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Antón Castro

HISTORIA DEL SEDUCTOR Y CONTRABANDISTA JOSÉ HERNÁN

Ha cenado con nosotros la profesora colombiana Georgette Milena García Mendoza. Cuando le regalamos el disco “Flamingo’s” de Enrique Bunbury y una agenda nos confesó que desde los doce años no recibía un regalo de Navidad. Georgette Milena, también llamada Sahamara, que quiere decir morena en árabe, y es morena como la noche, de pelo oscuro como la sombra requemada por un sol de justicia en los trópicos, tiene ahora 25 años.
Poco antes de cenar (en realidad se había extraviado, y se encontró con nosotros de repente, cuando volvíamos de la FNAC), empezó a hablar de su familia. La historia, que cuento con alguna precipitación, parece un tanto inverosímil. Su padre, José Hernán Díaz, conoció a su madre, Constance Manuela Mendoza, durante una convalecencia; ella era enfermera, lo atendió, se enamoraron y decidieron casarse. Al poco tiempo nació Georgette Milena, según otros registros Sahamara. Y una cosa que le llamaba la atención a su madre era que su marido, “militar corrupto” que sería expulsado del ejército de Colombia, manejaba y curioseaba otros álbumes de niños con otras mujeres. Aquellos álbumes la intrigaban, y acabó descubriendo que su marido había tenido tres hijos con otras tres mujeres. Les nació un nuevo hijo, y cuando vino el tercero del matrimonio, Constance Manuela sorprendió a su marido en su propia cama con otra mujer llamada Carmenza, que se quedó encinta en esa misma época. Carmenza y José se fueron a vivir juntos, tuvieron un par de hijos, y un día ella engañó a José con Luis. José era ahora “un comerciante también corrupto” que no colaboraba para nada con sus hijos. Luego se fue con otra mujer a Medellín, y con otra a Cali, y con otra a Bogotá, y con otra a Bucaramanga, así hasta convertirse en padre de doce hijos, doce hijos que en un momento determinado, Constance, la madre de Georgette Milena, acogería en su casa, “porque son hijos de tu padre y no tienen culpa alguna de su falta de formalidad”. La historia se ramifica y se complica incluso con un intento de violación: hubo un momento en que José Hernán secuestró a sus hijos para una especie de quinta, donde solía galopar. El accidente que le había permitido conocer a Constance Manuela Mendoza fue una caída de caballo.
El padre no ha dado demasiadas señales de vida familiar en estos tiempos. Hace cuatro años que no lo ve Georgette, y sabe de él que, en vísperas de la jubilación, baraja su regreso a Bogotá, la ciudad de cuatro millones de habitantes. Aún hay otra curiosa anécdota: Georgette siente que Carmenza, la mujer que sedujo al padre, es como su segunda madre, o su cómplice, o una buena amiga, porque fue ella quien la rescató, cuando tenía seis años, de un intento de agresión sexual en el campo por parte de un hermano de su padre, ese José Hernán que tiene doce hijos por el mundo, de casi todas las mujeres. “Bueno, ésos son los conocidos. Mi padre sabe hablar muy bien a las mujeres”, dice Georgette... Y recuerda que José Hernán, que funda empresas de la nada y se dedica a diversas suertes de contrabando, tiene que huir de ciudad en ciudad en cuanto se descubre su condición de impostor. Sólo encuentra algo de solaz de su condición de fugitivo perpetuo en el regazo de ciertas mujeres.

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LINDA JULIETH QUINTANA A -

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