UN CAFÉ CON PISÓN Y LABORDETA
Ya anda por aquí Ignacio Martínez de Pisón, que no descansa en Navidad. Es tan meticuloso que tiene que leer cada día y escribir un poco. No quiere perder el pulso. Hacia febrero aparecerá su libro Enterrar a los muertos, adquirido por Seix Barral, donde narra sus pesquisas sobre la historia del traductor de John dos Passos, José Robles Pazos, asesinado en plena Guerra Civil de manera bastante enigmática. Pisón, que nunca se había metido en estos trabajos (hasta ahora era un escritor puro de ficciones, que se han traducido en casi toda Europa), ha hecho una investigación en toda la línea y cuenta una historia conmovedora, en la que intervienen muchos personajes, entre ellos el pintor Emilio Quintanilla, cuyas memorias acaban de aparecer recientemente.
Con él, además de Félix Romeo y Daniel Gascón, está José Antonio Labordeta, que está teniendo un gran éxito con los relatos de Cuentos de san Cayetano, una mirada a la Zaragoza de posguerra, un trayecto de ida y vuelta, en los tranvías del recuerdo, hacia el río, el mundo de las putas, el colegio Santo Tomás, la presencia de su hermano Miguel, la revelación de la poesía y la convivencia con un montón de amigos que acabaría integrando el Grupo Niké. La segunda edición de Xordica está a punto de agotarse. José Antonio, entusiasta con la carpeta de sus trece discos y con su trabajo en el parlamento (es una de las cabezas más visibles de Aragón, y más laboriosas, junto a Jesús Membrado, que también pugna lo suyo, según explica el propio diputado y cantante), proyecta la reedición de sus memorias, aparecidas en La Esfera de los Libros, en la editorial de Chusé Raúl Usón, que es cada vez más su editorial de fondo. Un libro de artículos como Tierra sin mar ya ha llegado a las cuatro ediciones.
Mientras, con calma pero sin prisas, Javier Aguirre (desde Euskadi) proyecta un libro sobre él (antologó hace no demasiados años su poesía para Huerga & Fierro), escrito por numerosos amigos y buenos conocedores de la música, la narrativa y la poesía de José Antonio Labordeta. Salimos caminando hasta el paseo de la Independencia: todo el mundo lo reconoce al pasar y lo mira con complicidad y simpatía. No sólo es por la Navidad: Labordeta es uno de los rostros de esta Comunidad, un emblema, un símbolo, que está más allá de los partidos y que espera, sin ansiedad, volver a casa para seguir escribiendo y leyendo a sus poetas chinos favoritos, igual que hacía Miguel Labordeta, cuya biografía, espléndida, nos entregó hace no demasiado tiempo en la Biblioteca Aragonesa de Cultura Antonio Ibáñez, escritor y periodista que sueña cada vez más con volver. Ahora, con el proyecto y las quimeras de la Expo 2008, sería un buen momento. Sería una excelente recuperación
Con él, además de Félix Romeo y Daniel Gascón, está José Antonio Labordeta, que está teniendo un gran éxito con los relatos de Cuentos de san Cayetano, una mirada a la Zaragoza de posguerra, un trayecto de ida y vuelta, en los tranvías del recuerdo, hacia el río, el mundo de las putas, el colegio Santo Tomás, la presencia de su hermano Miguel, la revelación de la poesía y la convivencia con un montón de amigos que acabaría integrando el Grupo Niké. La segunda edición de Xordica está a punto de agotarse. José Antonio, entusiasta con la carpeta de sus trece discos y con su trabajo en el parlamento (es una de las cabezas más visibles de Aragón, y más laboriosas, junto a Jesús Membrado, que también pugna lo suyo, según explica el propio diputado y cantante), proyecta la reedición de sus memorias, aparecidas en La Esfera de los Libros, en la editorial de Chusé Raúl Usón, que es cada vez más su editorial de fondo. Un libro de artículos como Tierra sin mar ya ha llegado a las cuatro ediciones.
Mientras, con calma pero sin prisas, Javier Aguirre (desde Euskadi) proyecta un libro sobre él (antologó hace no demasiados años su poesía para Huerga & Fierro), escrito por numerosos amigos y buenos conocedores de la música, la narrativa y la poesía de José Antonio Labordeta. Salimos caminando hasta el paseo de la Independencia: todo el mundo lo reconoce al pasar y lo mira con complicidad y simpatía. No sólo es por la Navidad: Labordeta es uno de los rostros de esta Comunidad, un emblema, un símbolo, que está más allá de los partidos y que espera, sin ansiedad, volver a casa para seguir escribiendo y leyendo a sus poetas chinos favoritos, igual que hacía Miguel Labordeta, cuya biografía, espléndida, nos entregó hace no demasiado tiempo en la Biblioteca Aragonesa de Cultura Antonio Ibáñez, escritor y periodista que sueña cada vez más con volver. Ahora, con el proyecto y las quimeras de la Expo 2008, sería un buen momento. Sería una excelente recuperación
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