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Antón Castro

HISTORIAS DEL FOTÓGRAFO AURELIO GRASA

HISTORIAS DEL FOTÓGRAFO AURELIO GRASA No lo sabíamos todo de Aurelio Grasa. Su archivo tiene algo de pozo sin fondo: es un legado artístico, documental e histórico. Y no nos referimos sólo a una muestra que abarca sus aportaciones como fotógrafo, como la que se vio hace algún tiempo en la Sociedad Fotográfica de Zaragoza, sino a la obra completa, que debiera exponerse con la ambición necesaria, con un positivado correcto y con la dimensión crítica que se merece. Grasa empleaba dos cámaras: la cámara Goerz de placas de 13 x 18 durante los años 10 y 11, y del año 1912 en adelante usó la cámara Goerz de 9 x 12, que era más pequeña, más ágil, más manejable y le permitía hacer más fotos. Cuando Ramón y Cajal (Grasa le hizo una serie de retratos) publicó en 1912, “La fotografía de los colores. Bases científicas y reglas prácticas”, el fotógrafo se quedó fascinado con el hallazgo e hizo sus propios experimentos con el denominado autocromos que, según recuerda Carlos Barboza, se publicaron por primera vez en España en la revista “Blanco y negro”. Barboza asegura que “Grasa es el primer fotógrafo profesional nacido en Zaragoza”, y evoca otros profesionales como Escolá, Ignacio Coyne (al que retrató don Aurelio siendo niño durante la Exposición Hispano Francesa, acontecimiento que fue muy importante para difusión de la fotografía en la ciudad) y el ya citado Freudenthal, que fue uno de sus grandes amigos y maestros, y posiblemente quien lo recomendó para Prensa Española. José Antonio Duce ha contado que el retratista y cónsul alemán hizo una foto a la amante, muy bella, de un alto cargo de la Diputación Provincial, la colocó en el escaparate de su estudio y cayó en desgracia ante la burguesía local. Esa fue una de las razones de su traslado a San Sebastián. Y Juan Domínguez recuerda que a Aurelio Grasa lo sustituyó en HERALDO Lucas Cepero, que murió asesinado por un amante despechado en la plaza de Sas.
Algo fundamental en Aurelio Grasa fue su sentido de la innovación técnica, unida a la experimentación artística. Recuerda su hermano Emilio: “Aurelio, en definitiva, investigaba continuamente, todo lo aprendió gracias a su continuo esfuerzo, sabía una cosa y la estudiaba hasta que le salía modificando las condiciones de trabajo”. En el catálogo de la SFZ también escribe Antonio Barceló, que recuerda la vinculación de Grasa con Caspe, donde hizo varios reportajes. El artista y médico aragonés fue galardonado en numerosas ocasiones en España y en el extranjero, estuvo muy vinculado a la Sociedad Fotográfica de Zaragoza, como recuerda su presidente Carmelo Tartón. Uno de sus grandes amigos, el bibliófilo, alcalde de Zaragoza y montañero, Gómez Laguna, contó la pasión de Grasa por la nieve –era un auténtico perseguidor de imágenes únicas de mares de nubes y de nieves-, por los deportes (fue buen ciclista y motorista), por la natación y los nadadores en el Padre Ebro, y recordó que había tenido uno de los primeros carnés de conducir de la ciudad. “Fue Aurelio uno de estos ingenios que produce esta tierra, incisivo a veces, de respuesta rápida y finalmente, hiriente en defensa propia, pero con una gracia espontánea sin igual”.

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