ÁLBUM EN EL BOSQUE DE LOS AUSENTES
LOS TRES ÁLBUMES*
Nunca había sentido curiosidad por sus cosas más íntimas. Pero cuando sucedió la catástrofe, sospechó que su hijo era, en el fondo, un desconocido. Había crecido de prisa, trampeaba con los estudios y con las novias, y tenía como todos una vida oculta. Y fue esa vida la que se le reveló cuando abrió de par en par los armarios, los cajones, los archivadores. Ese tesoro inadvertido que uno acumula como quien construye una despaciosa biografía. No sabía que era coleccionista de plumas, ni que poseía varias cajas de lápices de colores de marcas y países distintos. Ignoraba que llevase un diario de pequeñas frases y dibujos que se le antojaron surrealistas. En un sobre grande, había 17 cartas de amor de Clara. Y descubrió también una serie de insignias o pins de las ciudades que había visitado y pequeños carteles de cine, con algunas de sus películas favoritas: Charada, Desayuno con diamantes, Vacaciones en Roma o Dos en la carretera.
Pero hubo algo que quizá la emocionó mucho más. Los tres álbumes de fotografías. Todas las fotos llevaban una pequeña leyenda. Abrió el álbum de los amigos, porque pensó que iba a ser el menos doloroso, y reconoció a César, Andrés, Pascual y Clara, pero no a todos, desde luego. ¿Por qué no había visto nunca a ese Leandro que aparecía casi siempre, en los partidos de hockey o en las jornadas de natación? El segundo álbum contenía sus retratos, desde la niñez hasta el final. Ella no pudo evitar las lágrimas: ¡Cuánta hermosura atropellada en ese orden insospechado! ¡Qué alegría de crecer y desperezarse día a día, en la arena de la playa, en el río, en los jardines, en la única foto que conserva de la escuela! ¡Cuántas películas de la memoria y la emoción la asaltaron de súbito! Se armó de coraje para abrir el último álbum. Halló los retratos de la familia, desde los antepasados hasta sus hermanos. Al de su abuelo le había colocado esta frase: El origen de la semilla. Y a su hermana pequeña: El último milagro de los míos. La madre miró cada retrato, uno a uno, con sus notas. Sabía que el hijo que se había ido en marzo iba a recuperar la vida para siempre desde las fotos y en el recuerdo. Desde la inmortalidad de la memoria.
*"Heraldo de Aragón" publica hoy un monográfico de recuerdo y homenaje a las víctimas del 11-M, que ha diseñado el extraordinario Javier Errea -en colaboración con su estupendo equipo de maquetación y diseño: Pilar Ostalé, Kristina Urresti, Ana Lourdes Pérez y Asier Barrio-, en el que hablan muchas personas, analizan lo ocurrido expertos y personas que han vivido la masacre de cerca, y escriben otros textos gentes como Enrique Gastón, Félix Romeo, Miguel Mena, Ángel Guinda (que viaja en esa ruta de la muerte) y otros muchos afectados o personas anónimos que recuerdan lo ocurrido con una sensación de escalofrío. Las fotos son de ese excepcional fotógrafo que es José Miguel Marco, y escribe prácticamente toda la plantilla del diario. Creo que el número es emocionante, para guardar, para no olvidar esa terrible sinrazón.
Nunca había sentido curiosidad por sus cosas más íntimas. Pero cuando sucedió la catástrofe, sospechó que su hijo era, en el fondo, un desconocido. Había crecido de prisa, trampeaba con los estudios y con las novias, y tenía como todos una vida oculta. Y fue esa vida la que se le reveló cuando abrió de par en par los armarios, los cajones, los archivadores. Ese tesoro inadvertido que uno acumula como quien construye una despaciosa biografía. No sabía que era coleccionista de plumas, ni que poseía varias cajas de lápices de colores de marcas y países distintos. Ignoraba que llevase un diario de pequeñas frases y dibujos que se le antojaron surrealistas. En un sobre grande, había 17 cartas de amor de Clara. Y descubrió también una serie de insignias o pins de las ciudades que había visitado y pequeños carteles de cine, con algunas de sus películas favoritas: Charada, Desayuno con diamantes, Vacaciones en Roma o Dos en la carretera.
Pero hubo algo que quizá la emocionó mucho más. Los tres álbumes de fotografías. Todas las fotos llevaban una pequeña leyenda. Abrió el álbum de los amigos, porque pensó que iba a ser el menos doloroso, y reconoció a César, Andrés, Pascual y Clara, pero no a todos, desde luego. ¿Por qué no había visto nunca a ese Leandro que aparecía casi siempre, en los partidos de hockey o en las jornadas de natación? El segundo álbum contenía sus retratos, desde la niñez hasta el final. Ella no pudo evitar las lágrimas: ¡Cuánta hermosura atropellada en ese orden insospechado! ¡Qué alegría de crecer y desperezarse día a día, en la arena de la playa, en el río, en los jardines, en la única foto que conserva de la escuela! ¡Cuántas películas de la memoria y la emoción la asaltaron de súbito! Se armó de coraje para abrir el último álbum. Halló los retratos de la familia, desde los antepasados hasta sus hermanos. Al de su abuelo le había colocado esta frase: El origen de la semilla. Y a su hermana pequeña: El último milagro de los míos. La madre miró cada retrato, uno a uno, con sus notas. Sabía que el hijo que se había ido en marzo iba a recuperar la vida para siempre desde las fotos y en el recuerdo. Desde la inmortalidad de la memoria.
*"Heraldo de Aragón" publica hoy un monográfico de recuerdo y homenaje a las víctimas del 11-M, que ha diseñado el extraordinario Javier Errea -en colaboración con su estupendo equipo de maquetación y diseño: Pilar Ostalé, Kristina Urresti, Ana Lourdes Pérez y Asier Barrio-, en el que hablan muchas personas, analizan lo ocurrido expertos y personas que han vivido la masacre de cerca, y escriben otros textos gentes como Enrique Gastón, Félix Romeo, Miguel Mena, Ángel Guinda (que viaja en esa ruta de la muerte) y otros muchos afectados o personas anónimos que recuerdan lo ocurrido con una sensación de escalofrío. Las fotos son de ese excepcional fotógrafo que es José Miguel Marco, y escribe prácticamente toda la plantilla del diario. Creo que el número es emocionante, para guardar, para no olvidar esa terrible sinrazón.
1 comentario
Cide -
Fantástico el artículo sobre Labordeta.