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Antón Castro

ENTREVISTA CON MIQUEL BATLORRI

ENTREVISTA CON MIQUEL BATLORRI “Para Gracián,el castellano es la lengua de Góngora”

Es un sabio infinito y una enciclopedia abierta. Sacerdote e historiador, Miguel Batllori recibió el premio Baltasar Gracián, el pensador y escritor que es su guía y compañero, galardón que ahora ha desaparecido.

Miguel Batllori posee una memoria prodigiosa y esa distancia que es elegancia y prudencia de catalán. No hay dato que se le escape ni nombre que se le extravíe en los poros de la memoria. Nació y creció en Barcelona, en 1909, en un clima particular. Sus abuelos maternos y paternos habían estado en Cuba. Unos iban para alcanzar riquezas pronto en Santiago y regresar luego, y otros para asentar su residencia y su futuro en La Habana. Por eso, su madre era cubana y en casa se hablaba español. Su padre llegó a ser concejal de Barcelona y poseía una importante cultura y “grandes aficiones artísticas: tenía cuadros desde la Edad Media al arte contemporáneo, pero además teníamos una importante biblioteca, no especializada. Mi padre era amigo del editor Ramón Montaner y Simón y teníamos sus hermosos libros, que yo leía. Recuerdo que cuando me marché a Italia, pedí que me enviaran la colección Rivadeneyra de escritores españoles y la enciclopedia Espasa. En casa, también estaban los libros de Historia de Cantú, Lafuente o Bofarull, que tanto me interesarían”.

--He leído que usted padeció ostiomielitis de niño.
--Sí. Y además se agravó con otros problemas: tifus, obesidad, problemas con la glándula tiroidea. Practiqué poco deporte: tenis y patinaje, y un poco de fútbol, pero me hice una herida de fútbol que ya me distanció de él por completo. Ni soy del Barcelona ni del Español. Fui un niño gordito, ensimismado y lector.

--Usted ha estudiado Derecho, Filosofía y Letras e Historia, pero tuvo sus dudas acerca de su vocación religiosa.
--Si dudé. Hasta el final de mi carrera no lo tuve claro. Me interesaba mucho todo el mundo de la cultura. Al final de la carrera hice una evaluación de valores e ingresé en la Compañía de Jesús.

El otoño en Veruela
--Pasó un año en el monasterio de Veruela. He leído que había sido desdichado.
--Tengo un recuerdo óptimo y otro muy malo. El malo se refiere a toda una tradición retórica de la compañía, que se había anquilosado; la enseñanza de la Literatura era bastante deficiente. Sin embargo, había una cosa magnífica: aprendimos un excelente nivel de latín. Lo aprendíamos como si fuera una lengua viva.

--¿No le aliviaba nada el hecho de vivir en un espacio tan bonito?
--Era un mundo que existía pero del cual no disfrutábamos. Vivíamos allí como realquilados. Aunque el lugar era bonito: recuerdo la impresionante iglesia cisterciense, aquellos otoños en que llegaban los rebaños y levantaban una polvareda de oro, y las montañas del Moncayo.
--¿No le invitaba a soñar la sombra de Bécquer?
--Creo que no.
--¿Nunca ha sentido nostalgia del amor?
--Si, sobre todo cuando era joven y en particular en graves periodos de crisis. Cayó en mis manos “Los novios” de Alejandro Manzoni. Fue un libro que me marcó muchísimo: cuando empecé a redactar en italiano, decían que mi lengua era como del siglo XVIII. El contacto con Gracián fue muy importante. Ha sido mi guía y mi maestro no sólo por la agudeza del estilo sino por la agudeza de pensamiento. Ha sido para mí un compañero de viaje en los momentos de lucha y de choque con el ambiente que teníamos.

--¿Se acuerda de cuál es el primer libro de Gracián que cayó en sus manos?
--Una edición sencilla de “El oráculo manual”. Creo que tenía 17 años y ya nunca me abandonó. Es un escritor del Siglo de Oro que no admite comparación con ningún otro y el mejor representante de la última agudeza del periodo. Es el escritor más fino del Siglo de Oro sin parangón. Estaba por encima de todos. Me ayudó a interpretar un siglo tan importante para Europa. Gracián ha sido la clave del Barroco europeo.

--¿No exagera? Recuerde que entonces creaban Cervantes, Quevedo o Góngora.
--Gracián, a quien se le encasilla siempre como conceptista, no es ni conceptista ni culterano. Es una unidad de culterano y conceptista. No se pueden separar en realidad. Es una distinción más pedagógica que realmente cultural, pero tengamos en cuenta que Gracián en su “Agudeza” glosa muchos más poetas cultos, culteranos, que conceptistas. Y las interpretaciones de los poetas cultos son más profundas. Para Gracián el castellano no es la lengua de Cervantes, es la lengua de Góngora. Vaya paradoja, ¿no cree? A quien consideran el jefe máximo del conceptismo admira e interpreta al jefe del culteranismo. Gracián admira a Góngora y no a Quevedo. Hay que tener en cuenta que el aragonés fue siempre un hombre muy refinado y Quevedo, grosero y antijesuita.

La Corona de Aragón
--En la entrega del premio “Baltasar Gracián” hizo usted una emocionante defensa de la Corona de Aragón.
--No diga defensa, no. No me gusta esa palabra porque es del léxico militar. Lo que hice simplemente es decir lo que ha significado en mi vida de historiador el concepto y el hecho histórico de la Corona de Aragón, desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, en particular, en su sentido completo, porque aquí se suele hablar sólo de los cuatro reinos hispánicos y se olvidan Sicilia, Cerdeña o Nápoles. La Corona de Aragón fue algo mucho más amplio. Aún antes de formarse la verdadera Corona de Aragón con los reinos hispánicos completos ya existía una Corona de Aragón fuera de los Pirineos. Era una unidad mucho más íntima de los pueblos. Una de las cosas más desafortunadas fueron las divisiones de los reinos por Jaime I.

--Fue muy criticada por los aragoneses...
—Y por todos. Aprendí a conocer lo que era la Corona de Aragón en los Archivos. Entré ya a los 17 años en el Archivo para dedicarme al estudio de Fernando el Católico, y en seguida me di cuenta de que era una chancillería trilingüe. Predominaba el latín, primero el latín medieval, y luego el latín humanístico, y además convivían dos lenguas: el catalán y el aragonés. El aragonés al final del siglo XV ya comienza a transformarse en castellano, pero el primer texto que leí en aragonés fue en los registros de la Corona de Aragón. Me di cuenta de que aquella lengua no era castellano ni catalán ni provenzal, sino que era una lengua autóctona. Fue un tema que me interesó muchísimo. En Roma, revisando toda la documentación de los jesuitas, vi que en la Corona de Aragón había una unidad con las mismas preocupaciones, con sus variantes, con sus tensiones (que también las hubo), pero los reinos formaban un mundo aparte y distinto en la misma España.

--Ya. Pero, ¿no tiene la sensación de que ahora la idea que animó la Corona de Aragón ha desaparecido del todo?
--Lo constato y lo lamento. Y la culpa es de todos.

Fernando, Arnaldo y Zurita
--Quisiera que nos valorase a algunos personajes aragoneses que usted ha estudiado. ¿Tiene vigencia la manera de hacer política de Fernando el Católico, al cual Gracián le dedicó un libro?
--Sí, claro. Lo que no sabía Gracián –que no citaba a sus fuentes más importantes como es Cervantes, sin el cual no se explica “El Criticón”—es que el creador de la política internacional, no sólo de la Corona de Aragón sino de toda España desde la mitad del siglo XV hasta principios del siglo XVIII, es el padre de Fernando el Católico, don Juan II de Aragón. Claro, es una visión desde la Corona Aragón, cuya gran enemiga era Francia, porque también a ella le apetecía tener el reino de las dos Sicilias, pero el que la organizó fue él. Por tanto la idea de Gracián, basada en Jerónimo Zurita (autor a quien cita con poco aprecio también), de poner la política internacional de Fernando el Católico como la base de lo que ha sido toda la historia de España no es exacta del todo.

-¿Y Fernando el Católico?
--Ya tiene una capacidad de maniobra mucho más amplia tras su unión personal con Castilla. En el fondo, Fernando el Católico como creador de España es un mito de Gracián. Hasta entonces, se había exaltado mucho más la figura de Isabel la Católica. Con Gracián, tras la publicación de “El político” en 1640, esa percepción cambia radicalmente. Eso se prolonga hasta el siglo XIX. La predilección de los historiadores por Fernando el Católico es una herencia de Gracián. Y él repite la frase de Felipe II de “a él se lo debemos todo”. Eso no es así del todo, pero sí en gran parte.

--Otro personaje que ha estudiado y al que le ha dedicado un libro es Arnaldo de Vilanova. Se ha descubierto recientemente que ha nacido en Aragón, en Villanueva de Jiloca...
--Eso no es exacto. Es una hipótesis que tiene solamente un escaso valor: se trata de un texto de alrededor del año 1400, por un tanto un siglo después de la muerte de Arnaldo de Vilanova. Es un índice de obras de un manuscrito del siglo XIII donde, a propósito de una obra que ahora no recuerdo, se refiere: “Arnalde de Vilanova, catalane”. Y una nota marginal, de alrededor del año 1400, dice que “es mentira. No es catalán sino aragonés”. En Villanueva de Jiloca todavía existe ese nombre. No sería una cosa imposible, pero por otra parte queda la duda de que sea una leyenda característica. Otros dicen que era de El Grao de Valencia, de Provenza... Ojalá fuese aragonés porque encarnaría al auténtico representante de la Corona de Aragón. Habría nacido en Aragón, fue médico de la Corte en Barcelona, estuvo vinculado a Valencia, donde tenía familia, había estudiado y enseñado en Montpellier, que había pertenecido a la Corona de Aragón traspirenaica, fue el médico personal de Federico III de Sicilia y de Carlos II de Nápoles. Es un personaje muy importante, pero si además fuese aragonés ya sería perfecto. Pero es sólo una hipótesis que tiene un documento tardío a su favor.

-El nombre de Jerónimo Zurita ha asomado varias veces a sus labios. ¿Qué opinión le merece?
--Tengo una cierta admiración por Jerónimo Zurita. Muchos, fijándose sólo en el título de “Anales”, piensan que es un historiador medieval. Zurita es un historiador de cuño medieval hasta la época de Fernando el Católico. Es todo ese tiempo en que él se basa en crónicas catalanas, aragonesas, italianas y sicilianas, pero cuando llega el tiempo de los Reyes Católicos, donde él puede investigar en fondos documentales, creo que se convierte en el primer historiador moderno de toda la historiografía española en la época de Fernando el Católico. Es un historiador que deja huella: con él ves el paso del historiador que tiene un método de exposición medieval, las crónicas, la historia falseada ya, y luego pasa, casi desde el Compromiso de Caspe, a ser el historiador con una documentación no historiográfica sino documental. Esa es la verdadera modernidad de Zurita.

PASIONES PRIVADAS DEL ERUDITO
¿Qué es lo que más le ha hecho reír y llorar en la vida?
--La necedad humana. ¡Es tan constante! Y la Guerra Civil.
--Qué es lo que más provoca nostalgia.
--Nada. No tengo nostalgia de nada. Seguro.
--¿Se plantea la proximidad de la muerte?
--Siempre. Tengo 92 años. La miro con ojos gracianos. Con una visión al mismo tiempo humana y religiosa. La muerte no llega a intranquilizarme ni siquiera a preocuparme, pero es objeto de mis reflexiones.
--¿Cuál es el recuerdo más bonito de su vida?
--No se lo sé decir.
-¿Cuál es la misión del historiador?
--Estudiar el pasado para entender el presente. Y la del político es conocer el presente para preparar el futuro. Son problemas y enfoques distintos.
--Sus tres o cuatro historiadores fundamentales.
--No tengo predilección por historiadores porque toda historia es un paso intermedio entre la realidad y una percepción medieval.
--Usted tiene un libro que se llama “Galería de personajes”. ¿Quién han sido los personajes que más le han impresionado?
--De todos los que pongo allí, entre los catalanes, los dos Rubió: Antonio Rubió Lluch, gran amigo de Menéndez y Pelayo, compañero suyo de carrera, y su hijo Jordi Rubió, como profesor y maestro mío. Del resto de España le diría tres nombres: Menéndez Pelayo, a pesar de conocer algunos graves defectos, Menéndez Pidal, más como filólogo e historiador de la historiografía española que como historiador, y Gregorio Marañón.
--¿Qué le ha parecido el trabajo de Antonio Saura sobre “El Criticón”?
-Es impresionante. Es una continuación de una visión artística no diría exclusivamente pero sí netamente aragonesa, ya que se pueden citar muchos autores de la literatura española que, hablando de la pintura barroca, hablan de caprichos, pero lo más probable es que la palabra capricho pasa a Goya desde la interpretación que de El Bosco hace Baltasar Gracián. Gracián habla de los caprichos de El Bosco. Es una linea muy aragonesa que va desde la interpretación de El Bosco por Gracián, de Gracián a Goya y de Goya a Saura. El Trabajo de Saura es una maravilla.

*En Zaragoza, 13.01.2002. Recupero esta entrevista al sabio Miquel Batlorri porque él encarnaba a sacerdote respetuoso y europeo.

2 comentarios

Anónimo -

Totalmente de acuerdo. Por eso me gusta el "fondo de armario" de este blogista. Batllori, por desgracia, ya no está entre nosotros. Era el asesor literario de Vázquez Montalbán. O uno de sus primeros lectores...

Antonio PÉREZ MORTE -

Miquel Batlorri como Alberto Iniesta, Alfonso Carlos Comín
o el Padre Llanos, son la confirmación de otro tipo de compromiso, mucho más real, enraizado con la justicia y el amor al prójimo, con el respeto a la libertad del individuo.

Ellos sí que están mucho más cerca de ese 70% de cristianos de base, que nunca se han manifestado contra los derechos civiles de nadie...