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Antón Castro

DOS LIBROS DEDICADOS: GUELBENZU Y CARMEN SANTOS

Me sigue haciendo ilusión recibir libros dedicados. José María Guelbenzu, que me deslumbró con “El río de la luna” cuando empezaba a amar la literatura, me remite “La muerte viene de lejos” (Alfaguara, 2004) con esta nota: “Para Antón Castro. Hace mucho que no nos vemos, así que tómate este libro como un encuentro”. Así me lo tomo porque aquí vuelve al relato policial, que ya tocó en “No acosen al asesino” (Alfaguara, 2001). Vino a presentarlo a un Instituto a Zaragoza y los alumnos le cosieron a preguntas y le hicieron reflexiones que le dejaron estupefacto. Me lo pasen muy bien oyéndolo y oyéndolos a ellos. Hay pocas más bellas que encontrarse con profesores que estimulan a los alumnos con uno de tus libros, que te respetan, y que transmiten una parte de tu esfuerzo y que, además, los jóvenes son capaces de darle lecciones críticas sobre tu propia obra. Aquí, en esta nueva novela, narra la historia de un avaro que aparece muerto en su propia casa, en la cocina, debido a emanaciones de gas.
Todos piensan que ha sido un accidente y no hay caso. Pero dos años después, Carmen, que fuera secretaria de la Juez Mariana de Marco, le sugiera a su jefa que abre el caso porque ella intuye que ahí ha habido un asesinato, cometido por un sobrino del anciano. La novela elabora una intriga apasionante que no excluye las sorpresas. Se percibe que Guelbenzu ha escrito este libro con un enorme placer y un vehemente, casi juvenil, sentido de la aventura. Jamás olvidaré una entrevista larga que le hice, la segunda que me encargó Marisa Blanco (la primera había sido en el Ritz a Luis Landero), para “ABC Cultural”. Estuve en aquella casa llena de libros que había visto muchas veces en los periódicos y revistas: aquella vivienda era una inmensa biblioteca en varios idiomas, una inmensa discoteca, con algunos apéndices: una cocina, baño y dormitorio. Lo demás, ya digo, eran libros y ediciones preciosas. Los Guelbenzu acababan de adoptar entonces a niña creo que colombiana. Eran otros tiempos, de anteayer mismo. Hablamos de Henry James, de Javier Marías, de García Hortelano, de Juan Benet, y lo que más me gustó fueron las certezas de Guelbenzu, que no se parecían nada a las mías. Aquellos dos años yendo y viniendo a Madrid (Sampedro, Gonzalo Suárez, Juan Eduardo Zúñiga, Francisco Ayala...), a Barcelona o Almería (José Ángel Valente) para hacer entrevistas fueron preciosos. Ahora las cosas han cambiado y he salido por la puerta falsa de la publicación, sin acritud, aunque allí era, fui condenadamente feliz. Y de ese tiempo sólo deriva una impresión de gratitud. Como me dice alguien, no soy capaz de conservar las amistades o las influencias; me llevo rematadamente mal con el teléfono móvil. Como me decía una novia, soy amable pero tengo algo inaccesible que impide acercarse a mí. Eso sí, me lo decía una novia fugaz que tras el primer beso me dijo que amaba a un estudiante de arquitectura que escribía poemas a las piedras y a las esculturas, y era con quien le apetecía acostarse...

También recibo otro libro dedicado y confieso que me hace mucha ilusión: “La cara oculta de la luna” de Carmen Santos (DeBolsillo, 2004; 485 páginas), con dos notas nada frecuentes: “Inédito” y “Best-seller”. Es cierto que no es normal que una primera novela, contratada además por la Agencia de Carmen Balcells, aparezca en una colección de bolsillo. La novela narra varias historias de amor: primero la del ex bohemio, y ahora empresario, Julio con Paula. Pigmalión y su musa. Cinco años después de la boda, el sofisticado y un tanto misterioso esposo desaparece en los canales de Ámsterdam. NO es que desaparezca: se cae al agua sucia del Canal ante la atónita mirada de un grupo de catalanes (Julio pertenece a una familia de clase alta de Zaragoza; es sofisticado y estiloso, y por eso su novia, que tiene algo de Joan Fontaine en "Rebeca", la consideran una subespecie de buscona). Paula inicia la búsqueda y acaba de Innsbruck, donde establece una relación amorosa con un alemán. Ese paso le permitirá descubrirse a sí misma, afirmar su carácter. Determina correr la primera aventura de su vida, de una vida que sólo gobierna ella.
Carmen Santos me ha puesto: “Para Antón Castro, que me hizo mi primera entrevista (y fue muy considerado). Espero que te guste esta historia donde (casi) nada es lo que parece. Un abrazo”. Me ha gustado recordar esa entrevista en el “El Paseo” de RTVA, que inicia ahora su tercera temporada y por el que ya han pasado más de 150 escritores de Aragón, España y el mundo.
Carmen Santos, que había venido por primera vez a una televisión, fue dos o tres veces al baño antes de recrearnos en aquella historia de una mujer madura y en crisis, aunque fogosa, que se enamoraba locamente de un muchacho, al que la autora hacía hablar en un cheli no siempre feliz que quiso ser gallego, creo... Aquí vuelve a mostrar su pasión por las lenguas: el catalán, el inglés, algo de alemán. Carmen Santos, que llegó a escribir cuentos en alemán, vivió en Düsseldorf desde los cuatro a los 16 años. Luego regresó a Valencia, y finalmente se instaló en Zaragoza. Hacia 1988 dijo adiós a muchas cosas y se inclinó hacia la escritura. Ha sido, es, otro descubrimiento de Fernando Jiménez Ocaña, como antes lo fuera Carlos Castán...

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