"LAS FLORES DEL MAL" DE BAUDELAIRE
La vida nunca fue generosa con Charles Baudelaire (1821-1867). Fue un niño enfermo y melancólico, un joven rebelde y doliente que frecuentaba los salones y las tertulias literarias. Amó a muchas mujeres (entre ellas, a la mulata Jeanne Duval), admiró a Poe y Thomas de Quincey. Fue un adelantado de su tiempo: en 1857 publicó su libro capital, Las flores del mal, el texto que inventaba una poesía nueva, una lírica precisa y perfecta, que alguien ha definido como la matemática de las metáforas, de agrio perfume.
En sus versos, impresionantes, trágicos, tocados por un agrio aroma de fugacidad, mira los vicios y los placeres del cuerpo, la embriaguez de los sentidos ante la belleza, los cataclismos de un mundo conmocionado. A todo se atreve Baudelaire: a la crítica, a la mordacidad, a la nostalgia, a la fiebre de amor, al símil deslumbrante como esos versos del albatros o La muerte de los amantes, que son compendios del vivir, de la pasión, de nuestro paso fugaz por la gloria. En un poema, sugiere Baudelaire, a veces el arte se reencarna en el cuerpo de una mujer hermosa. O en un delirio etílico. O en un arrebatado viaje con las drogas.
Las flores del mal es un inventario de brillos y de tinieblas, una travesía hacia el espanto desde la lucidez y algo esencial, nunca tan explícito: la absoluta conciencia del artista ofrecida más que con los sentimientos o con la intuición, con la inteligencia. Baudelaire creó una lírica diferente, osada, rotunda, fundó el simbolismo y abrió la senda de las vanguardias. Releo estos días de calor y de piscina la edición de Las flores del mal que publicó Pre-Textos, perfectamente rimada y hermosa, el rescate de la traducción de Eduardo Marquina de 1905. No ha perdido vigencia. El volumen, en bilingüe, anunció el alba de la modernidad.
En sus versos, impresionantes, trágicos, tocados por un agrio aroma de fugacidad, mira los vicios y los placeres del cuerpo, la embriaguez de los sentidos ante la belleza, los cataclismos de un mundo conmocionado. A todo se atreve Baudelaire: a la crítica, a la mordacidad, a la nostalgia, a la fiebre de amor, al símil deslumbrante como esos versos del albatros o La muerte de los amantes, que son compendios del vivir, de la pasión, de nuestro paso fugaz por la gloria. En un poema, sugiere Baudelaire, a veces el arte se reencarna en el cuerpo de una mujer hermosa. O en un delirio etílico. O en un arrebatado viaje con las drogas.
Las flores del mal es un inventario de brillos y de tinieblas, una travesía hacia el espanto desde la lucidez y algo esencial, nunca tan explícito: la absoluta conciencia del artista ofrecida más que con los sentimientos o con la intuición, con la inteligencia. Baudelaire creó una lírica diferente, osada, rotunda, fundó el simbolismo y abrió la senda de las vanguardias. Releo estos días de calor y de piscina la edición de Las flores del mal que publicó Pre-Textos, perfectamente rimada y hermosa, el rescate de la traducción de Eduardo Marquina de 1905. No ha perdido vigencia. El volumen, en bilingüe, anunció el alba de la modernidad.
10 comentarios
Agustin -
MAYCI....!!!!!..100% fieles ... -
mayci -
mayci -
Anónimo -
gustavo -
A.C. -
Querido May: ojalá fuese capaz de no aburrirme nunca. Aspiro a eso a cada hora, pero también he descubierto la pereza y la ansiedad, y el miedo y algo que podría parecerse al fracaso, tal como decía el otro día Pepe Cerdá, ese maestro de la vida desde el arte. Un abrazo para todos. AC
Magda -
Anónimo -
Baudelaire: Diarios íntimos
Para Antón, que ha decidido no aburrirse jamás (May)
Pepe Cerdá -