"YAK-42. HONOR Y VERDAD" DE RAMÓN J. CAMPO
Ramón J. Campo, el autor de El oro de Canfranc, contactó con Península para reeditar el libro, corregido y aumentado. El editor, Martos, habló de la polémica que estaba levantando el accidente del Yak-42. Ramón le dijo, sin segunda intención: Algo tengo que ver yo con eso. Y el otro propuso: ¿Y si hicieras un libro sobre ese tema?. En dos meses de verano, Ramón escribió el libro Yak-42. Honor y verdad, donde cuenta el accidente y, sobre todo, lo que ha ocurrido en este interminable proceso de falsedades, engaños y prisas. Que luego se juegue un partido de tenis entre el PP, oculto bajo el ala, y el PSOE es otro problema. La política carece de escrúpulos. El libro se lee como una novela de intriga hay momentos que parece que nos asomamos a una ficción de Graham Greene o John Le Carré: el encuentro con el hombre secreto en la plaza de Garrapinillos, las llamadas amenazantes de un coronel, la actitud de la abogado turca, la colaboración de un traductor turco residente en Zaragoza, Ahmed...- y cada capítulo está acompañado de un epígrafe o leyenda que es una noticia de prensa alrededor del percance. Ramón J. Campo, quizá el mejor periodista de investigación de Aragón, un perro de presa que olfatea los acontecimientos y sus sombras como nadie, ha vuelto a bordar un reportaje. Y además los hechos le han dado un macguffin casi cada día. Casos estremecedores los hay a pares.
Hoy presenta el libro, acompañado de Gervasio Sánchez, a las siete y media en el Museo Pablo Serrano. Y el próximo martes, a las diez, en El Paseo de RTVA es el protagonista absoluto de los 55 minutos de emisión. Lo acompañarán el fotógrafo Juan Carlos Arcos que hizo dos viajes al monte Pilav, a 20 kilómetros de Trabzon; el campo del accidente, al día siguiente, lo captó el ojo lúcido de Oliver Duch y la pluma excelente de Miguel Ángel Coloma- y José Antonio Gracia, hermano de Santiago Gracia, que falleció en el accidente. José Antonio cuenta como el Ministro de Defensa les entregó un cadáver con los restos de su hermano (en teoría), lo incineraron en Panticosa y arrojaron sus cenizas en ese paraje. Al cabo de un tiempo, cuando se hizo la prueba de ADN a 30 cuerpos a los que no se les había hecho antes, se comprobó que aquel cadáver no era el de Santiago Gracia, que está enterrado en Valencia y a la espera del permiso de exhumación de sus restos. Los tres cuentan esta historia estremecedora llena de equívocos, de secretos y de mentiras. Seguramente, también aquí yerró el PP: hubiera sido más fácil contar la verdad. Los accidentes existen y se comprenden, en un Yakolev o en un aparato de mejor calidad, con mayores garantías de vuelo. Lo que no se puede tolerar es el laberinto de confusión que se creó. Y eso exactamente es lo que intenta contar Ramón en su estupendo libro. Lo realmente conmovedor son las historias humanas, el dolor de las familias, la persistencia en el error.
Hoy, en la página 8 de "Artes & Letras" de "Heraldo de Aragón", Mariano García le dedica al volumen un amplio comentario. Y Félix Romeo le dedica un espléndido artículo a la novela de Gabriel García Márquez, "Memorias de mis putas tristes" (Mondadori). Es la reseña más crítica que hemos leído hasta ahora, incluso más severa que la Andrés Ibáñez que publicó "ABC Cultural". Nada que ver con la nota elogiosa de Joaquín Marco en "El Mundo" ni con la que ayer publicó Juan Antonio Masoliver en "La Vanguardia". Félix incluso halla una coincidencia con el cuento "Muerte constante más allá del amor", donde Gabo narraba los amores del senador Onésimo Sánchez hacia una muchacha que le envía su propio padre como un señuelo, aunque cuando quiere yacer con ella comprueba que lleva un candado de castidad. La semejanza entre un texto y otro es claramente explícita en el párrafo de medio folio final del relato que aparecía en "La cándira Eréndira y su abuelo desalmada".
Hoy presenta el libro, acompañado de Gervasio Sánchez, a las siete y media en el Museo Pablo Serrano. Y el próximo martes, a las diez, en El Paseo de RTVA es el protagonista absoluto de los 55 minutos de emisión. Lo acompañarán el fotógrafo Juan Carlos Arcos que hizo dos viajes al monte Pilav, a 20 kilómetros de Trabzon; el campo del accidente, al día siguiente, lo captó el ojo lúcido de Oliver Duch y la pluma excelente de Miguel Ángel Coloma- y José Antonio Gracia, hermano de Santiago Gracia, que falleció en el accidente. José Antonio cuenta como el Ministro de Defensa les entregó un cadáver con los restos de su hermano (en teoría), lo incineraron en Panticosa y arrojaron sus cenizas en ese paraje. Al cabo de un tiempo, cuando se hizo la prueba de ADN a 30 cuerpos a los que no se les había hecho antes, se comprobó que aquel cadáver no era el de Santiago Gracia, que está enterrado en Valencia y a la espera del permiso de exhumación de sus restos. Los tres cuentan esta historia estremecedora llena de equívocos, de secretos y de mentiras. Seguramente, también aquí yerró el PP: hubiera sido más fácil contar la verdad. Los accidentes existen y se comprenden, en un Yakolev o en un aparato de mejor calidad, con mayores garantías de vuelo. Lo que no se puede tolerar es el laberinto de confusión que se creó. Y eso exactamente es lo que intenta contar Ramón en su estupendo libro. Lo realmente conmovedor son las historias humanas, el dolor de las familias, la persistencia en el error.
Hoy, en la página 8 de "Artes & Letras" de "Heraldo de Aragón", Mariano García le dedica al volumen un amplio comentario. Y Félix Romeo le dedica un espléndido artículo a la novela de Gabriel García Márquez, "Memorias de mis putas tristes" (Mondadori). Es la reseña más crítica que hemos leído hasta ahora, incluso más severa que la Andrés Ibáñez que publicó "ABC Cultural". Nada que ver con la nota elogiosa de Joaquín Marco en "El Mundo" ni con la que ayer publicó Juan Antonio Masoliver en "La Vanguardia". Félix incluso halla una coincidencia con el cuento "Muerte constante más allá del amor", donde Gabo narraba los amores del senador Onésimo Sánchez hacia una muchacha que le envía su propio padre como un señuelo, aunque cuando quiere yacer con ella comprueba que lleva un candado de castidad. La semejanza entre un texto y otro es claramente explícita en el párrafo de medio folio final del relato que aparecía en "La cándira Eréndira y su abuelo desalmada".
3 comentarios
Lolo -
Óscar -
Un saludo.
Cide -
Supongo que Félix no ha podido elegir, pero reconozco que cada vez desconfío más de las novedades editoriales. Lo siento por los autores vivos, que deberían poder vivir de lo que venden, pero por lo que cuesta el libro de García Márquez me compro al menos tres clásicos y voy a lo seguro. Como digo, aún me queda muchos libros buenos por leer. Con "Memorias de mis putas tristes" me ocurre como con "El código Da Vinci" o "Cabo Trafalgar" que, precio aparte, no sabes qué parte de la calidad que se le atribuye se debe a la promoción, cual a la tontería de leer el último libro igual que se baila la última canción del verano, y cual a una calidad real. Los dejaré reposar diez años al menos, y después, en ediciones más baratas, si el libro es bueno seguirá siendo bueno, y si no lo es nadie se acordará de él, y no pasará nada por no haberlo leído.