GISTAÍN, BARCELÓ, BENEDETTI, DALÍ...
Acabo de perder varias notas: sobre las fotos de Mariano Gistaín, que son admirables, la novela en color de una vida de gestos, la crónica gráfica de un mirón selectivo; sobre el diario de Miquel Barceló, Cuadernos de África (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), en el que lo más chocante es la atmósfera de la selva, el viento de arena que impregna los lienzos y el escepticismo casi fatalista del creador y artesano Barceló, al que no le estremecen ni las mujeres de senos puntiagudos ni las historias de la gente anónima. También he perdido unas notas sobre el libro Memoria y esperanza. Un mensaje a los jóvenes de Mario Benedetti (Destino), y quiero rescribir este fragmento sobre su pasión por el deporte: En Uruguay fui un asiduo concurrente a canchas y estadios y aún conservo el nítido recuerdo del afecto con que las hinchadas acompañaban las jugadas a veces geniales de sus ídolos. Sin ir más lejos, la victoria de Maracaná, donde Uruguay derrotó a Brasil en la Copa del Mundo, fue, para un país pequeño como el mío, un hecho glorioso, casi equivalente a la declaración de la Independencia. Como un testimonio ilustrativo del carácter de aquellos campeones, se recuerda que el gran Obdulio Varela, capitán de aquel notable equipo, concluido el partido, no se fue con sus compañeros a su lugar de concentración, sino que concurrió a la concentración de los brasileños para expresarles su solidaridad. El libro me resulta un poco obvio en Sexo y amor, escribe: Y está por fin el sexo. En la pubertad es una revelación. La masturbación inaugural, el orgasmo de estreno, no sólo revelan posibilidades corporales hasta ese momento sin estrenar, sino también una ampliación de la vida interior. Con el sexo, con el erotismo, cambian el ritmo y la calidad de los sentimientos. Parecen palabras, demasiado sencillas, de un psicólogo, no de un buen poeta-, pero contiene fotos muy bonitas, como aquella de Cartier-Bresson, que estuvo en Ariza en 1953, tomada en México, donde ve a dos mujeres amándose, entreverando sus cuerpos en un amasijo de manos, de brazos, de lencería, de gozo a escondidas.
Y también he perdido mis primeras notas sobre Salvador Dalí, obra completa. Poesía, prosa, teatro y cine (Vol. III, edición de Agustín Sánchez Vidal). Es un libro emocionante, es un libro de libros, la genialidad del pintor que escribe, la genialidad del gran escritor que se distrae pintando. Como me gustan mucho los atardeceres y nunca podré ser un poeta del amor, aunque quisiera, anoto este párrafo (en las notas que he perdido reproducía un soneto de Lorca, Narciso) del poema Atardecer:
Junto a mí han pasado dos amantes dejando a su paso aroma de amor y juventud, no se decían nada, quizá para no romper la quietud que sobre las cosas flotaba; se miraban y sonreían... Se han alejado y perdido entre las sombras de la noche ya cerrada, y me he sentido solo, y he sentido el misterio y tristeza del anochecer y hubiese querido sonreír como ellos. Qué hora más bella para los enamorados pensaba... Al leer este fragmento he pensado en Juan Ramón Jiménez, a quien denostaron por carta Dalí y Buñuel, y he pensado en el Luis Cernuda de Ocnos, un delicioso libro en prosa poética. Una joya.
De esto no había dicho nada en el texto perdido. Cuando pierdo algún fragmento siempre me digo, siempre me justifico así: Habría algo que estaba mal y tu arcángel de sombra te invita a que lo rehagas o a que lo dejes... Me daba pereza volver a empezar. Pero hay días en que este blog, como dice Barceló de su pintura o de sus 50 ó 60 dibujos al día, me justifica. Y me anima.
También me anima Daniel y recupera su normalidad de lector. Acaba de coger Hamburguesas de Fernando Martín Pescador, un libro extraordinario. Algún día, no muy lejano, nos daremos cuenta de la espléndida cosecha de libros de Xordica: La infancia y sus cómplices de Fernando Sanmartín, La novia parapente de Cristina Grande, Autos de choque de Rodolfo Notivol, Manila de Santiago Gascón, Besos robados de Luis Alegre. No me acuerdo ahora de todos, pero esa cosecha sigue varada en el paladar y en los ríos arteriales de nuestro cerebro. Son libros de cabecera para siempre.
Y también he perdido mis primeras notas sobre Salvador Dalí, obra completa. Poesía, prosa, teatro y cine (Vol. III, edición de Agustín Sánchez Vidal). Es un libro emocionante, es un libro de libros, la genialidad del pintor que escribe, la genialidad del gran escritor que se distrae pintando. Como me gustan mucho los atardeceres y nunca podré ser un poeta del amor, aunque quisiera, anoto este párrafo (en las notas que he perdido reproducía un soneto de Lorca, Narciso) del poema Atardecer:
Junto a mí han pasado dos amantes dejando a su paso aroma de amor y juventud, no se decían nada, quizá para no romper la quietud que sobre las cosas flotaba; se miraban y sonreían... Se han alejado y perdido entre las sombras de la noche ya cerrada, y me he sentido solo, y he sentido el misterio y tristeza del anochecer y hubiese querido sonreír como ellos. Qué hora más bella para los enamorados pensaba... Al leer este fragmento he pensado en Juan Ramón Jiménez, a quien denostaron por carta Dalí y Buñuel, y he pensado en el Luis Cernuda de Ocnos, un delicioso libro en prosa poética. Una joya.
De esto no había dicho nada en el texto perdido. Cuando pierdo algún fragmento siempre me digo, siempre me justifico así: Habría algo que estaba mal y tu arcángel de sombra te invita a que lo rehagas o a que lo dejes... Me daba pereza volver a empezar. Pero hay días en que este blog, como dice Barceló de su pintura o de sus 50 ó 60 dibujos al día, me justifica. Y me anima.
También me anima Daniel y recupera su normalidad de lector. Acaba de coger Hamburguesas de Fernando Martín Pescador, un libro extraordinario. Algún día, no muy lejano, nos daremos cuenta de la espléndida cosecha de libros de Xordica: La infancia y sus cómplices de Fernando Sanmartín, La novia parapente de Cristina Grande, Autos de choque de Rodolfo Notivol, Manila de Santiago Gascón, Besos robados de Luis Alegre. No me acuerdo ahora de todos, pero esa cosecha sigue varada en el paladar y en los ríos arteriales de nuestro cerebro. Son libros de cabecera para siempre.
7 comentarios
aline lopez -
clara -
Saludos.
RICARDO ALEJANDRO -
angelica -
yoanna -
Querido B -
B. -
Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No se si expreso esto bien). Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte. !Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?..."
Es un trocito de uno de los poemas de Ocnos. Antón, tu debes ser un niño, tus horas tienen siglos.
La selección de poemas de Simoneta, fantástica.
No te canses, et sour tout, no te canses si pierdes notas... empieza de nuevo...
Y gracias.