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Antón Castro

CARTA A CIDE HAMETE, GLOSADOR CONTEMPORÁNEO DEL QUIJOTE

Una vida es como una novela o como un periódico. Está llena de episodios, de personajes, de anécdotas, de vidas que quisimos vivir. Empecé a engordar exactamente el día que entré en “El día de Aragón” el uno de julio de 1987. Tengo una foto de Rogelio Allepuz en mi libro “Los pasajeros del estío” (Olifante, 1990; 1991) en que no me reconocerías. Esa foto es de 1990. Pero si vieras las de los años 80, que voy a colgar aquí un día, muchísimo menos. Era un auténtico fanático del atletismo (y del tenis, y del boxeo, deporte cruel y muy literario, y del fútbol sala, también jugaba muchísimo en la Hípica y llegué a fichar por un equipo federado, ahora que me acuerdo). Seguía todos los mítines, adoraba a Sebastian Coe, Steve Cram, José Manuel Abascal, Said Aouita, y llevaba al día mis entrenamientos en un diario que daba todos los años la revista “Corricolari”. Recuerdo que entonces tenía una cuñada que trabajaba en la piscina de La Cartuja: bajo un sol de justicia corría hacia El Burgo, era prácticamente vegetariano y escribía, más que escribir aporreaba, en una olivetti de carro ancho y con muchos más años que yo desde luego. Sé que parece una batallita, o un recuerdo muy mejorado de lo que yo fui, pero te prometo que es cierto. O casi cierto. Era un loco de las carreras y de las zapatillas de atletismo.

¿Luis Alegre? Hace algunos años me dejó una foto de su equipo de fútbol de la niñez. Ocupaba la demarcación del ocho, y era sutil, inventor, estiloso. Y esto sí es imaginación y ganas de adjetivar, que diría Juan Marsé, pero así me lo han contado no sólo él sino otros amigos de Calamocha. Luego he jugado con él muchas veces. Es un pelín perezoso, o un pelín desfondado (las noches de tertulia con Inés Sastre, hablando de Marguerite Duras, deben ser demoledoras), o un vivales que intenta sorprenderte y robarte el cuero cuando menos te lo esperas, pero luego posee buenas maneras, buen disparo, capacidad de golear, y le gusta mandar desde atrás, con aquella afectación en el uso del tiralíneas impecable de Guardiola. Su viejo amigo, su héroe, hasta que descubrió a Figo.

Nota final: ¿Cómo puede ser mediocre el hombre que dio lugar al Quijote y que incluso se atrevió a bosquejarlo, el enigmático e invisible caballero Cide Hamete? Un abrazo. Gracias por el poema de Salinas. Hace algunos años tuve una amiga que siempre recitaba este poema. AC.

1 comentario

Cide -

ya me gustaría a mí haber parido el Quijote, pero sólo soy un ursurpador de nombres.

Gracias por la carta.

:o)