Me escribe Maite,la musa de Ángel Artal, el íntimo amigo de Patricio Julve. Me escribe Aurora Charlo, la acuarelista que recorre el mundo a impulsos de agua. Vuelven de Galicia, me cuentan maravillas. Miro en mis bolsillos y en mis archivos y rescato este texto sobre Aurora Charlo, una pintora rica de aventura y de misterio.
AURORA CHARLO O LA CLARIDAD DEL MUNDO
¿Es el acuarelista un pintor a vista de pájaro? Un pintor, queremos decir, que tiene ojos de águila, mira al horizonte y atrapa de súbito una imagen indeleble. Antes que el papel, la retina fotografía una primera visión, edifica un torbellino de color, fija la exacta luz de un paisaje. Y luego el acuarelista, ese pintor a vista de pájaro, intuición y vértigo, saca sus pinceles, sus colores y el agua. En apenas unos cuantos gestos, o ademanes de artista veloz, imprime el sueño, la instantánea de una realidad que ha interiorizado. ¿Trabaja así, en realidad, Aurora Charlo? Quizá. Trabaja con la intuición, con la sabiduría del ojo que hurta la claridad del mundo, con la sensibilidad que se afana en elegir colores que el amanecer no ofende. Trabaja Aurora Charlo con un sexto sentido, incalificable, que le permite discernir atmósferas, florestas, detalles o ríos que avanzan entre juncos y nieves hacia un mar de amor. Y todo ello lo trasvasa: le da forma, vida, aliento de lumbre con manchas. La libertad de la mano, la alegría del trazo y la hondura del agua sucia de colores del alma ahí campan en un laberinto de verdad y contemplación. Aurora Charlo tiene algo de coleccionista de senderos al crepúsculo: ahí va la eterna patinadora de los campos, la mujer que embruja los apriscos, los promontorios, las islas a la deriva y las montañas. Aurora Charlo mueve la mano que desordena el deseo: se ha confundido con la fronda y con los pájaros. Además de sus paisajes habituales de mar, páramo, ciudad entrevista y montaña-, incorpora visiones de la nueva Zaragoza: la Zaragoza del Ebro que avanza herido bajo los puentes, la Zaragoza urbana de la calle Alfonso que parece conducir a un cuento de Las mil y una noches. Aurora Charlo compone, araña el color, destila belleza y evocación. Sus acuarelas técnicamente impecables: modernas, audaces, abrazadas a la sutileza son huellas de vida, pasos en el jardín, miradas del caminante que se detiene a tiempo y atrapa la vasta paleta de las estaciones.
AURORA CHARLO O LA CLARIDAD DEL MUNDO
¿Es el acuarelista un pintor a vista de pájaro? Un pintor, queremos decir, que tiene ojos de águila, mira al horizonte y atrapa de súbito una imagen indeleble. Antes que el papel, la retina fotografía una primera visión, edifica un torbellino de color, fija la exacta luz de un paisaje. Y luego el acuarelista, ese pintor a vista de pájaro, intuición y vértigo, saca sus pinceles, sus colores y el agua. En apenas unos cuantos gestos, o ademanes de artista veloz, imprime el sueño, la instantánea de una realidad que ha interiorizado. ¿Trabaja así, en realidad, Aurora Charlo? Quizá. Trabaja con la intuición, con la sabiduría del ojo que hurta la claridad del mundo, con la sensibilidad que se afana en elegir colores que el amanecer no ofende. Trabaja Aurora Charlo con un sexto sentido, incalificable, que le permite discernir atmósferas, florestas, detalles o ríos que avanzan entre juncos y nieves hacia un mar de amor. Y todo ello lo trasvasa: le da forma, vida, aliento de lumbre con manchas. La libertad de la mano, la alegría del trazo y la hondura del agua sucia de colores del alma ahí campan en un laberinto de verdad y contemplación. Aurora Charlo tiene algo de coleccionista de senderos al crepúsculo: ahí va la eterna patinadora de los campos, la mujer que embruja los apriscos, los promontorios, las islas a la deriva y las montañas. Aurora Charlo mueve la mano que desordena el deseo: se ha confundido con la fronda y con los pájaros. Además de sus paisajes habituales de mar, páramo, ciudad entrevista y montaña-, incorpora visiones de la nueva Zaragoza: la Zaragoza del Ebro que avanza herido bajo los puentes, la Zaragoza urbana de la calle Alfonso que parece conducir a un cuento de Las mil y una noches. Aurora Charlo compone, araña el color, destila belleza y evocación. Sus acuarelas técnicamente impecables: modernas, audaces, abrazadas a la sutileza son huellas de vida, pasos en el jardín, miradas del caminante que se detiene a tiempo y atrapa la vasta paleta de las estaciones.
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