REGRESO A GALICIA: UN VIAJE A LA MEMORIA ENTRE FANTASMAS
Podría decir que empecé mi carrera de letras en el Centro Gallego. En 1980, cuando vivía en una buhardilla de la calle Las Armas 138 di un ciclo de cuatro conferencias sobre los celtas, Castelao, la xeneración Nós y la poesía galaico-portuguesa. Y después, poco antes de estrenar paternidad y el primer empleo remunerado como camarero de una sala de bingo, presenté el primer libro completo que escribí: un poemario en gallego, cuyo nombre no recuerdo, en el que se percibía la huella de Lorca, Aleixandre, Luis Pimentel y Luis Amado Carballo. Hizo la introducción y la glosa un catedrático de Instituto, casado con una delicada y misteriosa gallega de Santiago, Marisa, que se llamaba José Antonio Enríquez. Dijo que teníamos en Zaragoza, más de un siglo más tarde, a “la nueva Rosalía de Castro hecha hombre vergonzoso”. Desde entonces he tenido una vinculación constante, aunque muy concreta, con el Centro Gallego. Durante más de 15 años pronuncié una conferencia sobre un autor gallego y mantuve una amistad muy entrañable, entre otras, con Ventura Amar Sestayo, el poeta-conductor de protocolo de Porto do Son.
El pasado jueves, gracias a la gentileza de Amadeo Cobas, el escritor de Noia que respira literatura por todos los poros, literatura y ganas de llegar, volví al Centro Gallego a hablar de uno de mis libros: “El álbum del solitario” (Destino, 1999). Amadeo Cobas, cuyo nombre sugerí a la directiva hace dos o tres años, ha organizado un ciclo de narradores al mes, por el que pasarán, entre otros, Lorenzo Mediano, Javier Aguirre, Mario de los Santos, y muchos, muchos más. Entre la treintena de personas que se reunió, estaban varios escritores como Mario de los Santos (el autor de “Al final de la cebada”, publicada por Zócalo), Javier Aguirre, Ricardo Vázquez Prada, Miguel Ángel Yusta, Raimundo Lozano, Manuel Martínez Forega; pintoras como Berta Lombán y Jose Herrera, también vino Jesús, su marido; fotógrafos y viajeros como Javier Burbano; varios socios amigos del Centro Gallego, público interesado como Félix, que venía de Alconchel, Manolo, un gallego errante y feliz, un aragonesa de Juslibol y alrededores, como María Jesús, la compañera de Amadeo…
No sé cómo se lo pasaría la gente (hablé demasiado), pero para mí fue un momento especial, me salió casi un exorcismo familiar sin haberlo pretendido, ni habérmelo imaginado, y demasiadas confesiones muy sinceras que quizá fueron propiciadas por el cariño que detecté en la sala y en las palabras de Amadeo Cobas, que había movilizado a sus amigos. Hablé de algunos libros, de mi concepto de la literatura, de la sinceridad y la memoria, de ballenas, delfines y de Carmen Arias o Pamela Garfias, “la morena de Madrid”, o de la foto de portada de Gabriel Cualladó, de la frontera entre realidad y ficción, incluso de un proyecto aplazado en una editorial de Barcelona desde hace dos o tres años, “Marinos y mujeres”, que arranca del libro “Vida e morte das baleas” (Espiral Mayor, 1997), donde reaparece Patricio Julve; Javier Aguirre me invitó a publicar ese volumen en Redallo (Certeza), pero es el libro de mi vida, sin duda mi mejor libro, y sueño con verlo publicado en esa editorial donde ya he publicado tres títulos.
Reconozco que hasta mi familia me reprochó que no dijese nada, pero me siento tan pesado con esto de la literatura y las presentaciones y con mi modesta vida pública zaragozana, siento que me prodigo tanto, que lo mejor es no molestar ni comprometer a tus mejores amigos ni a tu familia. Porque al final uno acaba convirtiéndose en “ese pesado, otra vez… ¿Es que no sabe hacer otra cosa?”.
*En el libro "Marinos y mujeres", que consta de 16 cuentos, hay un texto dedicado a dos fotógrafos: Manuel Seara de Castro y su maestro aragonés Patricio Julve. Manuel Seara de Castro, fotógrafo de Armentón (Arteixo), acude al Instituto Ramón Caamaño de Muxía a dar una charla. Y les cuenta a los zagales la historia de Julve y su estancia, con él, en Zaragoza y Cantavieja. Esta foto que he colgado aquí es de Ramón Caamaño, que me dijo una vez que había conocido a un fotógrafo aragonés, cojo de una pierna, que había ido a hacer un reportaje sobre las últimas ballenas en Galicia en los años 40 ó 50. He elegido esta foto porque me recuerda mucho a una de mi madre, a principio de los 60, que está en los jardines del pazo de Armentón, donde vivía Manuel Puga, más famoso como "Picadillo".
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Anónimo -
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