MARGUERITE YOURCENAR Y "LA VOZ DE LAS COSAS"
 La primera  vez  que oí hablar de Marguerite Yourcenar fue en un texto de Álvaro Cunqueiro a finales de los 70: la autora de “Memorias de Adriano” era una de sus referencias. Y yo empecé a leerla, ya en Zaragoza, a principios de los años 80, primero en esa novela admirable, la novela de una vida, que le había acompañado en notas a lo largo de sus viajes: “Memorias de Adriano”. Aquel libro, traducido impecablemente por Julio Cortázar, otro de mis dioses, fue una revelación por la belleza de su prosa, la fuerza de los dos protagonistas, la ambientación, el rigor y el afán de trascendencia. Contaba una historia que era un mundo y una vida de un hombre aficionado a la belleza, al conocimiento, de un espíritu extremadamente sensible y refinado. En aquellos tiempos, como ahora, ya me gustaban mucho los libros breves, y descubrí dos textos de Yourcenar que fueron durante años libros de cabecera, de relectura constante: “Alexis o el tratado del inútil combate”, una historia de amor y desamor, con fragmentos insinuados de homosexualidad, y los “Cuentos orientales”; si “Memorias de Adriano” apareció en Edhasa, sus textos breves –en versión de Emma Calatayud, que siempre ha sido una de mis traductoras predilectas, como Eloísa Álvarez, Consuelo Berges o Esther Benítez, como lo es ahora Mercedes Corral- los publicó Alfaguara.
								
				
				La primera  vez  que oí hablar de Marguerite Yourcenar fue en un texto de Álvaro Cunqueiro a finales de los 70: la autora de “Memorias de Adriano” era una de sus referencias. Y yo empecé a leerla, ya en Zaragoza, a principios de los años 80, primero en esa novela admirable, la novela de una vida, que le había acompañado en notas a lo largo de sus viajes: “Memorias de Adriano”. Aquel libro, traducido impecablemente por Julio Cortázar, otro de mis dioses, fue una revelación por la belleza de su prosa, la fuerza de los dos protagonistas, la ambientación, el rigor y el afán de trascendencia. Contaba una historia que era un mundo y una vida de un hombre aficionado a la belleza, al conocimiento, de un espíritu extremadamente sensible y refinado. En aquellos tiempos, como ahora, ya me gustaban mucho los libros breves, y descubrí dos textos de Yourcenar que fueron durante años libros de cabecera, de relectura constante: “Alexis o el tratado del inútil combate”, una historia de amor y desamor, con fragmentos insinuados de homosexualidad, y los “Cuentos orientales”; si “Memorias de Adriano” apareció en Edhasa, sus textos breves –en versión de Emma Calatayud, que siempre ha sido una de mis traductoras predilectas, como Eloísa Álvarez, Consuelo Berges o Esther Benítez, como lo es ahora Mercedes Corral- los publicó Alfaguara. Gadir edita ahora un curioso libro de Marguerite Yourcenar (1902-1987), algo así como un volumen de compañía, un manual de supervivencia por decirlo de algún modo, como lo fue también aquel exorcismo maravilloso contra amores dolientes y frustrados que se llama “Fuegos”: “La voz de las cosas”, que lleva el subtítulo de “Textos recogidos e introducidos por Marguerite Yourcenar”, en traducción al castellano de Carlos Manzano. El volumen es un inventario más o menos íntimo, con una vertiente intelectual de autoayuda, del conocimiento occidental y oriental (las sabidurías zen, taoísta, cristiana, budista y confuciana ocupan varias, muchas páginas), compuesto por textos breves, aforismos, citas y poemas de poetas, místicos, teólogos, pensadores, cantantes.
Cito algunos párrafos:
-SABIDURÍA DE JEAN COCTEAU
… El Tiempo de los hombres es Eternidad plegada…
Este cuerpo que nos contiene no conoce el nuestro;
Quien nos habita es habitado.
Y esos cuerpos, unos dentro de otros,
Son los cuerpos de la Eternidad.
-SABIDURÍA ZEN (De Daito Kanushi, 1334)
Si el ojo pudiera oír,
Si la oreja pudiera ver,
Os encantaría
El simple sonido del agua en el tejado.
-MÍSTICA ROMÁNTICA
Todas las cosas,
Próximas o lejanas,
En secreto
Están vinculadas unas con otras
Y no se puede tocar una flor
Sin alterar una estrella.
Una de las maravillosas sorpresas del volumen es la inclusión de un texto titulado
-SABIDURÍA DE BOB DYLAN (“Flotando en el viento”)
¿Cuántos caminos deber recorrer un hombre
Antes que le llaméis hombre?
¿Cuántos mares debe surcar la blanca paloma
Antes de dormir sobre la arena?
¿Cuántas veces deben volar las balas de cañón
Antes de ser prohibidas para siempre?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
¿Cuántas veces debe un hombre mirar hacia arriba
Para poder ver el cielo?
¿Cuántos oídos debe tener un hombre
Para poder oír a la gente llorar?
¿Cuántas muertes serán necesarias para que comprenda
Que ya ha habido demasiados muertos?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
¿Cuántos años puede permanecer una montaña
Antes de ser arrastrada al mar?
¿Cuántos años pueden algunas gentes vivir
Antes de conocer la libertad?
¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza
Fingiendo no ver nada?
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento,
La respuesta está flotando en el viento.
(Traducción de Carlos Álvarez).
Uno de mis pintores favoritos (de los 150 favoritos) es Paul Klee (cosa que Pepe Cerdá me reprocha siempre con su inteligencia mordaz y escéptica). De él también se recoge este poema:
-SABIDURÍA DE PAUL KLEE
Aquí abajo, soy inasible
Vivo entre los muertos
Y los aún no nacidos
Un poco más cerca de lo habitual
Del corazón de todo
Un poco más lejos de lo que debería.
*La voz de las cosas. Textos recogidos por Marguerite Yourcenar. Con fotografías de Jerry Wilson. Traducción de Carlos Manzano. Gadir. Madrid, 2005. 124 páginas.
 
       
		
8 comentarios
CARLOS -
Maria Abril -
nadie -
Sofia -
Lourdes Morales -
A. C. -
Cúéntame más cosas de Emma Calatayud... Tengo mucha curiosidad porque la admiro mucho. Yo que soy un inútil para las lenguas,como para tantas otras cosas, tengo a los traductores en un altar. Un abrazo. AC.
ana a. -
Cide -
Me maravilló el comienzo, luego me resultó denso en exceso, aunque ahora que me voy acercando al final me va volviendo a maravillar.
La idea de que Roma perdurará allá donde un magistrado compruebe el correcto pesaje de la balanza de un mercado, me pareció una declaración de ideales fantástica.
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La ficción oficial quiere que un emperador romano nazca en Roma, pero nací en Itálica; más tarde habrí de superponer muchas otras regiones del mundo a aquel pequeño país pedregoso. La ficción tiene su lado bueno, prueba que las decisiones del espíritu y la voluntad priman sobre las circunstancias. El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros.
M. Yourcenar. Memorias de Adriano.