Blogia
Antón Castro

JESÚS MONCADA Y EL EBRO

JESÚS MONCADA Y EL EBRO -¿Cuándo se dio usted cuenta de la importancia del Ebro?
-Yo no me di cuenta: el Ebro formaba parte de mi vida. Mequinenza era una población que vivía con el Ebro y casi en el Ebro. Pasaba el río por la población y se usaba el agua para todo: para regar, para navegar, para lavar. La vida entera estaba ligada al río, que crecía, bramaba y, al hacerlo, impresionaba. Estaba como encajonado en el valle. Mequinenza era un pueblo largo que se extendía por la vega abajo.
-¿Por qué?
-Piense que se hacía transporte de carbón desde mediados del siglo XIX, el lignito viajaba sobre las aguas cuando las carreteras eran prácticamente inexistentes. Y además el río servía para regar una preciosa huerta árabe.
-Hablemos de la navegación.
-Mequinenza era un puerto fluvial fascinante y eso casi resultaba insólito. Había una importante flota de laúdes. Cuando los barcos permanecían amarrados, y sin sus dueños, pescabas desde ellos. O entre ellos. Yo tenía cañas de cañaveral y de bambú. Pescaba muchas veces con cañas cortas desde la orilla, entre las mujeres que lavaban porque aún no había agua corriente (no tardaría en llegar), en el Ebro y el Segre, que allí se encuentran. Pescaba madrillas, un pez pequeño.
-¿Existían pescadores profesionales?
-Conocí al menos a dos. Salían a pescar con la barca, y tendían sus redes y sus cebos. Luego, vendían lo que habían sacado en cestos por Mequinenza.
-Resultan muy atractivos en “Camino de sirga” los navegantes. Pienso en Nelson o Arquimedes Quintana.
-A ellos les gustaba que los llamasen navegantes o “llauters. También era muy especial el carácter de los patrones, porque ser patrón en el Ebro era muy duro, difícil. El Ebro en invierno llevaba más agua y no se corría tanto peligro, pero en el estío los barcos podían zozobrar o encallarse, y la carga se derramaba. Y era una vergüenza que se te fuese el lignito al fondo.
-¿Cómo eran las tabernas de los navegantes?
-Bueno, había un par de tabernas, pero los navegantes también iban a los cafés. Tenían sus tertulias, contaban sus historias, no eran un mundo aparte. Bajaban el lignito, y lo llevaban hasta el Delta, a Tortosa o, a veces, a Amposta. Y luego subían cargados con productos del Delta: arroz, cerámica, sal, jabón o naranjas. Recuerdo que por la tienda de ultramarinos y coloniales de mis padres aparecían a menudo, a veces con esos barriles de jabón blando del que hablo en mis libros, y además distribuían sus productos por aquí y por allá.
-¿Habló usted mucho con los navegantes?
-Cuando supe que quería escribir “Camino de sirga” los entrevisté, recogí mucho material. Y me hablaban de todo. Conocí también a muchos patrones. Había dos tipos. Recuerdo a un joven de catorce años que procedía de una dinastía de navegantes y mandaba en hombres que le doblaban en edad. Era un patrón muy técnico y más bien frío. Pero Nelson y Arquimedes Quintana era patrones más románticos, más arriesgados, que rezumaban calor humano. Uno de los modelos de Nelson, por ejemplo, tenía mal genio. Los lunes solía cabrearse con la tripulación porque a lo mejor no le hacía caso. Se retiraba a su camarote y le dejaba el gobierno del laúd. Cuando había dificultades, los hombres golpeaban en la puerta para que los ayudase. Me contaban algunos líos de faldas a lo largo de la ribera.
-Usted escribió un cuento sobre el campo de fútbol inundado por el Segre y el Ebro.
-Estaba yo en el campo. El Segre, que ahora es un río dormido, tenía unas crecidas súbitas. Empezó a crecer y crecer, y hacía de barrera al agua del Ebro, y éste al final, al encontrarse con esa suerte de obstáculo o muro, empezó a subir y subir, e inundó el campo, pero el partido no se detuvo. Se jugó aquella tarde con medio palmo de agua.
-¿Cuál es su opinión sobre la Expo 2008?
-Creo que va a ser algo muy bueno para Zaragoza. Seguramente se van a hacer cosas que nunca se harían. Pienso, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992: fue algo definitivo para la modernización de la ciudad y para abrirla al mar de una manera plena.

*Jesús Moncada (Mequinenza, 1941) recibió el pasado 18 de abril en Teruel el premio de las Letras Aragonesas. Xordica acaba de publicar su libro "Calaveras atónitas", relatos traducidos por Chusé Raúl Usón, que ya había vertido "El Café de la Rana" e "Historias de la mano izquierda". Jesús Moncada siempre ha reconocido el magisterio de Pere Calders, Miguel Labordeta, Rosendo Tello y Manuel Berdún Torres, entre otros. En la carpa de Santa Engracia, de la Feria del Libro, se expone una muestra dedicada a su vida, obra y paisajes.

5 comentarios

A.C. -

Gravias, superm.ña: voy a seguir intentando publicar libros.

supermña -

nos gusta leerte en las páginas de un libro,eso es lo clásico.Cide lo entenderá pues ya se ha enganchado a tus escritos.Eso es lo bueno del internet:Que te ponga delante de las narices algo que te guste y lo quieras tener en libro

MEQUINENZANO -

¡VIVA MONCADA!

A.C. -

Querido Cide: Mil gracias, de nuevo, por asomarte a estas páginas. Me planteo a menudo dejar el blog para escribir esa novela que deseo hacer, cada vez con un poco menos de convicción, y me digo: "¿Qué dirá Cide?". Salvo aquel encuentro fugaz en la Biblioteca de Aragón somos dos seres invisibles. Cúidate.

Cide -

Qué interesante es conocer las historias de los pueblos a través de las cosas que ocurrieron en los ríos que los atraviesan.