EL PALACIO DE LAS ARTES
La historia de la basílica del Pilar es sumamente compleja. El santuario ha ido creciendo con los siglos desde la primitiva capilla de adobe hasta su estado actual. Su historia queda desdibujada entre conjeturas, leyendas y algunas certezas inevitables como la figura de San Braulio, varias bulas papales, la visita de distintos reyes como Felipe IV (vino en 1644, cuatro años después de haber recibido a Miguel Juan Pellicer, el cojo de "El milagro de Calanda") e Isabel II, un grandioso incendio, y la inmensa figura de Ventura Rodríguez, aquel gran arquitecto, discípulo que Filipo Juvarra, que recibió el encargo del Cabildo, en 1750, para que hiciese el altar o tabernáculo del recinto. Y él, responsable del levantamiento del Palacio Real y de la iglesia de San Marcos, alumbró la idea de la Santa Capilla, que se inauguró en 1756 y tuvo un efecto inmediato: le otorgó unidad a un templo en el que se suman las intervenciones, los arquitectos (Herrera el Mozo, José de Yarza, Magdalena, Teodoro Ríos Balaguer...), las capillas, la variedad estilística de cada uno de sus edificios. Pese a las ampliaciones sucesivas, el Pilar sigue siendo un templo inacabado.
En una historia del monumento, refrendada por don Hernando de Aragón, se dice que el apóstol "Santiago, consagrando la iglesia, la intituló el Pilar". Jerónimo Zurita la califica como "ara y puerto de refugio" para los cristianos durante el periodo sarraceno desde el siglo VIII, y Alfonso I el Batallador, tras conquistar Zaragoza en 1118, donó a don Gastón de Bearn la parroquia de Santa María del Pilar. En el libro "El Pilar de Zaragoza" (CAI, 1984), los arquitectos Teodoro Ríos Usón y Teodoro Ríos Sola resumen: "La historia del Pilar nace, según la tradición, el día dos de enero del año 40; hallándose abatido el Apóstol Santiago a orillas del Ebro, se le apareció la Virgen para confortarlo. Ayudado por sus discípulos, construyeron una pequeña capilla que cobijaba el Pilar dejado por la Virgen". Ha sido, y es, para viajeros, embajadores, escritores, arquitectos, artistas y músicos una referencia de Zaragoza y, por todo ello, es no sólo centro de peregrinaciones o visitas, sino un palacio de las artes, compendio de historia y de espiritualidad.
En su interior, sin detenernos en su fastuoso joyero, objeto de varias exposiciones, han intervenido -en sus bóvedas, cúpulas y pechinas- artistas de enorme proyección. Ahí están las pinturas murales de Antonio González Velázquez, realizadas entre 1572 y 1574; de Joaquín Inza Aísa (1762-1763); las de Francisco de Goya por partida doble: la "Adoración del Nombre de Dios", pintada en 1772 en la llamada bóveda del Coreto, cuando tenía poco más de 25 años, y la "Regina Martyrum", realizada en el invierno de 1780 a 1781, en medio del desencuentro con el Cabildo; las cuatro bóvedas de Francisco Bayeu; las tres cúpulas de Ramón Bayeu; las obras de Bernardino Montañés, que contó con la colaboración de León Abadías, Mariano Pescador, Francisco Lana y de Marcelino de Unceta, ejecutante y diseñador de otra pintura mural; y, finalmente, los trabajos de 1941 y 1955, en cúpula, bóveda y pared, de Ramón Stolz.
El conjunto, que ha sido restaurado en varias ocasiones, no es nada desdeñable: está representada con brillo la gran pintura aragonesa del siglo XVIII y XIX. Sólo tiene el visitante que alzar los ojos. Entre los escultores, cabe citar a Damián Forment (que hizo el retablo mayor), José Ramírez y Pablo Serrano, que esculpió la fachada exterior que da a la plaza. El Pilar ha atraído numerosas miradas sobre sí: ahí están el famoso grabado de Wijngaerde, que forma parte de la iconografía inmortal de la ciudad, la "Visión de Zaragoza" de Velázquez y su yerno Juan Bautista el Mazo, los grabados de Gustavo Doré, o las aproximaciones de creadores como Juan José Gárate, Victoriano Balasanz, Francisco Marín Bagüés, o el propio Benito Pérez Galdós, en su faceta de dibujante. La lista sería inagotable, y no querríamos dejar al margen a la extensa nómina de pintores, dibujantes y diseñadores que han creado carteles para las fiestas del Pilar: Barbasán, Unceta o Balasanz hasta José Luis Cano, Juan Tudela o Víctor Gomollón, pasando por Guillermo, León Abadías, Manuel del Arco...
Desde la invención de la fotografía, el Pilar ha sido un constante objeto de atención. La Basílica ya aparece en las fotos de Charles Clifford o Jean Laurent, y seguirá estando presente en los trabajos de Jalón Ángel, Koldo Chamorro o José Antonio Duce, que le ha dedicado un libro completo y complejo a sus rincones y a sus atmósferas menos conocidas. Son 400 fotos donde está todo: la arquitectura, los mantos, el museo, el arte mural, la majestuosidad apabullante del recinto, el arte de la luz. El Pilar es protagonista absoluto y también forma del paisaje coral de Zaragoza: está situado en la plaza de las catedrales, con sus campanarios y torreones, su gigantesca mole, su embrujo, a orillas del Ebro, dialogando en el cierzo con la aguzada torre de la Seo. Es casi imposible sustraerse de su magnetismo y de su representación simbólica. Y Duce, como otros artistas, ha sabido atraparlos.
La literatura pilarista es enorme. Y no hablamos de la específicamente marianista o cristiana. Pocos han sido los viajeros, narradores o poetas que no hayan tenido palabras para la Basílica o el camarín de la virgen. Ya en 1939, en un libro tan raro como "El Pilar. La tradición y la historia. Obras. Culto. Milagros y efémerides" (Publicaciones Juventud), destinado a "servir de propagador de las glorias del Pilar", según el arzobispo Rigoberto Domenech, se ofrecía una "galería de personajes ilustres que avalan la tradición del Pilar", y se habla de apologistas, historiadores, eruditos, santos, poetas, militares (entre ellos, cita Aína a Zumalacárregui, Franco y al general Mola, que pronunció en el recinto aquello de "Virgen del Pilar. Tú, que todo lo puedes, ayúdanos"), viajeros, políticos y marinos. También cita proyectos conjuntos como el "Álbum poético de la Virgen Santísima del Pilar", publicado en 1908, bajo la dirección de Florencio Jardiel, donde figura Amado Nervo, entre más de un centenar de poetas de las dos orillas. Han escrito sobre el Pilar, en verso y prosa los hermanos Argensola, Lope de Vega, Tirso de Molina, Agustín Moreto, Guzmán de Alfarache, el Duque de Rivas, Zorrilla, Luis Ram de Viu, Gustavo Adolfo Bécquer, José Martí, Miguel de Unamuno (le dedicó una composición de su "Cancionero": "El Pilar es una piedra a cuyo pie va el Ebro; // al otro lado el Coso que a la piedra hace quiebro"), Benjamín Jarnés, Ramón José Sender, Gil Comín Gargallo, Mariano de Cavia (un pilarista absoluto. dijo de la basílica que era "mitad Templo del señor, mitad Alcázar del pueblo", y de la Virgen añadió: "nuestra Virgen del Pilar, alma de una raza de héroes"), Castán Palomar, Santiago Ramón y Cajal o Gerardo Diego. El poeta del 27, muy religioso, le dedicó: "Regina Turrum": "María del Pilar, mi pilarica // las aguas que te copian con mi beso // que, al manar de mi tierra, ya retoza, // de ir a abrazarte y está aquí y salpica // tus torres, tu Pilar, todo el proceso // de tu carne celeste en Zaragoza". Y tampoco les pasó inadvertido a Giaccomo Casanova en su viaje a España (escribió: "Mi estancia en Zaragoza me proporcionó la ocasión de observar en detalle las ceremonias del culto rendido a Nuestra Señora del Pilar, estas ceremonias consisten principalmente en procesiones, en las cuales pasean imágenes de la Virgen de una dimensión colosal"), ni a Edmundo d'Amicis, ni a Somerset Maugham, que le dedica un fragmento de sus diarios a un viaje a Zaragoza y a una parada ante el monumento en una mañana luminosa. En el teatro, existen piezas específicas como "Columna sobre columna Nuestra Señora del Pilar" de Vázquez Zamora, el autosacramental "La Virgen de Zaragoza" de Antonio Rodríguez Martel, la tragedia "La Pilarica" de José Fola Iturbide (al que Leandro Aína tilda de "irreverente y sectario") o "La capitana del siglo" de Marcos Zapata. El padre Roque Faci publicó un libro de sermones pilaristas: "Candelero místico". La lista, bien se ve, resulta infinita.
En el cine también es fácil rastrear numerosas imágenes del santuario. La única película que se conserva del siglo XIX es "Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza" de los Jimeno, rodada en 1899, película legendaria que ha sido objeto de estudio pormenorizado de Agustín Sánchez Vidal, pero también rodaron los pioneros Segundo de Chomón, Fructuós Gelabert, Antonio de Padua Tramullas y Manuel Reverter (dueño de la productora Quintana y Cía, que rodó "Apuntes de las fiestas del Pilar" y "Zaragoza pintoresca"), Florián Rey, José Luis Borau, que hizo un documental sobre Zaragoza hacia 1966. En 1996 volvió a repetirse el proyecto de los Jimeno con cámara Lumiére y la gran familia del cine español. Tal vez la mejor anécdota sea de 1925: se permitieron grabar los interiores de la Basílica del Pilar para insertar en "Nobleza baturra" de Joaquín Dicenta y Juan Vilá Vilamala. La publicidad decía que "era la única película en que, por su argumento moral, se ha permitido impresionar el interior del templo del Pilar, rindiendo glorioso homenaje a la Patrona de Aragón". Tal como recoge Sánchez Vidal en el catálogo "Luces de la ciudad", uno de los cánonigos, al acabar la filmación, "creyó oportuno ponerse al frente del equipo de Dicenta y rezar un Ave María como desagravio a la Virgen por aquella irrupción de las cámaras de cine en su capilla".
También hay ecos del monumento en la música. En Sebastián de Aguilera, sin duda, en la jota (uno de las variedades o subgénero de cantes de jota tiene como protagonista recurrente a la Virgen del Pilar) e incluso en la música popular. Hace poco, el locutor Pedro Elías encontraba una canción que había oído en su niñez: una balada de Antonio Machín dedicada a las palomas de la Virgen del Pilar.
En una historia del monumento, refrendada por don Hernando de Aragón, se dice que el apóstol "Santiago, consagrando la iglesia, la intituló el Pilar". Jerónimo Zurita la califica como "ara y puerto de refugio" para los cristianos durante el periodo sarraceno desde el siglo VIII, y Alfonso I el Batallador, tras conquistar Zaragoza en 1118, donó a don Gastón de Bearn la parroquia de Santa María del Pilar. En el libro "El Pilar de Zaragoza" (CAI, 1984), los arquitectos Teodoro Ríos Usón y Teodoro Ríos Sola resumen: "La historia del Pilar nace, según la tradición, el día dos de enero del año 40; hallándose abatido el Apóstol Santiago a orillas del Ebro, se le apareció la Virgen para confortarlo. Ayudado por sus discípulos, construyeron una pequeña capilla que cobijaba el Pilar dejado por la Virgen". Ha sido, y es, para viajeros, embajadores, escritores, arquitectos, artistas y músicos una referencia de Zaragoza y, por todo ello, es no sólo centro de peregrinaciones o visitas, sino un palacio de las artes, compendio de historia y de espiritualidad.
En su interior, sin detenernos en su fastuoso joyero, objeto de varias exposiciones, han intervenido -en sus bóvedas, cúpulas y pechinas- artistas de enorme proyección. Ahí están las pinturas murales de Antonio González Velázquez, realizadas entre 1572 y 1574; de Joaquín Inza Aísa (1762-1763); las de Francisco de Goya por partida doble: la "Adoración del Nombre de Dios", pintada en 1772 en la llamada bóveda del Coreto, cuando tenía poco más de 25 años, y la "Regina Martyrum", realizada en el invierno de 1780 a 1781, en medio del desencuentro con el Cabildo; las cuatro bóvedas de Francisco Bayeu; las tres cúpulas de Ramón Bayeu; las obras de Bernardino Montañés, que contó con la colaboración de León Abadías, Mariano Pescador, Francisco Lana y de Marcelino de Unceta, ejecutante y diseñador de otra pintura mural; y, finalmente, los trabajos de 1941 y 1955, en cúpula, bóveda y pared, de Ramón Stolz.
El conjunto, que ha sido restaurado en varias ocasiones, no es nada desdeñable: está representada con brillo la gran pintura aragonesa del siglo XVIII y XIX. Sólo tiene el visitante que alzar los ojos. Entre los escultores, cabe citar a Damián Forment (que hizo el retablo mayor), José Ramírez y Pablo Serrano, que esculpió la fachada exterior que da a la plaza. El Pilar ha atraído numerosas miradas sobre sí: ahí están el famoso grabado de Wijngaerde, que forma parte de la iconografía inmortal de la ciudad, la "Visión de Zaragoza" de Velázquez y su yerno Juan Bautista el Mazo, los grabados de Gustavo Doré, o las aproximaciones de creadores como Juan José Gárate, Victoriano Balasanz, Francisco Marín Bagüés, o el propio Benito Pérez Galdós, en su faceta de dibujante. La lista sería inagotable, y no querríamos dejar al margen a la extensa nómina de pintores, dibujantes y diseñadores que han creado carteles para las fiestas del Pilar: Barbasán, Unceta o Balasanz hasta José Luis Cano, Juan Tudela o Víctor Gomollón, pasando por Guillermo, León Abadías, Manuel del Arco...
Desde la invención de la fotografía, el Pilar ha sido un constante objeto de atención. La Basílica ya aparece en las fotos de Charles Clifford o Jean Laurent, y seguirá estando presente en los trabajos de Jalón Ángel, Koldo Chamorro o José Antonio Duce, que le ha dedicado un libro completo y complejo a sus rincones y a sus atmósferas menos conocidas. Son 400 fotos donde está todo: la arquitectura, los mantos, el museo, el arte mural, la majestuosidad apabullante del recinto, el arte de la luz. El Pilar es protagonista absoluto y también forma del paisaje coral de Zaragoza: está situado en la plaza de las catedrales, con sus campanarios y torreones, su gigantesca mole, su embrujo, a orillas del Ebro, dialogando en el cierzo con la aguzada torre de la Seo. Es casi imposible sustraerse de su magnetismo y de su representación simbólica. Y Duce, como otros artistas, ha sabido atraparlos.
La literatura pilarista es enorme. Y no hablamos de la específicamente marianista o cristiana. Pocos han sido los viajeros, narradores o poetas que no hayan tenido palabras para la Basílica o el camarín de la virgen. Ya en 1939, en un libro tan raro como "El Pilar. La tradición y la historia. Obras. Culto. Milagros y efémerides" (Publicaciones Juventud), destinado a "servir de propagador de las glorias del Pilar", según el arzobispo Rigoberto Domenech, se ofrecía una "galería de personajes ilustres que avalan la tradición del Pilar", y se habla de apologistas, historiadores, eruditos, santos, poetas, militares (entre ellos, cita Aína a Zumalacárregui, Franco y al general Mola, que pronunció en el recinto aquello de "Virgen del Pilar. Tú, que todo lo puedes, ayúdanos"), viajeros, políticos y marinos. También cita proyectos conjuntos como el "Álbum poético de la Virgen Santísima del Pilar", publicado en 1908, bajo la dirección de Florencio Jardiel, donde figura Amado Nervo, entre más de un centenar de poetas de las dos orillas. Han escrito sobre el Pilar, en verso y prosa los hermanos Argensola, Lope de Vega, Tirso de Molina, Agustín Moreto, Guzmán de Alfarache, el Duque de Rivas, Zorrilla, Luis Ram de Viu, Gustavo Adolfo Bécquer, José Martí, Miguel de Unamuno (le dedicó una composición de su "Cancionero": "El Pilar es una piedra a cuyo pie va el Ebro; // al otro lado el Coso que a la piedra hace quiebro"), Benjamín Jarnés, Ramón José Sender, Gil Comín Gargallo, Mariano de Cavia (un pilarista absoluto. dijo de la basílica que era "mitad Templo del señor, mitad Alcázar del pueblo", y de la Virgen añadió: "nuestra Virgen del Pilar, alma de una raza de héroes"), Castán Palomar, Santiago Ramón y Cajal o Gerardo Diego. El poeta del 27, muy religioso, le dedicó: "Regina Turrum": "María del Pilar, mi pilarica // las aguas que te copian con mi beso // que, al manar de mi tierra, ya retoza, // de ir a abrazarte y está aquí y salpica // tus torres, tu Pilar, todo el proceso // de tu carne celeste en Zaragoza". Y tampoco les pasó inadvertido a Giaccomo Casanova en su viaje a España (escribió: "Mi estancia en Zaragoza me proporcionó la ocasión de observar en detalle las ceremonias del culto rendido a Nuestra Señora del Pilar, estas ceremonias consisten principalmente en procesiones, en las cuales pasean imágenes de la Virgen de una dimensión colosal"), ni a Edmundo d'Amicis, ni a Somerset Maugham, que le dedica un fragmento de sus diarios a un viaje a Zaragoza y a una parada ante el monumento en una mañana luminosa. En el teatro, existen piezas específicas como "Columna sobre columna Nuestra Señora del Pilar" de Vázquez Zamora, el autosacramental "La Virgen de Zaragoza" de Antonio Rodríguez Martel, la tragedia "La Pilarica" de José Fola Iturbide (al que Leandro Aína tilda de "irreverente y sectario") o "La capitana del siglo" de Marcos Zapata. El padre Roque Faci publicó un libro de sermones pilaristas: "Candelero místico". La lista, bien se ve, resulta infinita.
En el cine también es fácil rastrear numerosas imágenes del santuario. La única película que se conserva del siglo XIX es "Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza" de los Jimeno, rodada en 1899, película legendaria que ha sido objeto de estudio pormenorizado de Agustín Sánchez Vidal, pero también rodaron los pioneros Segundo de Chomón, Fructuós Gelabert, Antonio de Padua Tramullas y Manuel Reverter (dueño de la productora Quintana y Cía, que rodó "Apuntes de las fiestas del Pilar" y "Zaragoza pintoresca"), Florián Rey, José Luis Borau, que hizo un documental sobre Zaragoza hacia 1966. En 1996 volvió a repetirse el proyecto de los Jimeno con cámara Lumiére y la gran familia del cine español. Tal vez la mejor anécdota sea de 1925: se permitieron grabar los interiores de la Basílica del Pilar para insertar en "Nobleza baturra" de Joaquín Dicenta y Juan Vilá Vilamala. La publicidad decía que "era la única película en que, por su argumento moral, se ha permitido impresionar el interior del templo del Pilar, rindiendo glorioso homenaje a la Patrona de Aragón". Tal como recoge Sánchez Vidal en el catálogo "Luces de la ciudad", uno de los cánonigos, al acabar la filmación, "creyó oportuno ponerse al frente del equipo de Dicenta y rezar un Ave María como desagravio a la Virgen por aquella irrupción de las cámaras de cine en su capilla".
También hay ecos del monumento en la música. En Sebastián de Aguilera, sin duda, en la jota (uno de las variedades o subgénero de cantes de jota tiene como protagonista recurrente a la Virgen del Pilar) e incluso en la música popular. Hace poco, el locutor Pedro Elías encontraba una canción que había oído en su niñez: una balada de Antonio Machín dedicada a las palomas de la Virgen del Pilar.
11 comentarios
Pascual -
Pablo -
Carmen -
No sé si esta demanda tendrá respuesta pero estoy muy perdida y he de intentarlo ¿Dónde podría encontrar el documental de TVE que se grabó en 1968 en la basílica sobre las joyas de la virgen? En TVE dicen no tenerlo.Qué lástima!
Ruben -
Me gustaría saber algo más de Leon Abadias, tan sólo se dice a grandes rasgos que realizo algun cartes para las fiestas del Pilar.Gracias
Laura -
De Anton -
Otro anónimo -
Cide -
También te agradecería que recordases lo de Santiago Arranz cuando se exponga. Me parece muy interesante. Tengo muy mala memoria y para primavera tendré la cabeza en otro sitio. (Probablemente en las minifaldas de las mozas)
De Antón -
Mil gracias de nuevo por tus apostillas. Son oportunas e inteligentes. Un abrazo. AC
d aNTÓN -
Cide -
De lo que nombras, lo más chocante que he visto son los dibujos de Pérez Galdós. Los tengo en una edición que me facilitó, con su generosidad habitual, Javier Torres. Estos dibujos los hizo estando alojado en Casa Lac mientras estudiaba la ciudad para su episodio "Zaragoza".
Un pintor que tiene una historia alrededor del Pilar y que no nombras es Jorge Gay. Este genial artista ganó un concurso promovido por Heraldo de Aragón a propósito de su centenario. En el jurado de dicho concurso participaron autoridades eclesiásticas, pero curiosamente y tras darle el premio decidieron que un tipo que ha pintado iglesias en Italia y que había sido reconocido en muchísimos sitios, no era digno de pintar dos óculos en el Pilar.
Otra historia curiosa, de la que he oído hablar, pero no conozco datos concretos es esa que dice que Dalí se ofreció a pintar alguno de los espacios que aún hay en blanco, pero no hubo acuerdo económico y el pincel del genio de Figueras no pasó por el Pilar.
Muchas gracias por tratar un tema tan interesante.