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Antón Castro

"LA GALERÍA LEGÍTIMA" DE ISIDRO FERRER

Hablar en Huesca de Isidro Ferrer casi resulta impúdico. Es uno de los artistas esenciales de la ciudad, forma parte del paisaje, encarna la creación ambulante, el artista inagotable, ese amigo imprevisible y conversador que puede recorrer las calles y los parques en bicicleta. Hace muchos años, cuando nos veíamos más y era mucho menos famoso, apareció un día en el café Emir de Zaragoza y me dijo: “Me voy a vivir a Huesca”. De entrada, viendo ya su evolución y su proyección constantes, me sorprendió. Fue una sensación de unos segundos; pronto me di cuenta de que ahí iba a encontrar un clima de trabajo, iba a moverse a sus anchas, iba a sentirse un ciudadano que mira las montañas y que acaricia el olor salvaje del Pirineo. Desde entonces, hace una década o así, Isidro Ferrer no ha dejado de crecer, no ha dejado de inventar y de jugar, porque hay algo en él admirable: parece decirnos que la vida puede tomarse completamente en serio y además es un divertimento gozoso al que no hay que renunciar. Y él no lo hace ni en sus notas, en sus bosquejos, en el embrión de sus proyectos, ni siquiera cuando imparte una conferencia.

Ayer salió a la venta el libro de sus diarios de diseñador, pintor, dibujante, cartelista y pensador constante: “La galería legítima”, que publica Xordica en su libro más lujoso y ambicioso, acompañado incluso, en una tirada de 50 ejemplares, de una serigrafía firmada por Ferrer. ¿Qué hay en este libro? Todo: dibujos, rayujos, números de teléfono, notas, apuntes de un diario literario redactado a lápiz, aforismos, notas (nos ha gustado esta de Zola: “La belleza es un estado de ánimo”), direcciones (como la de su inseparable amigo Carlos Grassa Toro en Bogotá), fotografías, recuerdos de congresos, cualquier nimiedad, que se torna valiosa. Pero lo que hay por encima de todo es un mundo propio, íntimo e insistente, un mundo propio que participa de muchas cosas: de los pensamientos artísticos de Isidro Ferrer, de su gusto por la estética del cine animado de los países del Este de antaño, de su pasión por De Chirico (el De Chirico surrealista y metafísico), por los suprematistas y en particular por Malevich, por René Magritte y por una gran porción de diseñadores nuevos como Mariscal, Peret, Alberto Corazón o Ivá, entre otros muchos, pero también clásicos como Sert o Renau.

Isidro Ferrer posee una mano de mago: hace un dibujo y funda un reino de sugerencias. Crea bestiarios, un laberinto de objetos, una masa de color, figuras graciosas, sugiere constantemente y nos invita a soñar. Respira no aire, sino aire y un talento especial, irreductible, que ya tiene muchos seguidores. Estamos, claro está, ante un libro de artista, ante una obra en marcha, en la que se entra y se sale con total libertad, pero absolutamente fascinados. “La galería legítima” es la casa del artista, el obrador, el taller que se abre para nosotros. El volumen se cierra con un texto de Félix Romeo que compila varios diarios de escritores. Nos conmueve esta frase de Julio Ramón Ribeyro: “He invertido toda mi salud, mi tiempo y mis fuerza en negocios espirituales completamente ruinosos”. Nos parece que esa frase no la habría escrito nunca Isidro Ferrer. O quizá sí. Él ha sabido hacer de la vida y de la creación, sin renunciar a la protesta o a la ira, una senda hacia la felicidad.

2 comentarios

De Anton -

Querido Alberto:No sabes qué alegría me da que hayas entrado en uno de mis textos de arte.No sabía si es que lo uno escribe es rematadamente malo o poco interesante, o es que el arte no le interesa a nadie. Gracias por tu visita, y espero que sigas soñando un montón de proyectos en barro y en fotografía. Cúidate.Antón

ALberto Andrés -

quien tuviera un universo tan personal y sobre todo tan amplio...en comunicación pero tan protegido del exterior como para moverse en él con total libertad.

un saludo antón