LEONARDO PADURA O LA MUJER QUE CANTABA BOLEROS EN LA HABANA HACIA 1960
Tal vez no sea éste el mejor verano de lecturas de mi vida. Pero tampoco voy a quejarme. Disfruto con los libros que decido leer. Y acabo de disfrutar muchísimo con La neblina del ayer(Tusquets) de Leonardo Padura, el escritor cubano que inventó a un policía llamado Mario Conde, que decidió abandonar el uniforme por los libros. Ahora ese hombre de 48 años, que ama con una pasión controlada a Tamara, se dedica a la búsqueda de libros viejos y a su comercio. Y en esa novela, al visitar una casa, la de Alcides Montes de Oca, un hombre muy bien conectado, rico y famoso, que odiaba a Batista, se encuentra con una formidable biblioteca que posee los primeros libros editados en la isla y ediciones originales de autores como José María Heredia, Fernando Ortiz o José Martí, entre otras joyas.
Pero también halla un espléndido libro de gastronomía que decide regalar a una buena amiga. Y al hojear sus páginas encuentra un reportaje de una cantante de boleros, Violeta del Río, bellísima, poderosa de carne y de encanto, que poseía una maravillosa voz. Violeta se retiró demasiado pronto y casi nadie la recuerda. A partir de ahí, este comemierda que es Mario Conde, como tantas veces le dicen sus propios amigos (y no resulta fácil aceptar esa expresión, tan frecuente en Cuba), empieza a investigar en la historia de esta mujer, que seguramente enamoró al propio padre de Conde, que lo dejó todo por los amores de Alcides Montes de Oca, que supo cosas que quizá no debiera saber, que disfrutaba con auténtica locura cantando
Esas pesquisas llevan a Mario Conde a la Cuba de Batista, en vísperas de la Revolución, al mundo de la canción y los garitos, al universo de la mafia y la prostitución (muy bien representada por Flor de Loto, gran personaje), al esplendor y al glamour de aquellos días, en los que Violeta del Río desapareció como engullida por las aguas. Y también le llevará a conocer mejor el país de hoy, las contradicciones, la corrupción, las enfermizas pasiones, la sed constante de sexo, la escasa valía de cualquier vida, como percibe el propio Conde, a punto de ser asesinado, o Juan el Africano, que amanece con hormigas en la boca El libro de Padura, en la parte de indagación en los 50, ocurre en el mismo período que la novela de Miguel Barroso: Amanecer con hormigas en la boca, que ha llevado al cine Mariano Barroso.
Hay mucho más en esta novela de Leonardo Padura: puertas que se abren, seres secundarios de admirable fuerza, sucesivos crímenes, venganzas, y en el centro de la miseria resplandece siempre el mito de Violeta del Río, que para unos se envenenó con cianuro y para otros fue asesinada. En ese enigma también reside otro de los encantos de esta novela que se lee con creciente interés y que propone una trama paralela mediante la inclusión de un conjunto de cartas y que te persigue. Al menos, a mí me ha perseguido durante tres días: he estado en Cuba, con la imaginación, con el deseo, con el arrebato de sensualidad y sordidez, igual que estuve de veras en 1997, literalmente fascinado por el vuelo del aura tiñosa y las tormentas torrenciales del atardecer: en Cienfuegos, Cumanayagua, Trinidad y La Habana. Allí, acompañado por Adolfo Ayuso, conversé (conversamos) con la viuda de Alejo Carpentier en la casa que había inspirado esa admirable novela que es El siglo de las luces.
*La foto no es de Violeta del Río sino de la gran Omara Portuondo, a la que oí cantar en el Teatro Nacional de La Habana, también en España luego, y la gente se desplomaba con la emoción (los de Matanzas, los de Camagüey, los de Trinidad, los de Cienfuegos, los de Santiago...Todos acudían a oírla como a Violeta del Río).
Pero también halla un espléndido libro de gastronomía que decide regalar a una buena amiga. Y al hojear sus páginas encuentra un reportaje de una cantante de boleros, Violeta del Río, bellísima, poderosa de carne y de encanto, que poseía una maravillosa voz. Violeta se retiró demasiado pronto y casi nadie la recuerda. A partir de ahí, este comemierda que es Mario Conde, como tantas veces le dicen sus propios amigos (y no resulta fácil aceptar esa expresión, tan frecuente en Cuba), empieza a investigar en la historia de esta mujer, que seguramente enamoró al propio padre de Conde, que lo dejó todo por los amores de Alcides Montes de Oca, que supo cosas que quizá no debiera saber, que disfrutaba con auténtica locura cantando
Esas pesquisas llevan a Mario Conde a la Cuba de Batista, en vísperas de la Revolución, al mundo de la canción y los garitos, al universo de la mafia y la prostitución (muy bien representada por Flor de Loto, gran personaje), al esplendor y al glamour de aquellos días, en los que Violeta del Río desapareció como engullida por las aguas. Y también le llevará a conocer mejor el país de hoy, las contradicciones, la corrupción, las enfermizas pasiones, la sed constante de sexo, la escasa valía de cualquier vida, como percibe el propio Conde, a punto de ser asesinado, o Juan el Africano, que amanece con hormigas en la boca El libro de Padura, en la parte de indagación en los 50, ocurre en el mismo período que la novela de Miguel Barroso: Amanecer con hormigas en la boca, que ha llevado al cine Mariano Barroso.
Hay mucho más en esta novela de Leonardo Padura: puertas que se abren, seres secundarios de admirable fuerza, sucesivos crímenes, venganzas, y en el centro de la miseria resplandece siempre el mito de Violeta del Río, que para unos se envenenó con cianuro y para otros fue asesinada. En ese enigma también reside otro de los encantos de esta novela que se lee con creciente interés y que propone una trama paralela mediante la inclusión de un conjunto de cartas y que te persigue. Al menos, a mí me ha perseguido durante tres días: he estado en Cuba, con la imaginación, con el deseo, con el arrebato de sensualidad y sordidez, igual que estuve de veras en 1997, literalmente fascinado por el vuelo del aura tiñosa y las tormentas torrenciales del atardecer: en Cienfuegos, Cumanayagua, Trinidad y La Habana. Allí, acompañado por Adolfo Ayuso, conversé (conversamos) con la viuda de Alejo Carpentier en la casa que había inspirado esa admirable novela que es El siglo de las luces.
*La foto no es de Violeta del Río sino de la gran Omara Portuondo, a la que oí cantar en el Teatro Nacional de La Habana, también en España luego, y la gente se desplomaba con la emoción (los de Matanzas, los de Camagüey, los de Trinidad, los de Cienfuegos, los de Santiago...Todos acudían a oírla como a Violeta del Río).
1 comentario
Jesús Ortega -
Después de leer "Herejes" y ahora "La neblina del ayer" siento que este escritor Leonardo Padula, logra dentro sus excelentes tramas, que sus lectores tenga la vivencia del lugar, los personajes y las demás situaciones. Lo recomiendo