DOS NUEVOS LIBROS DE MANUEL VILAS Y LUISA GÓMEZ GASCÓN
Me calcé en la cabeza un gorro de lana negro, me coloqué una segunda bufanda (ante la primera, llena de colorines, mi hija mayor me reprendió: “¿No crees que queda un poco en entredicho tu virilidad con esa bufanda?”) y salí al relente. Garrapinillos de noche parece un arrabal norteamericano con los árboles petrificados de hielo. Parece que todo se ha quedado solo, que estemos en el día fin del mundo mi perra y yo, con una calma final y desolada; incluso han desaparecido las luces de las casas. Como siempre, aprovecho el cuarto de hora al relente para leer. Salí con dos libros: “Resurrección” de Manuel Vilas, el poemario que ha publicado Visor con el cual ha ganado el XV Premio Jaime Gil de Biedma, y “Almendros en flor (y otros relatos aragoneses)” de Luisa Gómez Gascón, que inaugura la editorial Novalia.
“Resurrección” es un libro dividido en siete partes, comienza en el Mac Donald’s de la plaza de España de Zaragoza y se cierra con nueve poemas de “Nueva York”, numerados y sin título. En medio hay muchas cosas: todo el mundo de Vilas, cargado de crítica, de ironía, de desgarro, de visiones entre complacientes y provocadoras del mundo urbano. Por cierto, un tema se impone al menos en dos ocasiones, como es “El nadador”; me gusta mucho ese inicio de “Puedes bañarte en Puyarruego”. Pero Manuel Vilas habla de muchas cosas: de las cajeras bonitas, de los bares, de un autobús urbano como el 42, de arrabales, de pueblos aragoneses, de un viaje a Venecia, de personajes que escriben una suerte de biografía como Doug Yule, "un tipo que tocó, // cuando todo estaba acabando, en la Velvet Underground"; reflexiona sobre la literatura, como se ve en “Michaud” (creo que se refiere a Henri Michaux), donde habla mucho de lo antipático que cae en España Joyce y su “Ulises”, habla de Kafka, Ezra Pound, de Cernuda (al cual le rinde un homenaje en “Alguien habla de su tierra”), de canciones, de Lou Reed, Patti Smith… El mundo que propone Manuel Vilas, sustancialmente, es conocido, e incluso ese procedimiento narrativo, que recuerda un poco –sobre todo en los poemas en verso- a los versículos extensos de Walt Whitman en “Hojas de hierba” y a Charles Bukowski poeta, por su forma de mirar y su construcción tan narrativa. TambiénVilas habla de viajes (me gusta mucho uno que hace un niño a Venecia con su tío Víctor Vilas), de carreteras, de coches, de secretos de familia, y así, con entrega, con somardería y algún que otro pellizco de cinismo, arma un excelente libro que se ajusta muy bien a la descripción que hace de él en la solapa el profesor Gonzalo Santonja: “Es un libro muy renovador, que se instala en los aspectos más desgarradores de la vida cotidiana; una poesía directa, escrita desde un sentimiento crítico, que nace de la provocación y que pisa un terreno entre la desesperanza y el escepticismo, pero que finalmente acaba abocado a la ternura”.
El mundo de Luisa Gómez Gascón, que vive en una casa encantada de Añón (Ángel Guinda escribe: “Luisa Gómez Gascón vive en una casa de encanto que es refugio, santuario. Una casa asomada a su propio abismo interior entre la tierra y el cielo”), es muy diferente. Ya había anticipado su sentido poético y su tremenda sensibilidad en su libro anterior: “Cuentos del Moncayo”, que publicó Olifante hace algunos años. Ahora, Luisa Gómez ha mejorado su escritura, el vigor de sus imágenes, el periodo de la frase y su intensidad, y ha salido del Moncayo, hacia el Maestrazgo, el Sobrarbe, Bielsa.... He hecho una lectura minuciosa del primer relato, y he leído oblicuamente los otros: hacía un espantoso frío. Sí quiero hablar de “Almendros en flor”, que cuenta una historia de maquis en Aguaviva (Teruel), en 1947. Narra la historia de dos hermanas que se enamoran del mismo hombre, y el relato es una carta que envía una de ellas al fugitivo Mariano. Tiene momentos espléndidos, tensión, lirismo, crueldad, una belleza telúrica.
Cito dos fragmentos:
“Mi hermana permaneció callada en una esquina de la plaza y no dejó de observarnos en toda la noche. Nos vio escabullirnos por detrás de la ermita, hacia el batán abandonado donde la luz del alba alcanzó mi piel entre tus brazos”.
Y más adelante, añade: “Una mañana me desperté al escuchar un canto de paloma debajo de la ventana de nuestra alcoba. Nos miramos durante unos instantes y, al escuchar el segundo arrullo desolado, Manuela saltó de la cama como un felino y salió por la ventana. Yo me quedé inmóvil. Cuando me asomé, aún pude ver vuestra silueta aventurándose por la senda del molino, entre los álamos del río. Quise morirme y no pude. Estuve ahogando sollozos hasta que despuntó la mañana y ella regresó”.
El libro lleva un prólogo de Ángel Guinda y una solapa, a doble página, de Trinidad Ruiz-Marcellán. Ángel y Trinidad fueron pareja hace más de 25 años: aquí rivalizan los dos en hermosa y sentida escritura de elogio de Luisa Gómez Gascón.
*Me ha gustado mucho esta foto de Janis Joplin, a la que cita Manuel Vilas en el poema "1977": "Las sandalias del 43 que calzaba Janis Joplin".
7 comentarios
carmen -
mariagna -
Tremisis -
Jim Morrison (fantasma) -
Leonard Cohen -
Señor Vilas,
quégrandes ideas tienen los poetas españoles...
Querido Sergio -
Muchas gracias y feliz 2006.Antón
Ah, Manolo Vilas estará encantado. Si llegase a leer esta nota, seguro que te mandará un abrazo infinito por el aire helado. AC
Sergio -
Un fuerte abrazo de un lector que te disfrutará en este nuevo 2006.