Laguna, que tenía todos sus álbumes de fotos perfectamente ordenados y anotados, y bebía whisky, octogenario ya, con pura delectación. Salieron un total de 38 personajes. Ese libro, inédito, ha seguido creciendo con otros personajes: el fallecido Paco Ortiz, Rosa María Aranda, Bernabé Martí, Juan José Carreras, Lázaro Carreter, Katia Acín...
Algún día, cuando se pasen los apuros de lo inmediato, prepararé una edición porque sin ser tan magnífico como el Inventario de otoño de Vicent constituye una oblicua historia de Aragón del siglo XX. Por ejemplo, jamás podré olvidar mi encuentro con Andrés Lerín, el portero de Los Alifantes, que acabó llorando como un niño, o un viaje a Borja en pos de los recuerdos de Pepe Nogués, que apenas recordaba ya que había sido portero del Zaragoza, de la selección española (sustituyó a Ricardo Zamora ante Mussolini, nada menos), sustituto del mítico Platko y entrenador del F. C. Barcelona. Aragón es una mina y un pozo insaciable de tesoros.
Algún día, cuando se pasen los apuros de lo inmediato, prepararé una edición porque sin ser tan magnífico como el Inventario de otoño de Vicent constituye una oblicua historia de Aragón del siglo XX. Por ejemplo, jamás podré olvidar mi encuentro con Andrés Lerín, el portero de Los Alifantes, que acabó llorando como un niño, o un viaje a Borja en pos de los recuerdos de Pepe Nogués, que apenas recordaba ya que había sido portero del Zaragoza, de la selección española (sustituyó a Ricardo Zamora ante Mussolini, nada menos), sustituto del mítico Platko y entrenador del F. C. Barcelona. Aragón es una mina y un pozo insaciable de tesoros.
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