SABINA, BEST, C.S. LEWIS O LA GRAN MADRUGADA DE DAVID MAMET
He visto tres películas en dos días: “El método” de Marcelo Piñeyro, con guión suyo y de Mateo Gil, que no acabó de gustarme, es una película sobre el capitalismo y la feroz competitividad que todos llevamos dentro, la falta de escrúpulos y la impostura; “El niño”, un terrible y sobria película franco-belga, con guión y dirección de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, que narra la historia de Sonia y Bruno, una joven y marginal pareja que vive del subsidio y que tiene un niño. El relato es estremecedor, y en cierto modo me recordó algo del final de “Flores rotas”, la película de Jim Jarmush, que vi el martes. Sales del cine con el corazón encogido: como si te hubiesen dado un buen sopapo en el estómago y en el mentón, y vieses, en versión en color, “Los olvidados” de Luis Buñuel.
Yo, que no soy seguidor de Joaquín Sabina (nunca he entendido bien porque no me gusta, aunque me compro sus discos casi siempre), pensé que me había equivocado de espectáculo: seguro que habría sido más feliz en su concierto. Mi hijo Daniel -que hablará mañana lunes de cine y películas en Zentrum (Ibercaja. Plaza de los Sitios), dentro del ciclo "Fila 12.Crítica cinematográfica de actualidad", que coordina Alberto Sánchez, y que se inició con Paula Ortiz-, también salió un tanto estremecido. ¿A quién se puede recomendar una película así, casi un falso documental, en el que los protagonistas, sellados por la fatalidad, siempre toman el camino equivocado? Y de noche, muy de noche, tras ver las últimas secuencias de “Sostiene Pereira”, con el maravilloso y final Marcello Mastrioanni, vi “El caso Winslow” de David Mamet, una estupenda película de juicios, de clima familiar, de personajes con una enorme carga psicológica, de medida ambientación y de verdades o sentimientos que apenas se revelan.
Me encanta ese padre que hace Nigel Hawtorne, Arthur Winslow, que tiene algo de padre ideal y obstinado, como Gregory Peck en “Matar a un ruiseñor”, capaz de poner a prueba y casi a la deriva el futuro de su familia por la verdad, una verdad que se le hace evidente al preguntarle a su hijo Ronnie, de 13 años, por algo de lo que todos le responsabilizan; está espléndido Jeremy Northam, que encarna a Sir Robert Morton, un personaje increíblemente inteligente y misterioso, perturbador y un poco borde, que acaso se juegue parte de su prestigio y de su futuro por defender al niño al que todos culpan y porque se ha enamorado de Katie, la maravillosa Rebecca Pidgeon, esposa o compañera de David Mamet. Hace un espléndido trabajo, es moderna, fuma, pugna por la justicia, aunque eso le suponga perder a uno de sus escasos pretendientes; tal vez descubra el verdadero amor, bajo la lluvia, en la puerta que da al jardín y al futuro. Mamet no se olvida de la pieza de teatro original, ni de su formato en tres actos, incluso elude el efectismo del juicio final, prefiere administrar la emoción de otro modo. La película la proyectaron e La 2, a partir de las dos y media, en versión original.
Lo que más me gusta de la vida es todo aquello que ni habías sospechado. No había imaginado que iba a leer un furibundo artículo de Arturo Pérez-Reverte contra Umbral, al que tras denostar, despreciar y criticar, y recordarle que es un traidor y que practica un sexo turbio en sus novelas, y tal vez en su vida (que un hombre diga a otro, a estas alturas de la jugada, que practica un sexo turbio por haberse imaginado unos cuantos polvos con todas las variaciones sabidas y consabidas, no deja de ser reaccionario; ni con Pedro J. Ramírez se fue tan cruel; aunque Umbral no sea amable con sus ex amantes: Carmen Platero, Blanca Andreu y otras), parece retarlo a una pelea en la calle. No es, por cierto, la primera vez que Pérez-Reverte dice eso por un quítame allá esas pajas del estilo. La verdad, no querría encontrarme con este escritor sin haber pasado dos o tres meses por el gimnasio. Y Umbral, cuando lea el texto, si no lo ha hecho ya, quizá se eche a temblar. Este año ha cumplido 70 años y quizá ya no tenga resistencia ni paciencia para hacerlo. Tampoco me había imaginado que me iba a comprar “Las Crónicas de Narnia” de C. S. Lewis en la maravillosa edición de Destino (60 euros del ala; sólo diez más que mi desamado Sabina, y ya lo siento porque también es el cantante favorito de Pepe Cerdá), y mucho menos me había imaginado que antes de irme a la cama iba a ver a David Mamet, que ha escrito uno de mis libros favoritos: “Una profesión de putas” (Debate, 2000).
Eso sí, antes, a lo largo del día me he leído todos los artículos que se han publicado sobre George Best, del cual escribí hace cinco o seis años para "Equipo". Me gustaría recuperar aquel gesto. Me encantaron, especialmente, los artículos de Santiago Segurota y de Carlos Toro. Fue, sin duda, el Garrincha de Europa, el jugador que mejor supo driblar a cualquier rival, excepto a uno: a su sombra.
*La foto corresponde a Rebecca Pidgeon, que hace de Catherine Winslow en la película "El caso Winslow".
1 comentario
Rebecca Pidgeon -
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