CUENTOS PARA RECORDAR
Huesca siempre está al quite, como los buenos matadores. Y cuando decimos Huesca, queremos decir sus gentes de la cultura: Teresa Sas, Óscar Sipán (que coordina dos libros sobre el castillo de Loarre, plató de lujo de El reino del cielo de Ridley Scotti), Luis Calvo, la por ahora sigilosa y trabajadora Teresa Luesma (debe ser una de las personas que más se quiere oír como flamante directora del Centro de Arte Contemporáneo), María Jesús Buil, Damián y Enrique Torrijos, Jacques Valat, Luis Lles, Javier Brun, Isidro Ferrer, Virginia Baig (comisaria de El agua y la mirada), Teresa Ramón, Víctor Pardo (que ultima un gran proyecto para celebrar los 70 años de la Guerra Civil desde Huesca), Ismael Grasa, Fernando García Mongay, que presenta el lunes en Zaragoza un delicioso libro, Un día con Jon Lee Anderson, ganado ya para la causa oscense, a través del filtro de George Orwell. Hay muchos más: Manuel Benito, Eugenio Monesma, Pilar Alcalde, Carlos Castán, Ángel Gonzalvo, Ricardo Prats
Y no podemos olvidarnos de José Domingo Dueñas, ese estudioso incansable de Sender, Gil Bel y tantos otros, ni de la profesora Rosa Tabernero: ambos son los promotores de un homenaje a Hans Christian Andersen, de cuyo nacimiento en Odense se cumplen ahora 200 años. El pasado jueves comenzaban unas jornadas con el gran narrador Gustavo Martín Garzo, continuaron ayer con una representación de La sirenita a cargo de Los Titiriteros de Binéfar, y tendrán continuación el viernes con una mesa redonda que, así de entrada, casi mete miedo: La muerte en la Literatura Infantil y Juvenil, en la que participarán Sergio Lairla, autor de estupendos libros como Abel y Lobo y La carta de la señora González; Samuel Alonso, responsable de un exitoso título como El grito de las grullas, e Isidro Ferrer, que ha abordado la inexorable fatalidad con frescura y elegancia en uno de sus últimos proyectos con Grassa Toro.
Hans Christian Andersen, hijo de zapatero remendón, zapatero y mendigo él mismo, representa una de las cotas más elevadas de la imaginación. Se ha criticado su moralina, pero en el fondo es un soñador, un escritor inadaptado que buscaba el triunfo esencial: estar bien consigo mismo en el mundo. Algo que no logró jamás. Viajero por España, dramaturgo, poeta episódico, se atrevió a mirar a la pena de frente, y también a la muerte, y sobre todo a esos seres un tanto marginados que padecen una suerte de esquizofrenia porque anhelan vivir otras vidas. También, en estas fechas del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, se celebra el primer centenario de la muerte de Julio Verne (Nantes, 1828-Amiens, 1905), el escritor que se anticipó a su tiempo en múltiples aspectos: vindicó la ciencia, el poder de los mapas, la geografía; convirtió sus libros en una metáfora del viaje, y tuvo el feliz hallazgo de atisbar la televisión, el submarino, los viajes a la luna, etc. Y todo ello, pensando en el lector que cobra auténtica carta de naturaleza con él, en una narración de intriga, de textura ágil y sencilla, veloz como el propio cerebro.
Esta fecha y estos actos coinciden además como tan bien han visto Dueñas y Tabernero, y las instituciones que los apoyan: la Universidad y el Instituto de Estudios Altoaragoneses- con un espléndido momento de la Literatura Infantil y Juvenil en Aragón. Hay autores, ilustradores, proyectos, reflexión y, cada vez más, editoriales que publican con primor o cuando menos con notable dignidad. Ayer, sin ir más lejos, en Zaragoza se presentó un Diccionario ilustrado de Palabroflexia, coordinado por Ana González Lartitegui y Sergio Lairla, en el que participa uno de los mejores columnistas aragoneses de los últimos veinte años: Mariano Gistaín. El libro, hay que recordarlo, se forjó en distintos colegios e institutos aragoneses.
Y no podemos olvidarnos de José Domingo Dueñas, ese estudioso incansable de Sender, Gil Bel y tantos otros, ni de la profesora Rosa Tabernero: ambos son los promotores de un homenaje a Hans Christian Andersen, de cuyo nacimiento en Odense se cumplen ahora 200 años. El pasado jueves comenzaban unas jornadas con el gran narrador Gustavo Martín Garzo, continuaron ayer con una representación de La sirenita a cargo de Los Titiriteros de Binéfar, y tendrán continuación el viernes con una mesa redonda que, así de entrada, casi mete miedo: La muerte en la Literatura Infantil y Juvenil, en la que participarán Sergio Lairla, autor de estupendos libros como Abel y Lobo y La carta de la señora González; Samuel Alonso, responsable de un exitoso título como El grito de las grullas, e Isidro Ferrer, que ha abordado la inexorable fatalidad con frescura y elegancia en uno de sus últimos proyectos con Grassa Toro.
Hans Christian Andersen, hijo de zapatero remendón, zapatero y mendigo él mismo, representa una de las cotas más elevadas de la imaginación. Se ha criticado su moralina, pero en el fondo es un soñador, un escritor inadaptado que buscaba el triunfo esencial: estar bien consigo mismo en el mundo. Algo que no logró jamás. Viajero por España, dramaturgo, poeta episódico, se atrevió a mirar a la pena de frente, y también a la muerte, y sobre todo a esos seres un tanto marginados que padecen una suerte de esquizofrenia porque anhelan vivir otras vidas. También, en estas fechas del Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, se celebra el primer centenario de la muerte de Julio Verne (Nantes, 1828-Amiens, 1905), el escritor que se anticipó a su tiempo en múltiples aspectos: vindicó la ciencia, el poder de los mapas, la geografía; convirtió sus libros en una metáfora del viaje, y tuvo el feliz hallazgo de atisbar la televisión, el submarino, los viajes a la luna, etc. Y todo ello, pensando en el lector que cobra auténtica carta de naturaleza con él, en una narración de intriga, de textura ágil y sencilla, veloz como el propio cerebro.
Esta fecha y estos actos coinciden además como tan bien han visto Dueñas y Tabernero, y las instituciones que los apoyan: la Universidad y el Instituto de Estudios Altoaragoneses- con un espléndido momento de la Literatura Infantil y Juvenil en Aragón. Hay autores, ilustradores, proyectos, reflexión y, cada vez más, editoriales que publican con primor o cuando menos con notable dignidad. Ayer, sin ir más lejos, en Zaragoza se presentó un Diccionario ilustrado de Palabroflexia, coordinado por Ana González Lartitegui y Sergio Lairla, en el que participa uno de los mejores columnistas aragoneses de los últimos veinte años: Mariano Gistaín. El libro, hay que recordarlo, se forjó en distintos colegios e institutos aragoneses.
4 comentarios
Mena -
J.C. A. -
Anónimo -
Mena -