ZARRALUKI, EL ENORME, PREMIO NADAL
Me llevo una gran alegría: Pedro Zarraluki acaba de ganar el Nadal con Un encargo difícil, un bello título. He visto pocas veces a Zarraluki un par de veces en el café Salammbo, donde presenté Los seres imposibles (Destino, 1998) con Ignacio Martínez de Pisón y Enrique Vila-Matas; recuerdo que un fotógrafo de El Periódico de Catalunya me retrató en los baños-, varias veces en Zaragoza y hace algo más de un año en Veruela, con Vila-Matas de nuevo y con Javier Cercas, en plena euforia todavía de Soldados de Salamina y con la cabeza excitada por aquella inolvidable crítica de Mario Vargas Llosa. Zarraluki parecía estar un tanto desfondado, en un amago de crisis, y así se despidió en una entrevista a tres bandas. Recuerdo que un día me llamó Enrique para reprocharme que le había dolido que transcribiera al final las palabras pesimistas de Pedro. Tenía una cierta sensación de fracaso, de invisibilidad, de decepción por el destino de sus libros. Era sólo un estado de ánimo pasajero: Pedro, un hombre encantador y afectuoso, ha seguido trabajando con su propio método. Desde el rigor y la templanza, a la búsqueda de nuevas historias, él que ya dejado algunas excepcionales en sus textos: Galería de enormidades, Retrato de familia con catástrofe, La noche del tramoyista, Hotel Astoria (creo que no me equivoco: es uno de mis libros favoritos, además recuerdo un paseo por Barcelona con Vila-Matas y Pisón en el que me dijeron: Mira, ahí está el hotel de la novela de Zarraluki) o La historia del silencio. O esa novela sofisticada, Para amantes y ladrones (Zaragoza, 2000), que me dedicó un cinco de abril de ese año con estas palabras: Para Antón, compañero en el ansia, esta poética desordenada que pretende hablar, más que de otra cosa, de la vida. Sea lo que sea creo. Con toda mi amistad y un muerte abrazo. Pedro. En esa novela de un grupo de escritores recluidos también hay mujeres como Manuela, Isabel Togores o Dolores- en una casa de campo para soñar narraciones hay un personaje que se llama Antón: Antón descubrió que los periódicos del día estaban sobre la mesa.
Pedro es un estilista sin ínfulas. Domina bellamente sus recursos: escribe con encanto, con tensión, con una prosa ajustada y fina, muy suya. Elegante. Sin ser tan ordenado como Pisón, es meticuloso y armónico, y en sus libros siempre hay una vivencia de la ciudad, del cosmopolitismo, una extrañeza que se parece mucho a la vida. Le encanta inventar libros que no existen o que aún no han sido escritos.
José Luis Solanilla me llama a las doce y media de la noche para decírmelo. ¿Sabes quién ha ganado el Nadal? Pedro Zarraluki, ¿lo conoces no? He visto tus fotos en Heraldo de un encuentro en Veruela. Recuerdo que se las mandé con una nota. No eran mis fotos: las había tomado Patricio Julve. O quizá Paula de Parma, en otras vidas Paula Massot, la mujer que inspira y anima a Vila-Matas.
Me ha dado pena no estar en el Nadal. Me apena sobre todo cuando gana un amigo, rodeado de espléndidos y talentosos amigos míos. Iba hace años cuando vivía Miquel Ángel Riera (a él, en el barrio gótico, Patricio Julve le tomó sus últimas fotos en blanco y negro antes de que se lo llevase un horrible cáncer. El Nadal era un pretexto para vernos y hablar al día siguiente mientras paseábamos o comíamos escalibada con Roser, su mujer) y cuando estaba Andreu Teixidor, Conxa Jufresa y Carlos Pujol, con los que me iba al Club Náutico. Destino es una editorial que siempre me ha tratado con cariño, pero ha cambiado tanto y he escrito yo tan escasa ficción desde 1999 que he quedado un tanto al margen (Luis Alegre me decía hace unos días en un correo electrónico que me estoy volviendo huraño), aunque si hay un poco de suerte en una fecha por determinar aparecerá allí mi nuevo libro de ficciones: Marinos y mujeres. (Mientras, como le he prometido a Pepe Melero, sigo a vueltas con mi Lastanosa). Malcolm Otero Barral, gran amigo de muchos amigos, zaragozano de adopción, está haciendo una buena labor con Joaquim Palau, a quien no conozco aún. Y él me dijo que le había gustado ese trabajo al que le doy vueltas y más vueltas desde hace veinte años, desde mucho antes de escribir una sola línea en los periódicos. Abro el manuscrito y siempre encuentro un adjetivo inútil. Es, en cierto modo, un obsesivo libro en marcha Pero hoy, lo importante de estas páginas, es Pedro Zarraluki, tantas veces Pedro.
Pedro es un estilista sin ínfulas. Domina bellamente sus recursos: escribe con encanto, con tensión, con una prosa ajustada y fina, muy suya. Elegante. Sin ser tan ordenado como Pisón, es meticuloso y armónico, y en sus libros siempre hay una vivencia de la ciudad, del cosmopolitismo, una extrañeza que se parece mucho a la vida. Le encanta inventar libros que no existen o que aún no han sido escritos.
José Luis Solanilla me llama a las doce y media de la noche para decírmelo. ¿Sabes quién ha ganado el Nadal? Pedro Zarraluki, ¿lo conoces no? He visto tus fotos en Heraldo de un encuentro en Veruela. Recuerdo que se las mandé con una nota. No eran mis fotos: las había tomado Patricio Julve. O quizá Paula de Parma, en otras vidas Paula Massot, la mujer que inspira y anima a Vila-Matas.
Me ha dado pena no estar en el Nadal. Me apena sobre todo cuando gana un amigo, rodeado de espléndidos y talentosos amigos míos. Iba hace años cuando vivía Miquel Ángel Riera (a él, en el barrio gótico, Patricio Julve le tomó sus últimas fotos en blanco y negro antes de que se lo llevase un horrible cáncer. El Nadal era un pretexto para vernos y hablar al día siguiente mientras paseábamos o comíamos escalibada con Roser, su mujer) y cuando estaba Andreu Teixidor, Conxa Jufresa y Carlos Pujol, con los que me iba al Club Náutico. Destino es una editorial que siempre me ha tratado con cariño, pero ha cambiado tanto y he escrito yo tan escasa ficción desde 1999 que he quedado un tanto al margen (Luis Alegre me decía hace unos días en un correo electrónico que me estoy volviendo huraño), aunque si hay un poco de suerte en una fecha por determinar aparecerá allí mi nuevo libro de ficciones: Marinos y mujeres. (Mientras, como le he prometido a Pepe Melero, sigo a vueltas con mi Lastanosa). Malcolm Otero Barral, gran amigo de muchos amigos, zaragozano de adopción, está haciendo una buena labor con Joaquim Palau, a quien no conozco aún. Y él me dijo que le había gustado ese trabajo al que le doy vueltas y más vueltas desde hace veinte años, desde mucho antes de escribir una sola línea en los periódicos. Abro el manuscrito y siempre encuentro un adjetivo inútil. Es, en cierto modo, un obsesivo libro en marcha Pero hoy, lo importante de estas páginas, es Pedro Zarraluki, tantas veces Pedro.
4 comentarios
enrique vila-matas -
Vila-Matas
Cide -
Antón -
Miguel Carcasona -